Aunque en el mundo siguen
sucediendo muchas cosas, en estos días previos a la Navidad me ciño al mensaje
de la liturgia. No hay comparación entre las noticias que los medios nos
proporcionan y las “buenas noticias” que, año tras año, nos regala el
Evangelio. El fragmento que se lee en la misa de este 22 de diciembre es el
canto del Magnificat, inspirado
en el canto de Ana, la madre del profeta Samuel. Lucas pone estas hermosas
palabras en labios de María porque expresan con hondura y belleza su
experiencia de Dios. María habla de lo que Dios ha hecho en ella, en el mundo y
en su pueblo Israel. Cada una de estas tres partes parece un movimiento de una
sinfonía que podría titularse “El Dios en el que yo creo”. La imagen de este
Dios de María no se parece nada a las caricaturas que la historia ha ido fabricando,
ni tampoco a nuestras propias imágenes, a menudo distorsionadas por experiencias
negativas o por una educación errada.
Lo que más me llama la
atención es que cuando María comienza a
hablar de Dios experimenta una profunda y saltarina alegría: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se
alegra mi espíritu en Dios, mi salvador”. María confiesa a Dios como grande
y salvador, pero eso no le inspira ningún temor porque la grandeza de este Dios
no consiste en aplastar al ser humano sino en amar con delicadeza a los
pequeños y sencillos: “porque ha mirado
la humildad de su esclava”. Ella, que le había respondido al ángel “He aquí la esclava del Señor”,
experimenta que es mirada con amor a causa de su pequeñez. Hay una extraña
conexión entre humildad, fe y alegría. Cuando nos declaramos demasiado maduros y autosuficientes bloqueamos el
camino de la fe y, en consecuencia, no experimentamos la alegría Dios nos
regala. María reconoce las obras grandes que Dios ha hecho en ella: “el
Poderoso ha hecho obras grandes en mí”. Si
antes lo había confesado como grande y
salvador, ahora completa la imagen de Dios con dos nuevos rasgos, santo y misericordioso: “Su nombre es
santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.
María también descubre la acción de Dios en el mundo.
Es una acción que vuelve del revés todas las injusticias que nosotros, los
seres humanos, hemos creado. Ni los mayores revolucionarios se atreven a tanto:
“Él hace proezas con su brazo: dispersa a
los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los
humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide
vacíos”. Meditando estas palabras del Magnificat,
me han venido a la mente las recientes declaraciones de un militar español que
considera que “la
guerra es un fraude”. Por si
todavía nos quedaba alguna duda, nos aclara que “los miembros permanentes del
Consejo de Seguridad de la ONU son los que poseen y venden más armas del mundo”.
Añade luego una advertencia: “Si no entendemos cómo estos poderosos nos están
sugestionando para que seamos pasivos ante el poder que ejercen sobre nosotros,
estamos perdidos”. ¿Cómo puede aceptar Dios un mundo así, en el que los
poderosos subyugan a los débiles y “fabrican” guerras para dar salida a su armamento
y, en definitiva, para mantener su poder? Por muy dulce y candoroso que se
presente el tiempo de Navidad, no estamos ante un cuento de Dickens, sino ante
la historia de un Dios que, hecho hombre, quiere subvertir este mundo injusto
para transformarlo en algo diferente.
Por último, María no se olvida de su pueblo.
Reconoce que Dios ha tenido una paciencia especial con los hombres y mujeres de
Israel: “Auxilia a Israel, su siervo, acordándose
de la misericordia —como lo había prometido a nuestros padres— en favor de
Abrahán y su descendencia por siempre”. Israel lleva en el candelero muchos
siglos. Ayer mismo, en la sede de la ONU, 128
países votaron en contra de la decisión de Donald Trump de reconocer a
Jerusalén como capital del estado de Israel. Desde hace años vengo oyendo el
mensaje de que la tercera guerra mundial estallará en torno a Jerusalén. María,
en su canto, parece una sionista cualquiera. Sin embargo, no está cantando al
Dios de un solo pueblo. Agradece lo que Él ha hecho por una Israel abierto a
todo el mundo. ¡Parece mentira lo que da
de sí un cantico de pocos versículos! Es como el guion de lo que nos está
pasando hoy.
Os dejo con un precioso
canto -Mary, did you know?- que nos
ayuda a entrar en el misterio de María. Os pongo la letra en el original inglés
con su traducción castellana y dos versiones corales.
ENGLISH
|
ESPAÑOL
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Mary,
did you know
your baby boy would one day walk on water?
Mary,
did you know
your baby boy would save our sons and daughters?
Did
you know
that
your baby boy has come to make you new?
This
child that you've delivered, will soon deliver you.
Mary,
did you know
your baby boy would give sight to a blind man?
Mary,
did you know
your baby boy would calm a storm with his hand?
Did
you know
that
your baby boy has walked where angels trod?
And
when you kiss your little baby,
you
have kissed the face of God.
Oh
Mary, did you know?
The
blind will see,
the
deaf will hear,
the
dead will live again.
The
lame will leap,
the
dumb will speak
the
praises of the Lamb.
Mary,
did you know
your baby boy is Lord of all creation?
Mary,
did you know
your baby boy would one day rule the nations?
Did
you know
that
your baby boy is heaven's perfect Lamb?
This
sleeping child you're holding
is
the great “I am”.
|
María, ¿sabías
que tu bebé varón
caminaría un día sobre el agua?
María, ¿sabías
que tu bebé varón
salvaría a nuestros hijos e hijas?
¿Sabías
que tu bebe varón
ha venido hacerte nueva?
Este niño que has dado a luz, pronto te dará a luz
a ti.
María, ¿sabías
que tu bebé varón
daría la vista a un ciego?
María, ¿sabías
que tu bebé varón
calmaría la tormenta con la mano?
¿Sabías que tu bebé
ha caminado por donde los ángeles pisaron?
Cuando besas a tu
niñito,
has besado la
cara de Dios.
Oh, María, ¿sabías?
Los ciegos verán,
los sordos oirán,
los muertos
vivirán otra vez.
Los cojos
saltarán,
los mudos hablarán
las alabanzas del
Cordero.
María, ¿sabías
que tu bebé varón, es el Señor de toda la creación?
María, ¿sabías
que tu bebé varón
un día gobernaría todas las naciones?
¿Sabías
que tu bebé varón
es el perfecto Cordero del cielo?
Este niño dormido que sostienes
es el gran “Yo
soy”.
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