Después de escribir la entrada de ayer, esperé varias horas. Al final, decidí no publicarla.
Se puede entender como un ejercicio de autocensura, o quizá de prudencia. Hoy, con más retraso del habitual, rompo el silencio
para subrayar la importancia –la necesidad– de caminar hacia una Iglesia en la
que todos sus miembros, especialmente los laicos, se sientan corresponsables y
participen en los procesos de decisión y en la animación de las comunidades cristianas. Parece
una obviedad y, sin embargo, no se está dando como sería deseable. ¿Se puede hablar de comunidad
cuando buena parte de sus miembros no se sienten concernidos? Pasar de una
Iglesia piramidal a otra comunional llevará décadas, quizás siglos, pero no veo
otro camino para revitalizar la comunidad de Jesús. ¿Cuántos dones y carismas
nos estamos perdiendo por seguir con este esquema tan clerical? Hay laicos
extraordinarios que apenas contribuyen a la vida de la Iglesia porque no se dan
ni los ambientes, ni los cauces adecuados para hacerlo. Hay un arsenal de
creatividad que no estamos aprovechando por seguir anclados en los viejos
modos, por no atrevernos a innovar, a interpretar los “signos de los tiempos” con inteligencia y audacia.
Quien esto
escribe es un cura. Estoy convencido de que también yo arrastro actitudes y
hábitos clericalistas. Todos somos hijos de nuestro contexto. Pero intuyo que el
futuro va en otra dirección. Sueño con una Iglesia, quizás numéricamente más
pequeña, en la que todos sus miembros lo sean por decisión libre, como respuesta
voluntaria a una llamada interior, como fruto de un encuentro personal con el
Cristo Resucitado a través de las múltiples mediaciones que él usa para hacerse
presente entre nosotros. Sueño con una Iglesia en la que todos sus miembros disfruten
de la dignidad de hermanos y se sientan corresponsables de la marcha de la
comunidad y de la misión evangelizadora. Sueño con una Iglesia en la que todas
las formas de vida (laicales, religiosas, sacerdotales) se entrelacen para
enriquecerse y apoyarse mutuamente y, sobre todo, para ponerse al servicio de
la misión común: ser testigos y mensajeros de la alegría de Evangelio. Sueño con una Iglesia que no esté obsesionada con su seguridad o
prestigio, sino que cargue con la cruz de la crítica, con tal de que la crítica
venga por haberse puesto incondicionalmente de parte de los más débiles.
No creo que mi
sueño sea fruto de una noche de insomnio, sino que conecta con el sueño de
millones de cristianos que sienten que “otra Iglesia es posible”, sin que esto
suponga ninguna ruptura con la Iglesia multisecular en la que hemos recibido el
don precioso de la fe. No me gustan los planteamientos bipolares porque casi
siempre son falsos. No soy de los que dicen que la Iglesia “murió” en el siglo
IV. Me parece un planteamiento tan simplista que no pierdo ni un minuto en desmontarlo.
La Iglesia es una creación del Espíritu que se embarra en las coyunturas históricas,
pero nunca pierde el aliento de su Señor. Hoy no somos mucho mejores que hace
cuatro o cinco siglos. Quienes vengan detrás de nosotros criticarán muchas de
nuestras incoherencias actuales. Pero es así –entre la fuerza de los ideales y la debilidad
de nuestras conductas– como el reino de Dios se va abriendo camino. No creo en
la Iglesia de los puros. No conozco ni uno solo en este valle de lágrimas. Temo a quienes, desde una ridícula
autosuficiencia, desprecian a los débiles. Todos lo somos. Por eso, solo me
convencen quienes unen a su inteligencia e imaginación profética, el bálsamo de
la misericordia y de la compasión. Sin ellas, el diablo del orgullo echa a
perder las mejores intenciones.
Me quedo con las ganas de saber al menos el tema del que no quisiste hablar ayer.
ResponderEliminarAl de hoy: +1
Bien grande.
Gracias
Era un comentario muy triste a una noticia de "El País".
EliminarBonito sueño! Con una Iglesia así quizá la noticia esa de "El Pais" ni se habría producido con tanta intensidad...o al menos no habría tardado más de 40 años en salir a la luz. Qué el EspiEspí nos ayude a construir esa Iglesia
ResponderEliminarQuerido amigo. Sueño contigo con esa Iglesia. Sigamos haciéndola con cariño, humildad e ilusión, con Maria a nuestra vera. Gracias por tu inquietud sin fin y tu cariño.
ResponderEliminarImpresionante reflexión, sería muy bonito y como comunidad haría que la unión fuera mas compacta y sincera. Desde fuera somos muchos los que pensamos como tú, paisano. Creemos en los valores de la Iglesia, pero como institución deja mucho que desear. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminar