Hoy acaba el mes de noviembre con la fiesta del apóstol san Andrés. Me viene a la memoria el dicho popular: “Por los Santos, la nieve en los altos; por san Andrés, la nieve en los pies”. No sé qué tal tiempo hace por ahí, pero aquí en Roma hemos amanecido con 2 grados de temperatura. Hace frío, pero la nieve tendrá que esperar. No es ésta una ciudad en la que nieve con frecuencia, aunque en febrero de 2012 cayó una nevada histórica. Pero no quiero hablar del tiempo sino del futuro. Hay muchos sueños
de niño que la ciencia y la técnica están haciendo realidad en nuestros días. Recuerdo
que cuando a principios de los años 60 se instaló el teléfono fijo en mi casa,
yo soñaba con que algún día todos pudiéramos llevar un teléfono con nosotros para hablar con cualquiera desde cualquier lugar. La telefonía móvil ha
realizado y desbordado con creces mi sueño infantil. En todos los rincones del
planeta encontramos personas con su adminículo en la mano comunicándose con
propios y extraños. Otro de mis sueños era que algún día los coches pudieran
volar y que los cielos se convirtieran en autopistas por las que cualquiera
pudiera transitar con su coche-avión. Técnicamente ya es posible. Dentro de
pocos años, cuando a la industria le interese y se resuelvan algunas cuestiones legales, se producirá el salto comercial.
Por último, aunque éste no era un sueño infantil sino más bien de adulto, he
deseado que el sol pudiera ser la energía básica para muchas de las actividades
que realizamos, incluso para la propulsión de los aviones. En el vídeo que he colocado
abajo se narra la vuelta al mundo realizada por los pilotos Bertrand Piccard
y André Borschberg, promotores del proyecto Solar Impulse, con
un avión ligero, de 72 metros de envergadura, propulsado por energía solar.
Reconozco que estos proyectos me fascinan. Llegará un día en que los aviones
comerciales podrán alimentarse con este mismo tipo de energía, con el consiguiente
ahorro económico y, sobre todo, sin contaminar el ambiente.
¿Qué pasaría si
los seres humanos nos dedicáramos a imaginar, apoyar y financiar proyectos que resolviesen
los verdaderos problemas humanos? Podríamos acabar con el hambre en el mundo,
con muchas enfermedades, con la falta de vivienda y agua potable, etc. Tenemos
capacidad para ello. Lo que ocurre es que a menudo los científicos deben
dirigir sus esfuerzos a otro tipo de objetivos. Y, lo que es peor, el mercado
utiliza los avances científicos y técnicos para lucrarse, aunque sea a costa de
los intereses de la mayoría. Siempre ha sido así y quizá siempre lo sea, lo
cual no tendría que impedirnos apoyar a todos aquellos que tienen la capacidad
de innovar, de alumbrar soluciones nuevas a problemas de siempre. Una sociedad que no promociona la ciencia está condenada a la mediocridad.
Aunque
provengo del mundo de las letras, siempre he sido un enamorado de la ciencia;
sobre todo, de la que busca mejorar la calidad de la vida humana y la
preservación del planeta. Por eso me duele que, debido a intereses mezquinos,
no hayamos avanzado más en muchos campos. Parece que algunas vacunas (por
ejemplo, la vacuna contra la malaria) no acaban de comercializarse por la fuerte
oposición de las industrias farmacéuticas que ven amenazadas las ventas de
medicamentos. Las energías renovables no prosperan más por los fortísimos
intereses de las corporaciones petroleras. Alguien podría argumentar que otros
campos (por ejemplo, la genética o la biotecnología) han moderado su paso por
motivos éticos. Aquí veo una diferencia sustancial. Una cosa son los intereses
económicos y otra muy diferente los criterios éticos. Me parece escuchar todavía
a mi profesor de Moral Fundamental: “No todo lo técnicamente posible es
éticamente realizable”. Este principio no supone una mordaza al avance
científico. Es sencillamente el único modo de asegurar que los avances no se
vuelvan contra el ser humano. Tenemos ya suficientes experiencias históricas
para ver que esto es posible. Ya sé que para los defensores del transhumanismo es
un debate pueril, porque ellos aspiran a ir más allá del hombre tal como hoy lo conocemos, pero para mí es de suma importancia. Sigo creyendo que este
pequeño ser llamado ser humano, un átomo perdido en la infinitud del universo,
es de una dignidad inviolable y nunca puede ser convertido en medio para la obtención
de otros fines porque él es un fin en sí mismo, aunque abierto al Absoluto de Dios.
Bueno, para no enredarnos
demasiado en asuntos de altura, os dejo con el vídeo prometido al principio.
Merece la pena conocer con detalle qué significa “volar con el sol”. El
proyecto es solo el comienzo de algo que en pocos años nos sorprenderá.
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