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martes, 28 de marzo de 2017

La "caja vacía"

Llevamos varios días reflexionando sobre asuntos serios. No viene mal de vez en cuando dejarnos conquistar por el humor. Desde hace años corre por internet un vídeo del humorista norteamericano Mark Gungorn en el que parodia las diferencias entre el cerebro del hombre y el de la mujer. No se trata de ningún estudio científico. No excluyo que en el trasfondo haya un cierto resabio machista. Pero si se mira con humor ayuda a entender cosas interesantes de la vida cotidiana. Quizá algunos conflictos entre matrimonios tienen que ver con el desconocimiento del modo de ser de cada uno. O, por decirlo con los ejemplos del vídeo, con el distinto modo de funcionar de sus cerebros. El concepto más divertido es el de “caja vacía” (nothing box), la capacidad que el varón tiene para abstraerse durante mucho y no hacer… nada. A la mujer le cuesta entender esta pasividad porque ella siempre está haciendo… algo. Y, como es lógico, imagina que los demás también tendrían que estar haciendo… algo siempre.



Me pregunto si esa “caja vacía” que se esconde en el cerebro del varón no es una forma de vencer la ansiedad. Si siempre estamos conectados, si siempre estamos pensando algo, haciendo algo, diciendo algo, preguntando algo, sintiendo algo, proyectando algo, soñando algo… llega un momento en que el motor se quema. ¡Hasta aquí hemos llegado! ¡Basta ya! C'est fini. 

Del cerebro femenino aprendemos la hiperconectividad: todo está relacionado. En décimas de segundo una mujer conecta el biberón del bebé, la pasta hirviendo, la factura del gas, el pantalón sin planchar del marido, la serie de televisión, los ruidos de los vecinos, los deberes escolares de la pequeña de la casa y la fiebre alta de la abuela. Esta capacidad hace de la vida algo eléctrico, envolvente, total. El resultado suele ser una atención detallista a todo y a menudo un cansancio crónico. 

Del cerebro masculino aprendemos el arte de la desconexión. El mundo puede seguir funcionando sin que nosotros tengamos que estar pendientes. Aunque uno se eche la siesta, el sol saldrá por el este, el niño dejará de llorar cuando se harte, las plantas seguirán creciendo y la clase política hará de las suyas. El resultado puede ser una pereza crónica y una falta de compromiso, pero también un poco de sosiego y tranquilidad. ¿No sería provechoso tener un cerebro dividido en dos mitades? ¿O ya lo tenemos? ¿De qué va el rollo de los hemisferios cerebrales? Os dejo con el vídeo y que cada uno saque sus propias conclusiones. 


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