La frase “lo
esencial es invisible a los ojos” se encuentra en el capítulo 21 de El
principito, la conocidísima obra de Antoine
de Saint-Exupéry que todo estudiante de francés tenía que leer,
traducir y comentar en mis años de bachillerato. En este capítulo, el
principito, que está explorando la Tierra, se encuentra con un zorro.
Empiezan a conversar. Acaban haciéndose amigos. Al cabo de un tiempo, el zorro le
revela al principito su secreto: “Solo
con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos”. La última frase
se ha convertido en un eslogan. Uno la encuentra tatuada en el cuerpo de
algunas personas, expuesta en paredes como pintada contracultural y citada por
literatos, artistas y filósofos que quieren invitarnos a ir más allá de las apariencias
en esta sociedad de la imagen. También se ha usado, por supuesto, para hablar
de Dios: la realidad más esencial de la vida y, al mismo tiempo, la más invisible.
Yo me voy a limitar a un breve comentario prenavideño.
En estos días que preceden a la Navidad muchas familias montan en casa sus nacimientos y árboles. Lo mismo
hacen las comunidades religiosas y otras instituciones. Es una forma de
anunciar que “las fiestas” (como muchos dicen ahora) están próximas. Luego
llegarán los “belenes vivientes”, las cabalgatas de los Reyes Magos, etc. Como
vivimos en una cultura audiovisual, queremos que todo se pueda ver, oír y tocar. Nos parece más auténtico, menos increíble. No
basta con decirles a los pequeños de la casa que los Reyes Magos los visitarán
en la madrugada del 6 de enero sino que hacemos lo posible para que puedan ver
y tocar a los Reyes que presentan El
Corte Inglés o el ayuntamiento de turno. Esto, en realidad, acaba matando
la magia de la fiesta. Como dice el periodista argentino Alejandro Dolina,
“no comprenden estas personas que es cien veces más verosímil un personaje que
no se ve jamás y tiene la apariencia de nuestros sueños que un cualquiera pintado
de negro, que se ha puesto el batón de nuestra abuela, se parece al tío Raúl y
huele a cerveza”. Un niño puede creer sin problemas en una figura que no ve. Es
más, eso es lo que dispara sus sueños. Los niños saben muy bien que “lo esencial es invisible a los ojos”. Nadie
como los niños tiene la capacidad de abrirse al misterio. Cuando queremos
hacerlo demasiado visible, lo banalizamos. El misterio queda reducido a mero
acertijo. Hay Reyes Magos que son un verdadero esperpento, el método más rápido
de arruinar la belleza de la infancia. Y quizá de vacunarnos de por vida contra
la belleza de lo invisible.
Claudio Baglioni interpreta una versión del Cántico de las criaturas de Francisco de Asís, el iniciador de la tradición de escenificar el nacimiento de Jesús.
He liedo este blog, condetenimiento y gozo,me encanta saber que hay otros seres que plasman cosas tan una sutileza tan elevada. galvida75@gmail.com, ojala un dia nos visites en Seattle.
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