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jueves, 22 de junio de 2017

Anciano, pero no viejo

Me he despedido de Barcelona con una celebración que pocas personas en el mundo pueden hacer. Me refiero a los 75 años de ordenación sacerdotal del P. Joan Sidera Plana, acaecida en 1942. Sí, habéis leído bien la cifra y la fecha. Esto significa que el anciano misionero está ya muy cerca de cumplir los 100 años. Si a eso añadimos que conserva una gran lucidez mental y que todavía escribe sus artículos y ensayos a ordenador, entonces hay que reconocer que se trata de un caso insólito. Durante la homilía de la misa presidida por él nos contó tres hechos extraordinarios que le han marcado de por vida. En los tres –relacionados, directa o indirectamente, con la guerra civil española– experimentó la providencia de Dios. Los tres podrían formar parte de una película de aventuras con final feliz.   Entre los participantes en la celebración se encontraba la nieta de un señor que había acogido en su casa al joven seminarista Joan cuando, huyendo de los milicianos que querían asesinarlo, tuvo que refugiarse en ella. Al evocar los recuerdos que, sin duda, su abuelo le había transmitido, se le humedecían los ojos.

¿Qué importancia tiene que un anciano sacerdote celebre el 75 aniversario de su ordenación sacerdotal? ¿Significa algo más allá del pequeño círculo de compañeros, familiares y amigos? Creo que sí. Historias como éstas necesitan ser conocidas. Por eso la recojo en mi blog. En tiempos en los que los compromisos personales duran poco y los objetos están programados según el principio de obsolescencia (es decir, que duren poco para que el consumidor tenga que comprar otros nuevos), los 75 años de sacerdocio del anciano P. Joan son un canto a la misericordia y fidelidad de Dios y también un ejemplo de entrega generosa y de resistencia en medio de las dificultades y pruebas del camino. El mismo nombre, Joan, que significa “el fiel a Dios”, resume el programa de vida que este hombre ha llevado a cabo sin descanso. El P. Claret, a quien tanto admira, solo pudo celebrar 35 años de ministerio. Fue ordenado el 13 de junio de 1835 en Solsona y murió el 24 de octubre de 1970 en Fontfroide. El P. Joan no solo lo ha doblado, sino que ha añadido cinco años más. En esto, el discípulo ha superado al maestro. Es muy probable que esta fe tan recia sea la verdadera fuente de su salud robusta, a pesar de algunas limitaciones propias de la edad. Entre "la misa y la mesa", le hicimos entrega de un libro-homenaje (Enamoraos de Cristo y de Claret) que recoge algunos de sus escritos inéditos. Él no sabía nada, así que acogió el regalo como una sorpresa que reconoce el valor de su trabajo.

Escribo estas notas a punto de tomar el vuelo de regreso a Roma. Los días pasados en Cataluña y, sobre todo, las conversaciones mantenidas con varias personas, me han devuelto la serenidad. Es verdad que el ambiente político está muy caldeado, pero veo a la gente serena, como si hubiera una enorme franja entre la clase política y la gente de a pie, como si se hubieran creado fantasmas que solo ayudan a quienes los utilizan con otros propósitos. En Barcelona se respira ya un ambiente de verano. La ciudad sigue conservando esa amabilidad y elegancia que siempre la han caracterizado. Y sigue siendo amable con el visitante, a pesar de que las hordas de turistas invaden sus calles y no siempre respetan el ambiente. La Sagrada Familia sigue su curso ascendente, como si, ajena a las disputas, quisiera convertirse en un punto de encuentro, en un símbolo de altura. En esta ciudad milenaria, protegida por la montaña y abierta al mar, sigue viviendo el anciano P. Joan. ¡Ojalá llegue a traspasar con salud y lucidez la frontera de los 100 años y siga conservando una visión serena y esperanzada! Ayer nos dijo que lo esencial en la vida es el amor y la alegría, que esa es la gran novedad de Jesús. Recojo el testigo. A los 99 años uno no anda por ahí diciendo tonterías.

1 comentario:

  1. ¡Gracias, Gonzalo! Siempre emociona y alienta la fidelidad de los mayores y más la de un hermano. Recojo y me aplico el mensaje: ¡Amor y alegría!

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