Según el refranero
popular, “Por Santa Lucía -cuya
memoria celebramos hoy- se iguala la
noche con el día”, aunque hay también otras versiones del tipo: “Por Santa Lucía mengua la noche y crece el
día”. En la memoria de esta mártir cristiana,
a caballo entre el siglo III y el IV, este Rincón
alcanza las 600 entradas. Poco a poco, nos encaminamos hacia el millar. Quizás
entonces sea el momento oportuno de empezar un nuevo proyecto. De momento, este
Rincón de Gundisalvus permanecerá abierto siete días a la semana para hablar
“del più e del meno”, como se dice en
italiano; es decir, de todo un poco. Le pido a santa Lucía que nos siga manteniendo la vista para ver lo que está pasando en nuestro mundo, no cerrar los ojos a la realidad (por dura que sea) y, sobre todo, encontrar caminos de futuro. Si algo nos recuerda el Adviento es que la esperanza es la actitud con la que los creyentes miramos la realidad.
Ayer, en el aula magna de
la Universidad
Urbaniana de Roma, tuve la oportunidad de escuchar la conferencia del profesor Enrico Giovannini,
economista y estadístico italiano, que fue ministro de Trabajo y de Políticas Sociales
en el efímero gobierno de Enrico Letta (2013-2014). Habló sobre los objetivos
de la Agenda
2030 de Desarrollo Sostenible. Confieso que es un tema que me apasiona.
El profesor Giovannini, con precisión de estadístico, nos fue presentando la grave
situación en la que se encuentra el planeta. Después, de manera muy sintética, abordó
los 17
objetivos para transformar nuestro mundo. Si tenéis tiempo y ganas, os
invito a entrar en los enlaces anteriores porque brindan información de primera
mano sobre lo que se pretende y sobre el modo de lograrlo, teniendo como
horizonte el año 2030. No disponemos de mucho tiempo. Según el presidente francés Macron, “estamos
perdiendo la batalla”. Muchos gobiernos no han tomado en serio los compromisos y los ciudadanos seguimos muy centrados en nuestras pequeñas batallas individuales. Nos falta conciencia colectiva. No
podemos luchar contra el calentamiento global sin prestar atención a los
índices de pobreza y al tipo de desarrollo tecnológico porque, en realidad, “todo está conectado”. El papa
Francisco lo ha subrayado con claridad en la encíclica Laudato
si’ al hablar de una “ecología integral” (nn. 137-162).
Sé que para muchas
personas estos temas parecen incidir muy poco en sus preocupaciones y estilos
de vida. Los jóvenes, como por instinto de conservación, son mucho más
sensibles. Lo confirman todas las encuestas sobre valores juveniles. Es como si ellos tuvieran un radar especial para detectar que los
profundos cambios que se están produciendo en el planeta les van a afectar muy negativamente, a menos que actuemos con inteligencia, determinación y celeridad. El profesor Giovannini insistió en que, más allá
de los gestos que los ecologistas presentan como saludables y sostenibles (ahorrar agua y
luz, cultivar plantas en casa, reciclar materiales, utilizar transporte
público, etc.), lo verdaderamente urgente, ya desde la educación primaria, es
un cambio de paradigma. Se trata de comprender que “el mundo es nuestra casa”.
No tiene sentido preocuparse solo por mi pueblo, mi ciudad o mi país. Todos
estamos conectados y nos estamos influyendo mutuamente para bien y para mal. La
contaminación no se detiene ante las fronteras políticas.
En este sentido, hay
que modificar el significado del pronombre “nosotros”. Muchos lo restringen a
su familia, a su comunidad, a su pueblo y, a lo sumo, a su país. Naturalmente,
cuando el “nosotros” lo entendemos en sentido restrictivo (étnico, cultural,
sexual, religioso, político), en seguida nos oponemos a “los otros”. De ahí a
los enfrentamientos y tensiones no hay más que un milímetro. La pasión por el
poder nos domina. La historia humana es una sucesión de luchas entre “nosotros”
(los cristianos, los musulmanes, los comunistas, los fascistas,
los independentistas, los constitucionalistas, los conservadores, los
liberales, los europeos, los africanos…) y “ellos” (todos los que no pertenecen
a nuestra familia, tribu, religión, etnia, cultura, etc.). Hasta que no
lleguemos a comprender y a vivir que el “nosotros” está constituido por todos
los seres vivos que habitamos el planeta Tierra (seres humanos, animales y plantas) y
que no podemos concebir la vida por exclusión sino por relación, no habrá una vía clara de desarrollo sostenible. El planeta seguirá
amenazado y nosotros con él.
Mientras escuchaba las
palabras del profesor Giovannini, coetáneo mío, pensaba en las hermosas
lecturas del profeta Isaías que se nos ofrecen en este tiempo de Adviento, en
las que se habla del banquete que Dios ofrece a todos los pueblos en Sión, de la reconciliación de todos los seres vivientes, de la belleza de una creación redimida. Si algo
puede aportar la fe cristiana es una visión de los seres humanos como familia
de Dios, un rico concepto de catolicidad que abraza a todos y todo. No hay nada
más alejado de la fe católica (es
decir, universal) que los particularismos del tipo que sean (políticos, económicos,
étnicos y culturales). Hasta que yo no sienta que los emigrantes subsaharianos o centroamericanos, por poner solo dos ejemplos, son
de “los nuestros”, pertenecen a la familia humana, no voy a moverme para encontrar una solución al drama que
viven. Voy a pensar que hay dos mundos: el nuestro y el de ellos. Es un tremendo error que pagaremos caro. En realidad, solo hay un planeta para todos: nosotros somos todos. Parece que Donald Trump no está por
la labor. Y tampoco otros muchos millones de seres “satisfechos”. Cuando nos demos cuenta, quizá será demasiado tarde. Nosotros seremos también víctimas de nuestra visión miope y de nuestra insolidaridad.
Gracias Gonzalo. Veo Cómo desde tu lugar trabajas por conseguir ese mundo más humano y de todos. Ojalá que los que te leemos, no perdamos nunca esa perspectiva para seguir trabajando en esa misma dirección, desde nuestro sitio. Un abrazo.
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