Ayer se cumplieron 118
años de la muerte del tercer Superior General de la Congregación a la que pertenezco.
Murió en Cervera, Lleida, el 3 de noviembre de 1899, a punto de terminar el
siglo XIX. Se llamaba Josep
Xifré i Mussach. Hoy, un día después, cerramos oficialmente el Año Xifré; es
decir, la celebración del segundo centenario de su nacimiento, acaecido en Vic,
Barcelona, el 17 de febrero de 1817. Comprendo que para la mayoría de los
lectores de este blog esta noticia no
tiene mucho interés. Xifré no es un personaje famoso fuera del ámbito claretiano. Por otra parte, continuamente estamos celebrando aniversarios de todo
tipo en nuestras familias, comunidades, países, etc. Y ya se sabe que un exceso
de pasado produce depresión. Con el recuerdo del P. Josep Xifré no quiero
amargarle este sábado a nadie. Pero me parece instructivo recordar que él
asumió la dirección de una congregación naciente en 1858 con una sola comunidad
y 15 miembros, y la dejó en 1899 (algo más de 40 años después), con 61
comunidades y casi 1.700 miembros esparcidos por tres continentes: Europa, América
y África. Por eso, se lo ha llamado con razón “el
arquitecto de los claretianos”. Sabía que una obra que se cierra en sí misma no tiene futuro. Tuvo la audacia de traspasar las fronteras de Vic, Cataluña, España y Europa. Soñó con ir hasta Borneo. Y precisamente dentro de unos días, los Misioneros Claretianos vamos a fundar una comunidad en la parte indonesia de la isla de Borneo (conocida como Kalimantan).
De una compleja figura
como la de Josep Xifré quiero destacar una cosa: su pasión misionera. “Señores, mi profesión es de misionero, y
llevo ya en ella más de cuarenta años”. Así se definía el anciano misionero
en una conferencia escrita diez años antes de morir. No creo que entre las
propuestas de trabajo acumuladas en Linkedin,
la mayor red profesional del mundo, figure la de misionero. Hace catorce años
que imprimí mi última tarjeta de visita con los datos que se suelen poner en
estos casos. Alguna vez he pensado actualizarla, pero me da pereza. Por otra
parte, no lo veo muy necesario. Pero si tuviera que hacerlo, no pondría los
cargos que ocupo y todas esas cosas que a algunas personas tanto les gusta poner
-como si la tarjeta fuera una especie de curriculum vitae- sino algo parecido a lo que dijo Xifré:
misionero. Basta. Ya sé que en algunos ambientes esta “profesión” no tendría
mucha aceptación, pero es la palabra que mejor expresa lo que soy y lo que
quiero ser. Me identifico plenamente con la fórmula usada por Xifré.
En la Iglesia católica, el
mes de octubre está dedicado, entre otras cosas, a la misión. No en vano se celebra
la Jornada Mundial de las Misiones, el famoso DOMUND. Este año, al menos en España, la Jornada proponía un lema
sugerente: “Sé
valiente: la misión te espera”. Entre los rasgos que caracterizan al
verdadero misionero, destaca la valentía para no dejarse dominar por el temor y
la comodidad. Ser misionero cuando todo va bien, cuando uno recibe
reconocimientos y aplausos, es gratificante. Pero serlo cuando te expones a la
crítica e incluso a la persecución, requiere una fuerte experiencia de fe. Nadie
arriesga su vida si no es por algo superior a la vida misma. Josep Xifré fue un
hombre extraordinariamente valiente. Cumplió a la perfección uno de los rasgos
contenidos en la “definición
del misionero”: “Nada le arredra; se
goza en las privaciones; aborda los trabajos; abraza los sacrificios; se
complace en las calumnias; se alegra en los tormentos y dolores que sufre y se gloría
en la cruz de Jesucristo”. Rastreando su dilatada vida, se comprende que la
valentía no es solo un rasgo temperamental, sino el fruto de un amor más
grande. Las últimas palabras que
dirigió a la Congregación, horas antes de morir, fueron estas:
Mi muy querida Congregación: Te he amado cuanto he podido hasta el fin, y no te olvidaré en la eternidad. He vivido exclusivamente para Ti, sin perdonar sacrificios ni peligros. Sin embargo, como hombre miserable y muy defectuoso, no pocas veces habré desedificado y ofendido varios individuos. Eso es lo único que siento, lo que deploro. A todos pido perdón y espero obtenerlo, como yo a todos perdono, amando a todos en Dios, como yo amo a mí mismo. Rogad por quien os amaba, aplicadle alguna indulgencia plenaria, y os lo agradecerá quien se llamaba Joseph Xifré.
Os dejo con un vídeo que
resume en 25 minutos la trayectoria de este gran misionero.
Precioso artículo. Magnífica reflexión. Inmejorable ejemplo de vida el del padre Xifré. Y estupendo video. Cómo no sentirse interpelado cuando escuchas a misioneros tan ejemplares manifestar que sienten que se quedan en su espacio de confort y olvidan las periferias. Y qué razón cuando el polaco dice que hoy en día las misiones también están en la casa de al lado. Gracias
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