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domingo, 16 de abril de 2017

Vio y creyó

Anoche celebré la Vigilia Pascual en nuestra Basílica del Inmaculado Corazón de María de Roma. Nos dimos cita unos 20 claretianos de varios países del mundo, numerosos laicos y algunas religiosas del barrio. Cuando se encendió el cirio pascual en el atrio de la enorme basílica tuve la impresión de que estaba viviendo simbólicamente la dinámica de la fe. Todo estaba a oscuras. Una pequeña luz en comparación con la oscuridad circunstante fue suficiente para que empezáramos a ver, aunque todavía un poco a tientas. Luego, cuando después de la segunda invocación, todos encendimos nuestras velitas, la dinámica se hizo más clara. La luz que viene de Cristo se multiplica en nuestros pequeños cirios. El mismo que ha afirmado “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8,12) nos ha dicho a nosotros: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5,14). 

La fe es un fenómeno expansivo. Viene como regalo de Jesús y alcanza a todo el mundo. Se transmite como se comunica la luz: por encendido solidario, por contagio. En el momento de la tercera invocación, con todas las velas ardiendo, la oscuridad de la basílica se disipó casi por completo. El canto del pregón pascual puso voz a esta experiencia hermosa. Una velita ilumina poco, pero cientos iluminan bastante más. Imaginemos miles, millones. La luz no sustituye a los ojos, pero sin ella no podemos ver. La fe no sustituye a la razón: alumbra el horizonte último. Los potentes focos eléctricos se encargaron de completar una iluminación que era en sí misma un símbolo de la presencia luminosa del Cristo resucitado. Confortado por la alegría experimentada anoche, os escribo a todos los amigos esta...

Carta de Pascua 2017

Queridos amigos de El Rincón de Gundisalvus: 

¡Que la presencia del Cristo Resucitado llene vuestra vida de paz y alegría! Él nos dice a todos: Shalom, soy yo, no temáis. Esta carta es el post número 422. A lo largo de estos 14 meses transcurridos desde que abrí el blog en febrero de 2016, hemos tenido oportunidad de reflexionar sobre muchos asuntos que, de una manera u otra, tienen que ver con la vida y la fe. Algunos me habéis preguntado si no me cuesta mucho encontrar nuevos temas. La respuesta es que no, pero confieso que hay días en que me falta tiempo para escribir con sosiego. Cuando vivimos con los ojos abiertos, los temas vienen solos porque la vida es un continuo flujo de experiencias. La fe es la pequeña linterna que nos ayuda a ver esas experiencias que todos tenemos a la luz del Cristo resucitado. Os puedo asegurar que es una aventura sin fin. ¡Hasta las cosas más insignificantes se convierten en señal de la presencia de Jesús!

Todos los domingos suelo recurrir al biblista italiano Fernando Armellini para que nos ayude a entender mejor la Palabra de Dios que se proclama en la liturgia. Reconozco que a veces es un poco prolijo, pero sus observaciones suelen ser atinadas. También las de este Domingo de Pascua. El evangelio de hoy, tomado del capítulo 20 de san Juan, nos narra la visita de María Magdalena, y luego de Pedro y el “otro” discípulo, al sepulcro de Jesús. Los tres vieron –¡atención a este verbo!– algo que les sorprendió. De María Magdalena se dice que “vio la losa quitada del sepulcro” (Jn 20,1). Del “otro” discípulo que corría más que Pedro se dice que, sin entrar en el sepulcro, “vio las vendas en el suelo” (Jn 20,5). Por último, de Pedro se dice que, entrando en el sepulcro, “vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza” (Jn 6-7). El relato termina con una confesión de fe. El “otro” discípulo, una vez que Pedro ha entrado en el sepulcro, entra también. Y entonces “vio y creyó” (Jn 20,8). Por si los lectores no entendemos bien qué significa esta última frase, el autor del Evangelio se encarga de explicarla: “Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos” (Jn 20,9). El “otro” discípulo, después de haber visto, cree que Jesús está vivo: ha resucitado. Todos ven algo que rompe la normalidad de una tumba. Todos ven que ha sucedido algo extraño. Pero solo el “otro” discípulo cree. Hay un itinerario del ver al creer. Más adelante, el mismo Jesús resucitado, tras el encuentro con el incrédulo Tomás, dirá: “Dichosos los que creen sin haber visto” (Jn 20,29).

