Ayer por la tarde me trajeron a un lugar llamado St. Paul Center of Renewal,
en Alfonso, provincia de Cavite, a casi cuatro horas de Manila. El lugar es
excepcional: amplio, tranquilo, rodeado de naturaleza y con todo lo necesario
para unos días de retiro, incluyendo la ausencia de conexión a internet. Así
que para colgar este post tengo que
servirme de algunas estrategias que bordean la legalidad. O, por lo menos, las
normas de la casa gestionada por una congregación femenina de origen francés.
Estaré aquí hasta el día 21 por la tarde. Esta misma mañana comienzo unos días
de retiro con un grupo de 45 claretianos entre los que hay filipinos (la
mayoría), vietnamitas, indios, indonesios y algunos españoles. Casi todos están
por debajo de los 40 años. Trabajan en diversos apostolados: desde la
educación, las parroquias o las publicaciones, hasta puestos de frontera con
los más pobres. A la habitual cordialidad oriental, unen un fuerte sentido
lúdico y una gran capacidad expresiva. Conozco a casi todos. Desde el primer
momento me he sentido en casa, aunque hacía ya nueve años que no visitaba el país.
Todo invita, pues, a la confianza y al sosiego.
¿Todo? No. A última hora ha surgido en mí un temor sordo que no es “miedo
escénico” o nerviosismo de principiante. Es algo más profundo. Tiene que ver
con el sentido de un retiro. ¿Quién soy yo para acompañar a estas personas en
su itinerario espiritual? ¿Con qué derecho voy a sugerir unas pistas cuando
muchos de ellos llevan caminando toda una vida y se han desgastado por la
misión? ¿Voy a enseñar algo a Bernardo, el más veterano, que cumplirá 90 años
dentro de tres días, a él, que fue secuestrado por la guerrilla musulmana de
Basilan hace un cuarto de siglo y que consiguió escapar sano y salvo? ¿A los
misioneros que arriesgan su vida en territorios controlados por el grupo
fundamentalista musulmán Abu Sayaf? ¿A Ric, que contrajo la malaria cerebral
estando en Timor Oriental, que lleva años luchando por recuperar algunas
facultades y que ha venido al retiro en su silla de ruedas, acompañado por dos enfermeros
que lo cuidan día y noche? Pueden parecer preguntas retóricas, pero a mí me
están dejando sin palabras. No pretendo decir a nadie lo que tiene que hacer o
dar directrices incuestionables. Quisiera limitarme a crear un espacio de
silencio y discernimiento en el que cada uno, abierto a la verdad de sí mismo,
pueda escuchar la voz de Dios. Aspiro a no interferir este proceso
personalísimo de escucha, a facilitarlo al máximo. Pero hay todavía algo más
para lo que solicito la ayuda de los amigos de este blog. A ese “algo más” responde el SOS que he lanzado en el título.
Un retiro implica un conjunto de objetivos, contenidos, dinámicas,
celebraciones, etc. Todo esto lo he preparado con antelación. Incluso entregaré
a cada participante un folleto a modo de manual de instrucciones para estos
días. Cuanto más y mejor preparo las cosas, más libre me siento para improvisar
sobre la marcha siguiendo los impulsos de cada momento. No tengo el menor
inconveniente en alterar el programa si de ese modo se responde mejor a las
necesidades de las personas y de la propia dinámica. Pero un retiro no se
reduce a la puesta en marcha de un programa: es una aventura interior en la que
casi todo es imprevisible. A veces hay factores externos (como el clima, la
alimentación, los espacios, etc.) que juegan su papel. Pero hay, sobre todo,
factores internos que condicionan el camino: temores, recuerdos, cansancios,
ansiedades, distracciones, deseos… Y hay una presencia misteriosa que guía
suavemente todo: el Espíritu Santo. Él es el verdadero maestro interior, el
responsable de que un retiro sea una experiencia de encuentro con Dios y de
transformación personal. Por eso, es preciso invocarlo con fe. Los maestros
clásicos confiaban más en el poder de intercesión que en las propias
capacidades o destrezas. Sin embargo, algunos retiros modernos parecen, más
bien, un ejercicio profesional de counseling
o de dinámica de grupos para el que no es necesario contar con ningún agente extraño. Yo me apunto sin duda a
la primera orientación. Esta es la razón por la que requiero vuestra ayuda. Me
siento más sereno sabiendo que un buen grupo de personas en diversas partes del
mundo está orando al Espíritu Santo para que los 45 misioneros que estamos
reunidos en el St. Paul Center of Renewal
nos abramos a su acción misteriosa y eficaz. Gracias por colaborar conmigo
en esta misión compartida.
Puedes ester seguro de que dssde este lugar de Europa no te va a faltar nuestra oración. Para que todo salga mejor de como lo tienes programado y para que los misioneros claretianos sigan creciendo porque en Europa y en España resulta cada vez más necesaria su labor. Será dificil que se pueda superar todo lo que tienes preparado pero, siguiendo tus enseñanzas, me atrevo a decirte que no olvides que es Dios quien hace y GONZALO un valioso instrumento para que el Espiritu Santo se haga presente entre tantos hombres generosos. Un abrazo
ResponderEliminarPuedes contar con mi humilde oración al Espíritu, para esos días.
ResponderEliminarCuenta con mi oración... Gonzalo, tu eres un instrumento valioso del que se sirve y servirá el Espíritu para que cada uno de los misioneros pueda sacar "de su bodega" lo mejor de ellos mismos, abriéndose a su acción... Confia, estamos todos contigo.
ResponderEliminarEn comunión de fe y vida desde Centroamérica.
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