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domingo, 22 de enero de 2017

Nunca es tarde para seguirlo

Es domingo. Aquí en Roma ha amanecido un día nublado. La temperatura es suave para esta época del año. Tendría que comentar la entrevista en exclusiva que el periódico español El País ha realizado al papa Francisco, pero tal vez diga algo mañana. Hoy prefiero respetar el carácter del domingo. El evangelio de este III Domingo del Tiempo Ordinario nos ofrece una catequesis sobre la llamada de los cuatro primeros discípulos de Jesús. Se trata de dos parejas de hermanos: Simón y Andrés; y Santiago y Juan. Los cuatro se dedican a la pesca con red en el lago de Galilea. El contexto de la llamada es dinámico. Jesús está caminando. Los llamados deben dejar todo (familia y trabajo) para ponerse también en camino. Se les ofrece una nueva tarea: ser “pescadores de hombres”; es decir, sacar a las personas de ese mar misterioso que es el mal del mundo, simbolizado por las aguas profundas del lago. El evangelista nos ahorra el proceso de discernimiento. Le interesa subrayar que la respuesta fue rápida: “Inmediatamente abandonan las redes, la barca y al padre, lo siguieron” (vv. 20.22). Historias como ésta se han repetido muchas veces a lo largo de los siglos. En los últimos días he sabido de Alberto Núñez, un alto ejecutivo que, dejando un sueldo de más de 150.000 euros anuales, se ha hecho jesuita. Y también he conocido la historia de Rocío Ruiz, que ha ingresado en la vida religiosa superados los 40 años. Pero como ellos hay más hombres y mujeres.

Es evidente que en Europa y América la vida religiosa está experimentando una drástica disminución de sus efectivos. No así en África y Asia, donde las vocaciones siguen aumentando. Dentro de una semana volveré sobre el tema. Los mayores están muriendo. Son muy pocos los jóvenes que optan por este singular estilo de vida. Y los pocos que lo hacen dan el paso más tarde que antes. Rocío tiene una explicación para este fenómeno: “Estamos en un momento de vocaciones tardías, pero es así para todo. Es tarde para la vida religiosa, pero también para ser madre, para el matrimonio, para emprender proyectos...”. Quizás el alargamiento de la vida, el retraso de los procesos de maduración y las condiciones sociales están condicionando el perfil de los nuevos llamados. Por eso, tal vez tengamos que desechar ya la expresión vocaciones “tardías” para hablar simplemente de vocaciones “adultas”. En cualquier caso, nunca es tarde para escuchar la llamada y seguirla, aunque el proceso formativo se complique un poco cuando uno tiene ya su vida hecha. ¿Tenemos la vida completamente hecha alguna vez?  En realidad, siempre estamos en camino. Se trata de hombres y mujeres que, tras años de una vida afectiva y laboral autónoma, sienten el cosquilleo de Jesús y su Evangelio y deciden seguirlo.

Esto suena extraño y culturalmente herético. Si algo se valora hoy es precisamente una vida afectiva y sexual intensa, una fuerte capacidad adquisitiva (siempre que el trabajo lo permita) y el máximo de autonomía personal. La vida religiosa se articula en torno a valores como la castidad, la pobreza y la obediencia, que son rasgos esenciales del estilo de vida de Jesús. A primera vista, parece que camina en dirección contraria a lo que el mundo considera imprescindible. Uno puede imaginar la enorme tensión psicológica a que están sometidos quienes deciden seguir esta senda. Por una parte, se sienten impelidos por tres necesidades humanas básicas (excepcionalmente subrayadas en nuestra sociedad): sexo, dinero y libertad; por otra, optan por tres ideales que parecen negarlas: castidad, pobreza y obediencia. ¿Qué se puede derivar de aquí? Es fácil adivinarlo: personas divididas y desquiciadas (en unos pocos casos, cuando el discernimiento se ha hecho mal) o personas con una humanidad dilatada (cuando obedecen a una vocación recibida y se ejercitan en sublimar sus pulsiones de acuerdo con sus ideales).

Estoy convencido de que la vida religiosa será minoritaria en los próximos años. Muchas de las funciones que ha realizado en el pasado han sido asumidas por los cristianos laicos o por la sociedad (sobre todo, en el campo educativo, sanitario y asistencial). Pero los pocos religiosos y religiosas que existan mostrarán que Dios es suficiente para llenar la vida de un ser humano. Serán como centinelas del Absoluto en medio de la noche. Nos recordarán a todos que la vida humana (el cuerpo, el afecto, el sexo, el trabajo, la política, el arte…) es hermosísima pero relativa. Serán como levadura en la masa, como una lámpara que se coloca encima de la mesa para que alumbre a toda la casa. Estoy convencido de que Jesús seguirá llamando a algunos hombres y mujeres a seguirlo. Y de que éstos dejarán “a su padre” (es decir, sus vínculos afectivos) y “sus redes” (es decir, sus estudios o trabajos) y lo seguirán con prontitud y alegría. Tendrán que aprender a amar no a una sola persona en singular sino a todas las que se crucen en su camino. Tendrán que dejar un trabajo profesional atractivo para dedicarse a hacer lo que hacía Jesús: enseñar, predicar y curar enfermos (es decir, dedicarse al anuncio del Reinado de Dios). Tendrán que renunciar a su proyecto para realizar la voluntad de Dios. Entonces sentirán en carne propia la verdad del salmo 15: El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano: me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad”.

Para los seguidores de Fernando Armellini, os dejo con el vídeo en el que explica con detalle el evangelio de este domingo.





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