Escribo estas líneas pensando en vosotros, mis amigos, que ahora leéis esta carta. Empecé este blog hace un año con una sola preocupación: compartir la fe en Jesús con aquellos a los que aprecio desde hace años. Algunos me habéis confesado que tenéis muchas dificultades para creer en Dios y en Cristo. Otros me habéis dicho con franqueza que sentís por dentro una inquietud espiritual, pero que ese cosquilleo no se traduce en una práctica religiosa regular. Incluso que no la consideráis necesaria. Lo que importa para vosotros es ser gente honrada, lo que no es poco teniendo en cuenta los tiempos que corren. Es como si todo lo demás que tiene que ver con la fe (dogmas, normas y ritos) perteneciera a una etapa infantil hace tiempo superada. Hoy los vientos soplan en otra dirección de mayor autonomía personal. Cada uno es libre de servirse lo que considere oportuno en este gran supermercado que es nuestra sociedad actual. Hay generaciones –creo que la mía es una de ellas– cansadas de la excesiva tutela eclesial. ¿Qué necesidad hay de participar en celebraciones aburridas cuando Jesús mismo ha dicho que el principal mandamiento es el amor? ¿No importa más preocuparse por la gente que cumplir las orientaciones obsoletas de la Iglesia?

Comprendo muy bien esta postura. Podría decir que yo mismo he vivido a veces esa sensación. Pero también sé por experiencia que se trata de una etapa penúltima en el camino de una fe madura. A pesar de todas las objeciones, la fe es siempre algo nuevo, fresco, que no se deteriora con el paso del tiempo sino que se desarrolla. Entre los amigos del blog hay también muchos que, en medio de las dificultades, os esforzáis por vivir con alegría vuestra vocación cristiana. Sabéis que no es fácil, que incluso podéis ser ridiculizados, pero no tiráis la toalla. Quizás incluso habéis encontrado en este rincón de internet algunos estímulos y sugerencias. En cada uno de nosotros, cualquiera que sea nuestra situación, ha resucitado el Señor. Nadie queda excluido del encuentro con el Viviente, con el contemporáneo de todo hombre y mujer. Todos somos invitados a creer en él. La fe en Jesús –no solo la simple admiración por su causa– es un don que se concede a quienes buscan con humildad y constancia. Jesús lo ha dicho claramente: “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá” (Mt 7,7).

Pero quizá para eso –como les sucedió a María Magdalena, a Pedro y al “otro” discípulo– es necesario ver algo, tener alguna experiencia que nos lleve más allá de la rutina diaria, percibir alguna luz por las rendijas de nuestra existencia. He repetido muchas veces una frase del teólogo alemán Karl Rahner que considero cada vez más certera: “El cristiano del siglo XXI, o será un místico –es decir, una persona que ha experimentado algo– o sencillamente no será”. ¿Hemos experimentado nosotros algo, el estremecimiento que produce el paso de Dios por nuestra vida? El cristianismo surgió porque un grupo de mujeres y hombres experimentaron algo en relación con Jesús de Nazaret. Ellos y ellas, que lo habían conocido por los caminos de Galilea y Judea, sufrieron la decepción de su injusta condena y de su muerte en cruz. Lo normal es que se hubieran dispersado, víctimas de una gran frustración. Pero no. Al poco tiempo –al tercer día, como dicen los evangelios– vieron que el Señor estaba vivo entre ellos de un modo que nunca hubieran imaginado. Y creyeron en él. Y arriesgaron su vida por él. Y la dieron hasta el final. Por eso ha llegado la fe hasta nosotros.

Hoy es imposible ser cristianos sin una experiencia parecida. Son tantos los vientos que nos empujan en dirección contraria, tan repetitivos los argumentos que se manejan para convencernos de que la fe es un cuento de hadas, que sin una experiencia fuerte de que Jesús está vivo en medio de nosotros y cambia nuestra vida, será imposible mantenernos en pie. Algunas tradiciones sociales (como, por ejemplo, las procesiones de Semana Santa y las fiestas patronales) o el ambiente familiar, aunque positivas, no son suficientes para alimentar una fe personal madura. Nadie nos puede sustituir en la increíble aventura de fiarnos de Jesús porque hemos visto que dilata nuestra vida y nos ayuda a vivir con más sentido y alegría.

Me despido con una historia típica del tiempo de Pascua. Se la suele conocer como la parábola de los dos gemelos. Quizá nos ayude a comprender un poco mejor en qué consiste esa locura de la resurrección que celebramos hoy con gran alegría y que es un anticipo de nuestra propia resurrección.



Parábola de los dos gemelos

Dos bebés se encuentran en el útero, confinados en las paredes del seno materno, y mantienen una conversación. Para entendernos, a estos gemelos los llamaremos Ego y Espíritu.

Espíritu le dice a Ego:

“Sé que esto va a resultarte difícil de aceptar, pero yo creo de verdad en que hay vida después del nacimiento”.

