Hace tiempo que
no trabajo de manera regular con los jóvenes, pero procuro estar al día de lo
que sienten, buscan, imaginan y critican. Ellos constituyen un laboratorio permanente de
transformaciones personales y sociales. ¿Cómo son los jóvenes de Occidente y, más en concreto, los
europeos? Todas las radiografías resultan insuficientes porque son más los
rasgos que los diferencian que los que los unen. La diversidad es enorme. Hay tribus para todos los gustos. No obstante, la sociología habla
hoy de la “cultura EPIC” para referirse globalmente a las jóvenes generaciones. Sus cuatro
rasgos principales (agrupados en el acrónimo EPIC) ofrecen pistas para un diálogo
que puede extenderse también al campo de la fe. La E se refiere a Experiencial, la P a Participativa, la I a Basada en la Imagen y la C a Conectada. Merece la pena explorar un poco estos cuatro rasgos
de la cultura EPIC.
- Experiencial: Los jóvenes no se apasionan tanto por ideas nuevas o por normas morales cuanto por experiencias en las que ellos puedan sentir algo nuevo, en las que puedan aprender por contacto directo con la realidad. Una experiencia puede ser una excursión, un concierto de música, un evento deportivo… Algo que no los reduzca a meros oyentes o espectadores sino que los involucre y desafíe.
- Participativa: Los jóvenes no quieren, sin más, ser representados a través de otras personas sino que aspiran a participar directamente en la toma de decisiones. Por eso, no les convence mucho un tipo de democracia que se reduce a elegir a unos cuantos para que ellos –supuestamente en nombre de los electores– se conviertan en portavoces de sus críticas y propuestas.
- Basada en la Imagen: La cultura moderna se basaba, sobre todo, en la palabra. La cultura post-moderna se basa en la imagen. Para los jóvenes la imagen no es un simple decorado de la palabra sino que tiene una gran carga simbólica en sí misma. Por eso, las metáforas les llegan más que los conceptos; las películas más que los discursos; las fotos más que los textos. La lógica icónica sigue un derrotero muy diferente a la lógica verbal.
- Conectada: Los jóvenes pueden renunciar a muchas cosas, excepto a su teléfono móvil, a través del cual acceden al ancho mundo de internet. Para ellos, la red mundial no es solo una inagotable fuente de información y de recursos sino, sobre todo, un medio social, un espacio público en el que se mueven como Pedro por su casa. La paradoja es que, mientras más conectados están, más solos se sienten. La conectividad ha producido un nuevo tipo de individualismo –casi de solipsismo– que amenaza las verdaderas relaciones humanas.
Cada uno de estos
rasgos merecería algo más que un simple post.
Quizá los que tenéis hijos adolescentes y jóvenes o trabajáis con ellos en
distintos ámbitos (educativos, académicos, laborales, recreativos, pastorales) podéis
matizarlos a partir de vuestra experiencia. Pero si, en líneas generales, reflejan cómo son los jóvenes, entonces la cultura EPIC constituye un verdadero
desafío para la transmisión de la fe. Tendríamos que imaginar experiencias
vivas (y no simples catequesis) en las cuales ellos pudieran percibir y experimentar en carne propia alguno de
los armónicos de la fe cristiana (la interioridad, la fraternidad, el servicio,
etc.). Estas experiencias tendrían que implicarlos de manera activa. No pueden
ser productos "listos para llevar" (incluso con un envoltorio muy atractivo) sino que deberían hacerse contando con su
participación y siempre con una gran flexibilidad para irlos modificando sobre
la marcha. Se requieren más procesos e itinerarios que acciones aisladas. El lenguaje icónico tendría que tener predominio sobre el lenguaje
conceptual, aunque sin menospreciar éste para no incurrir en sentimentalismos
que, a la larga, empobrecen a la persona porque la privan de capacidad crítica.
Y todo debería ser accesible también en ese inmenso espacio público que es
internet, de manera que las experiencias fueran codificadas según los
lenguajes digitales. No podemos contentarnos con lo de siempre. Hay tarea por delante.
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