Ayer terminé de
leer en italiano Ultime conversazioni, el
libro que recoge el extenso interrogatorio que le hace el periodista alemán
Peter Seewald al papa emérito Benedicto XVI. Es un libro de 235 páginas que no
revela nada especial para quien haya seguido la trayectoria de Joseph
Ratzinger, pero que aclara algunos puntos más controvertidos. A juzgar por el
título y, en ocasiones, por el tono un poco apologético, uno pensaría que es
una especie de testamento. O, quizá mejor, una confesión para la
historia. De principio a fin, se nota que la gran pasión de Joseph Ratzinger es la teología y la
enseñanza. Se siente, ante todo, como un profesor que fue llamado a ser pastor.
Con sencillez reconoce que no tiene muchas dotes de gobernante y que, por su
afición a sopesar mucho las cosas, pudo dar la imagen de un papa débil, poco
resolutivo. Él mismo considera que el papa Francisco, debido a su experiencia
como superior de los jesuitas y a su larga trayectoria pastoral como arzobispo
de Buenos Aires, está más preparado para el gobierno.
El libro contiene
reflexiones sobre cuestiones de fondo y también anécdotas curiosas. Con Juan
Pablo II y con Putin, Joseph Ratzinger hablaba en alemán porque ambos
personajes dominaban esta lengua. El texto de su renuncia lo escribió el mismo
Benedicto XVI en latín “porque una cosa tan importante se hace en latín” y
porque no quería cometer ningún error en italiano. Naturalmente, nadie conocía ese
texto con anterioridad, aunque sí la decisión de renunciar al ministerio petrino.
La elección de Jorge Mario Bergoglio supuso para él una sorpresa. Aunque lo conocía,
no lo consideraba entre el grupo de favoritos. “Cuando escuché su nombre,
primero me sentí inseguro –rememora Benedicto XVI–. Pero cuando vi cómo hablaba,
de Dios por un lado y de los hombres por otro, me puse de verdad muy contento”.
El hecho de que fuera elegido un papa latinoamericano “significa que la Iglesia
está en movimiento, es dinámica, abierta, con perspectivas de desarrollo, que
no está congelada en esquemas; ocurre siempre algo sorprendente, posee una
dinámica intrínseca capaz de renovarla constantemente”.
Confieso que lo
he leído con curiosidad y respeto. La figura de Benedicto XVI se agiganta a medida
que pasa el tiempo. Lo que más me ha impresionado es el diagnóstico que hace
sobre la evolución de la fe en Europa. Él cree que el proceso de secularización
seguirá avanzando y que probablemente la Iglesia constituirá una minoría que
tendrá que repensar a fondo su identidad y misión. Acostumbrado a estudiar la
historia, me da la impresión de que él ve estos ciclos con mirada larga, como
momentos evolutivos de un tiempo que le pertenece a Dios. Leyendo sus
respuestas precisas, he tenido la impresión de que el casi nonagenario Ratzinger
(en la primavera del próximo año cumplirá 90 años) se da la mano con el niño y
adolescente de fe profunda. Como si hubiera necesitado toda una vida –con múltiples
experiencias y estudios– para aprender a creer como cuando era niño en su
Baviera natal. Algo parecido a lo que dijo Picasso con respecto a la pintura.
Otro aspecto que
aborda con serenidad es su actitud ante las múltiples críticas recibidas por parte
de sectores progresistas y conservadores dentro de la Iglesia católica, de
muchos musulmanes y de bastantes medios de comunicación. Como buen intelectual,
trata de aprender a través de ellas. Como buen creyente, las encaja con
humildad y, en ocasiones, reconoce sus propios límites y errores, pero
situándolos en una perspectiva amplia en la que los aspectos luminosos dominan
sobre los oscuros. El periodista no renuncia a preguntarle por ninguno de los
temas más controvertidos (los casos de pederastia, el Vatileaks, el caso
Williamson, sus relaciones con Bertone, Sodano o Hans Küng). La verdad es que
se agradece conocer la versión que el protagonista da de muchos hechos que yo solo
conocía a través de los medios. A menudo, la información es coincidente, pero
en bastantes casos hay claras discrepancias. Otorgo más credibilidad al papa
emérito que a lo que algunos libros y artículos han publicado. El anciano papa se siente muy satisfecho de su obra Introducción al cristianismo (obra de juventud) y de los tres volúmenes sobre Jesús de Nazaret (obra de madurez):
El tiempo dará valor a cada una de estas obras. Para Joseph Ratzinger, nada de lo que ha vivido tendría sentido sin su fe en Jesús de Nazaret, el Cristo.
- I: Desde el bautismo en el Jordán hasta la Transfiguración;
- II: Desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección;
- III: La infancia de Jesús.
El tiempo dará valor a cada una de estas obras. Para Joseph Ratzinger, nada de lo que ha vivido tendría sentido sin su fe en Jesús de Nazaret, el Cristo.
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