Ha muerto a los
96 años. Una vida cumplida, entregada a Dios. Ha muerto en Victoriaville, en el
Quebec canadiense, a 5.740 kilómetros de Vic, Barcelona, su ciudad natal. Murió el pasado
30 de octubre en la residencia de mayores donde estaba alojado. Se llamaba
Josep Maria Viñas Colomer. Fue un misionero claretiano cabal, enamorado de san Antonio María Claret. Su casa natal, en la plaza mayor de Vic, estaba a pocos metros
del templo-sepulcro del santo. Hoy recuerdo su nombre en este rincón no solo
porque fue una persona influyente en mi vida –luego diré por qué– sino, sobre
todo, porque siempre me pareció un hombre bueno, uno de esos millones de seres
humanos que bendicen con su vida a Dios, uno más en la muchedumbre inmensa de Todos
los Santos, cuya solemnidad litúrgica celebramos hoy. La casi
coincidencia de su muerte y de esta fiesta es una clave para entender su vida. El P. Viñas vivía la santidad de la vida cotidiana, sin aspavientos. Era un apóstol de la sonrisa y de la ternura cuando estas armas se consideraban demasiado blandas porque eran tiempos de compromisos militantes.
No sé cuándo vi
por primera vez al P. Viñas, pero debió de ser a finales de los años 70. Me
sorprendieron su barba canosa (infrecuente entre los claretianos) y su sonrisa
tímida. Parecía que iba por la vida como pidiendo permiso para no molestar a
nadie. Antes de tratar personalmente con él, entré en contacto con sus
publicaciones. Él, junto con otros, preparó la edición de la Autobiografía de Claret del año 1959. Pasado
el concilio, asumió la tarea de explicar las Constituciones renovadas de los
claretianos (que él consideraba –aunque suene un poco extraño– más claretianas que las originales porque no
estaban ya sujetas al estricto esquematismo impuesto en el siglo XIX) y de
profundizar en el conocimiento de nuestro Fundador dando a conocer su
espiritualidad. A esto se han dedicado otros muchos, pero pocos como él han
tenido las dotes espirituales y pedagógicas para hacerlo cercano.
De hecho,
debo confesar que hasta el encuentro con él yo no acabé de reconciliarme con la
figura de san Antonio María Claret. Me parecía un santo demasiado decimonónico,
muy alejado de los intereses que yo tenía hacía años, poco conciliar (por
decirlo de una manera objetiva). Él dominaba el arte de la tiza sobre las
viejas pizarras negras o verdes. A base de ingenuos pero sugestivos dibujos era
capaz de explicar la espiritualidad misionera del santo arzobispo. Sus obras no
cuelgan en el Museo del Prado ni siquiera en alguno de los varios museos de Vic,
su ciudad natal, pero algunas corren de mano en mano en forma de estampas o
láminas. Una de las más conocidas es su famosa Nuestra Señora del Buen Humor que ahora mismo no tengo a mano. Podía explicarse
en catalán (su lengua materna), castellano, italiano, francés y un poco en
inglés. Él me dijo más de una vez que para un misionero era preferible hablar
cuatro lenguas mal antes que una sola, aunque fuese muy bien. Durante la década
de los años 80 del siglo pasado colaboramos en la animación de algunos cursos
de renovación claretiana. En el de 1989 se produjo un pequeño milagro que condicionó mi vida a partir
de entonces. Estábamos en Roma. Nos preguntábamos si habría algún método
típicamente claretiano de formación que tuviera sus raíces en la espiritualidad
de san Antonio María Claret. Él nos dijo que le parecía que los contenidos y el
proceso que él había vivido quedaban expresados en su famosa alegoría de la Fragua,
que os transcribo como la cuenta Claret en el número 342 de su Autobiografía:
“En un principio, que estaba en Vich, pasaba en mí lo que en un taller de cerrajero, que el director mete la barra de hierro en la fragua y, cuando está bien caldeado, lo saca y le pone sobre el yunque y empieza a descargar golpes con el martillo; el ayudante hace lo mismo, y los dos van alternando y, como a compás, van descargando martillazos y van machacando hasta que toma la forma que se ha propuesto el director. Vos, Señor mío y Maestro mío, pusisteis mi corazón en la fragua de los santos ejercicios espirituales y frecuencia de sacramentos, y así, caldeado mi corazón en el fuego del amor a Vos y a María Santísima, empezasteis a dar golpes de, y yo también daba los míos con el examen particular que hacía de esta virtud para mí tan necesaria”.
