A las cuatro de la tarde de
ayer había ya un buen grupo de personas en la basílica de Santa
María la Mayor. Un poco antes de las cinco hicieron su entrada el rey Juan Carlos I
de España y su esposa la reina Sofía,
acompañados por diversas autoridades civiles y eclesiásticas. No hubo aplausos. La basílica estaba
iluminada con una luz tenue. Dentro hacía frío. A las cinco en punto, una
locutora de Radio Vaticana saludó a todos los presentes e hizo la presentación del programa. El acto se abrió con un Cantate
Domino interpretado por el Coro de la Capilla Liberiana, que es el coro de
la basílica. A partir de ese momento, y a lo largo de 75 minutos, se fueron alternando
las intervenciones orales y las piezas musicales interpretadas por la soprano Ainhoa Arteta.
Hablaron, en breves parlamentos, el cardenal arcipreste de la basílica, el
polaco Stanisław Ryłko,
en un impecable italiano; el cardenal español Santos Abril,
anterior arcipreste y promotor de la obra que se inauguraba; el presidente de
la Fundación Endesa,
el español Borja Prado Eulate; y,
por último, el rey Juan Carlos que, alternando el italiano y el español,
recordó que había nacido en Roma hacía 80 años y que, siguiendo la tradición de
la Casa Real Española, se sentía muy unido a esta basílica mariana, la más
antigua de Occidente dedicada a la Madre de Dios. Ainhoa Arteta, acompañada por
el pianista Rubén Fernández Aguirre, interpretó temas de Mozart (Ave verum), César Franck (Panis angelicus), Pietro Mascagni (Ave Maria), Federico Mompou (Cantar del alma), Manuel de Falla (Oración de las madres que tienen a sus hijos
en brazos) y de Richard Strass (Morgen).
¿Qué pintaba yo en un
acto como ese? Fui invitado como representante institucional de mi Congregación Claretiana para asistir al acto
de inauguración de la nueva iluminación de la Basílica, costeada por la
Fundación Endesa. A pesar del frío ambiental, disfruté con los cantos de Ainhoa
Arteta, con las breves intervenciones de los cuatro oradores y, sobre todo, con
la contemplación de una basílica hermosísima. Parece que con el nuevo sistema
LED, aparte de ver mejor las joyas artísticas que la basílica encierra, será
posible ahorrar casi un 80% de energía. Al acto en
Santa María la Mayor siguió una recepción en la Embajada de España ante la
Santa Sede, en el monumental Palacio de España.
Éramos unas 200 personas. Pude conversar unos instantes con los reyes Juan
Carlos y Sofía. Pero lo más importante es que, acompañado por otro claretiano,
que había sido párroco en nuestra basílica del Corazón de María de Roma,
pudimos entregar al rey Juan Carlos las fotocopias de los certificados de
Bautismo de él y de sus hermanos Margarita y Alfonso, dado que están
registrados en los archivos parroquiales. Para el rey Juan Carlos fue toda una
sorpresa, que agradeció emocionado. Aunque fue bautizado por el cardenal Eugenio Pacelli (futuro Pío XII) en el oratorio que la Orden de Malta tiene en Via Condotti, el registro se
hizo en nuestra parroquia del Corazón de María, dado que el domicilio familiar
(Viale Parioli 112) quedaba dentro del territorio parroquial.
Regresando a casa, entrada
ya la noche, pensé en el significado de lo que había sucedido. Iluminar una
basílica es una forma de dar esplendor a una obra memorable, facilitar la
experiencia de Dios a través de la via
pulchritudinis y, en definitiva, contribuir a que visitantes y peregrinos
disfruten de un hermoso patrimonio histórico que se remonta al siglo IV. Fue el papa Liberio quien mando construir la basílica sobre el monte Esquilino. ¡Ojalá
la nueva iluminación haga realidad las palabras del salmo 35: Tu luz nos hace ver la luz! ¡Ojalá muchas personas se sientan iluminadas por dentro al contemplar la sugestiva iluminación exterior! Pero
confieso que, mientras se encendía el nuevo alumbrado, yo pensaba en las
familias más pobres que apenas puedan pagar las facturas de la luz, en aquellas
a las que, por impago, se les corta el suministro. ¿No estaría más contenta la
Virgen si, además de ornamentar su basílica, se atendieran estas perentorias
necesidades sociales? Una cosa no quita la otra. La belleza no está reñida con
la justicia, pero me temo que con frecuencia el fiel de la balanza se inclina hacia
el lado más vistoso y no hacia el más necesario. Las compañías eléctricas no se
distinguen por aplicar tarifas bajas, aunque haya también algunos bonos
sociales. La Salus
Populi Romani iría mucho más lejos. Una madre no puede permitir
estar rodeada de joyas cuando algunos de sus hijos carecen de lo imprescindible
para vivir. Conviene recordarlo en medio de una experiencia hermosa como la que
ayer vivimos. La iluminación que más le agrada a la Virgen es ver que sus hijos e hijas más pobres disponen de electricidad para atender a sus necesidades. En esta línea hay que insistir mucho más, sin despreciar el cuidado del patrimonio. Buen fin de semana.
Qué bien te veo al lado de Don Juan Carlos
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