Es una metáfora
muy socorrida para hablar de la empatía. Yo mismo la he empleado muchas veces para
explicar lo que significa ponerse en el lugar de otra persona para ver las cosas
como ella las ve. La metáfora es sugestiva, pero hasta ayer no la había
llevado a la práctica con un realismo casi asqueroso.
Ayer abordamos durante todo el día el tema de la inculturalidad. Sí, ya sé que
es un tema de moda. Corremos el riesgo de taparnos los oídos para no sucumbir a
los tópicos. Yo soy muy reacio a dejarme arrastrar por lo que se lleva en cada
tiempo. Basta que una palabra se repita mucho para que evite emplearla. Pero
eso no me exime de reconocer que, en el marco de la globalización, la relación
entre personas de distintas culturas se hace cada vez más frecuente. Para que
esa relación sea enriquecedora es necesario adiestrarnos en el diálogo
intercultural. Esto supone ensanchar la mente y el corazón, cultivar actitudes de
apertura y respeto y entrenarnos en algunas destrezas. La mayoría de nuestras comunidades
misioneras son interculturales; es decir, están formadas por claretianos provenientes
de diversas culturas que entra en relación y crean un nuevo espacio de
convivencia.
Ayer nos introdujimos
en este apasionante tema con una dinámica. El animador nos invitó a
descalzarnos para sentir en nuestros pies el suelo que pisamos. Descalzarse es
ya un símbolo de desapropiación y de respeto, aunque en las culturas europeas
puede significar también una falta de urbanidad y de higiene. Ya desde el punto
de partida el gesto admite varias interpretaciones. Durante algunos segundos
experimentamos la dureza del contacto de nuestra piel con la base que nos
sustenta. Después, se nos invitó a pasar nuestros zapatos (o sandalias o
chanclas) al compañero que teníamos a nuestra derecha. Primera sorpresa. ¿Qué
pinto yo sosteniendo con la mano un par de zapatos que no son míos? La verdad
es que me sentí un poco ridículo. No me gusta tocar las cosas de los demás, y
menos el calzado. Desde niño fui educado en no manosear algo que está en contacto
con el suelo. Superado el rechazo inicial, comenzó la etapa de exploración. ¿Qué
podemos saber de una persona examinando con detalle su calzado? A partir del número,
podemos intuir la altura y quizás el peso. Si está muy desgastado, podemos
intuir el tipo de hábitos que lleva, etc. Las personas más agudas pueden
deducir otras muchas cosas partiendo de la forma, el olor, el grado de
conservación, la textura, etc.
Cuando ya creía
que la dinámica había terminado, el animador se atrevió a sugerirnos que introdujéramos
nuestros pies en los zapatos que nos había pasado nuestro compañero sentado a
la izquierda. El grupo estalló en una carcajada. ¡Eso era ya demasiado! A pesar
de que en mi vida misionera he tenido que pasar por muchas experiencias
chocantes, reconozco que, de entrada, calzar zapatos de otro me produce
repugnancia. Pero era una prueba que había que superar. Tuve la suerte de que los zapatos que recibía eran, más o menos, de mi número y de una textura muy
suave, lo cual permitía que se ajustaran sin violencia a la forma del pie. Dentro de los
zapatos de mi compañero empecé a pensar lo que supone colocarse en el lugar del
otro, sobre todo cuando proviene de una cultura muy distinta a la mía. Significa
adentrarse en el misterio de otra lengua, hacer un esfuerzo por captar los
matices de las palabras, las inflexiones de la voz, los conceptos clave, los
gustos y disgustos… en fin, un universo de significaciones. ¡Qué importante es
colocarse en el lugar de la otra persona para comprender por qué sufre o goza,
por qué tiene miedo o se irrita, por qué pregunta o se calla, por qué está
triste o alegre! Creo que no voy a olvidar fácilmente la lección de ayer.
Tendré muchas ocasiones de aplicarla en mi vida diaria.
Querido Gonzalo,
ResponderEliminarEl pensamiento tuyo compartido de hoy me ha hecho pensar en las diferencias reales que existen entre lo que digo y lo que hago. Sin más. Un abrazo desde el sur de Europa.
Juan
Muy interesante. Trato de aplicar lo de ponerse en los zapatos del otro, pero no siempre es fácil . Gracias por tus aportaciones, Gonzalo.
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