A partir de
aquella intuición –que yo llamaría iluminación– comenzamos a diseñar un
itinerario espiritual que ha ido madurando a lo largo de un cuarto de siglo.
Quizá algún día pueda compartir más detalles sobre él porque puede ser útil
para los amigos de este blog.
El P. Viñas vivió
muchos años en Roma. Los últimos 12 los pasó en Canadá. Allí reposan sus
restos, pero hay miles de personas en todo el mundo –soy testigo de ello– que
dan gracias a Dios por su vida y que ahora lo encomiendan a su misericordia.
Estamos rodeados de hombres y mujeres buenos. Son los santos que el Señor pone
en nuestro camino. Basta abrir los ojos del corazón para reconocerlos. Me parece que ellos son el mejor comentario al significado de la solemnidad de Todos los Santos. Ellos son bienaventuranzas hechas vida.
P.D.: Pocas horas después de publicar el post de hoy, dos visitantes del blog y amigos (uno desde San Petersburgo y otra desde Madrid) me han enviado la estampa a la que aludía antes. Una es en español y la otra en italiano. Aquí tenéis la versión en español, llena de ingenuidad. El Jesús arlequín no tiene desperdicio. Que Ella, Santa María del buen humor, nos ayude a no perder nunca la alegría. Además de ser síntoma de salud mental, es expresión de misericordia.
P.D.: Pocas horas después de publicar el post de hoy, dos visitantes del blog y amigos (uno desde San Petersburgo y otra desde Madrid) me han enviado la estampa a la que aludía antes. Una es en español y la otra en italiano. Aquí tenéis la versión en español, llena de ingenuidad. El Jesús arlequín no tiene desperdicio. Que Ella, Santa María del buen humor, nos ayude a no perder nunca la alegría. Además de ser síntoma de salud mental, es expresión de misericordia.
¡Gracias, Gonzalo! Filiación Cordimariana debe mucho al P.Viñas. Nos acompañó muy de cerca en lo que entonces llamamos "formulación del carisma" y a él le encomendó el Card. Tabera la "custodia" de la fidelidad a nuestras raíces claretianas durante los primeros años de nuestro caminar como Instituto Secular de pleno derecho... ¿Podemos decir que fue él también quien trabajó mucho para crear sentido de "Familia Claretiana"?
ResponderEliminar¡Ah!Tenemos a Nuestra Señora del buen humor. Te la envío.
Hoy sólo queda celebrar con él a todos los santos.
Hola Gonzalo. Mi primer encuentro con el fue precisamente en la antigua casa de Vic, en unos ejercicios espirituales, que impartió a nosotros, novicios de aquel año '86. Tengo grabada en mi mente y mi corazón la forma tan humana, sencilla y testimonial con la que nos explicó el Evangelio de la Elección de los Doce. Incluso con el dibujo en tiza que por su magistral sencillez nos transmitía la alegría de ese momento como si fuera el uno de los Doce. Un Santo tenemos en nuestra familia.
ResponderEliminarDamos gracias por la vida y obra tan claretiana del P. Viñas. Muchos que lo conocimos estamos contentos de haber tenido un maestro que nos presentó tan claramente la persona y espíritu del Fundador. Siga desde el cielo intercediendo por los que aún hacemos el camino claretiano.
ResponderEliminarLibardo cmf
Gonzalo, yo también tuve ocasión de compartir con él, en diferentes momentos de los que venía a Vic. Era un hombre que dejaba huella con sus palabras y con su manera de hacer, le recuerdo sencillo pero profundo, transmitiendo siempre mucha paz. Como tu dices, vivía la santidad de la vida cotidiana sin aspavientos. Oremos por él y con él.
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