Ego responde:

“No seas ridículo. Mira a tu alrededor. Esto es lo único que hay. ¿Por qué siempre tienes que estar pensando en que hay algo más aparte de esta realidad? Acepta tu destino en la vida. Olvídate de todas esas tonterías de vida después del nacimiento.”

Espíritu calla durante un rato, pero su voz interior no le permite permanecer en silencio durante más tiempo.


“Ego, no te enfades, pero tengo algo más que decir. También creo que hay una madre.”

“¡Una madre!” –exclama Ego con una carcajada-. “¿Cómo puedes ser tan absurdo? Nunca has visto una madre. ¿Por qué no puedes aceptar que esto es lo único que hay? La idea de una madre es descabellada. Aquí no hay nadie más que tú y yo. Ésta es tu realidad. Ahora cógete a ese cordón. Vete a tu rincón y deja de ser tan tonto. Créeme, no hay ninguna madre.”

Espíritu deja, resignado, la conversación, pero la inquietud puede con él al cabo de poco. “Ego” –implora-, “por favor, escucha, no rechaces mi idea. De alguna forma, pienso que esas constantes presiones que sentimos los dos, esos movimientos que a veces nos hacen sentir tan incómodos, esa continua recolocación y ese estrechamiento del entorno que parece producirse a medida que crecemos, nos prepara para un lugar de luz deslumbrante, y lo experimentaremos muy pronto.”


“Ahora sé que estás completamente loco” –replica Ego-, “Lo único que has conocido es la oscuridad. Nunca has visto luz. ¿Cómo puedes llegar a tener semejante idea? Esos movimientos y presiones que sientes son tu realidad. Eres un ser individual e independiente. Éste es tu viaje. Oscuridad, presiones y una sensación de estrechamiento a tu alrededor constituyen la totalidad de la vida. Tendrás que luchar contra eso mientras vivas. Ahora, aférrate a tu cordón y, por favor, estate quieto.”

Espíritu se relaja durante un rato, pero al fin no puede contenerse por más tiempo. “Ego, tengo una sola cosa más que decir, y luego no volveré a molestarte.”


“Adelante” –responde Ego, impaciente-. “Creo que todas estas presiones y toda esta incomodidad no sólo van a llevarnos a una nueva luz celestial sino que cuando eso suceda vamos a encontrarnos con la madre cara a cara, y conocer un éxtasis que superará todo lo que hemos experimentado hasta ahora.”

“Estás totalmente loco. Ahora sí que estoy convencido.”



Feliz Pascua 
Buona Pasqua
Happy Easter
Joyeuses Pâques
Frohe Ostern

4 comentarios:

  1. ¡Muchas gracias Gonzalo! en este año de blog es mucho el bien que has podido hacer, no sólo porque aterrizas, sino porque hablas desde una Fe enamorada... eso te hace luminoso, y es viene bien poner algo de luz en las tinieblas de nuestro mundo. Un gran abrazo pascual. Cristina

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  2. Feliz Pascua Gonzalo. Para ti y para todos los que nos sentimos unidos en torno a tus palabras y reflexiones. No es facil ese encuentro con Cristo si no se tiene la suerte de vivir una celebracion liturgíca honda y al tiempo alegre que sin quererlo y sin darte cuenta te hace ver y sentir a DIOS en torno a ti. Tus celebraciones y este blog consiguen esos sentimientos. Sigue ayundando a ver para creer. Un abrazo.

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  3. "Algunas tradiciones sociales (como, por ejemplo, las procesiones de Semana Santa y las fiestas patronales) o el ambiente familiar, aunque positivas, no son suficientes para alimentar una fe personal madura." Eso me hace pedir, no parar de pedir, la Gracia de Dios para nosotros, y SOBRE TODO para quienes de entre nuestros familiares, amigos y conocidos están más dispersos. Me da pena pero también espero, confío, que el Señor, y a través nuestro también en ocasión propicia, se les haga visible en cada pequeña cosa del entorno ("Cuando vivimos con los ojos abiertos... la vida es un continuo flujo de experiencias. La fe es la pequeña linterna que nos ayuda a ver esas experiencias que todos tenemos a la luz del Cristo resucitado").
    Gracias, amigo Gonzalo. ¡Feliz Pascua!

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  4. Tu blog es una guia, efectivamente. Y una familia. Aquí se encuentran también ánimos para llevar con paciencia, no pocas veces, las "ridiculizaciones" como dices. Practicamente estos sentimientos no se pueden compartir con nadie del entorno, ni amigos. Por lo cual, este blog es un bálsamo.
    Gracias x tanto!
    Piluca visontina

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