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martes, 4 de octubre de 2016

Un octogenario se confiesa

Ayer terminé de leer en italiano Ultime conversazioni, el libro que recoge el extenso interrogatorio que le hace el periodista alemán Peter Seewald al papa emérito Benedicto XVI. Es un libro de 235 páginas que no revela nada especial para quien haya seguido la trayectoria de Joseph Ratzinger, pero que aclara algunos puntos más controvertidos. A juzgar por el título y, en ocasiones, por el tono un poco apologético, uno pensaría que es una especie de testamento. O, quizá mejor, una confesión para la historia. De principio a fin, se nota que la gran pasión de Joseph Ratzinger es la teología y la enseñanza. Se siente, ante todo, como un profesor que fue llamado a ser pastor. Con sencillez reconoce que no tiene muchas dotes de gobernante y que, por su afición a sopesar mucho las cosas, pudo dar la imagen de un papa débil, poco resolutivo. Él mismo considera que el papa Francisco, debido a su experiencia como superior de los jesuitas y a su larga trayectoria pastoral como arzobispo de Buenos Aires, está más preparado para el gobierno.

El libro contiene reflexiones sobre cuestiones de fondo y también anécdotas curiosas. Con Juan Pablo II y con Putin, Joseph Ratzinger hablaba en alemán porque ambos personajes dominaban esta lengua. El texto de su renuncia lo escribió el mismo Benedicto XVI en latín “porque una cosa tan importante se hace en latín” y porque no quería cometer ningún error en italiano. Naturalmente, nadie conocía ese texto con anterioridad, aunque sí la decisión de renunciar al ministerio petrino. La elección de Jorge Mario Bergoglio supuso para él una sorpresa. Aunque lo conocía, no lo consideraba entre el grupo de favoritos. “Cuando escuché su nombre, primero me sentí inseguro –rememora Benedicto XVI–. Pero cuando vi cómo hablaba, de Dios por un lado y de los hombres por otro, me puse de verdad muy contento”. El hecho de que fuera elegido un papa latinoamericano “significa que la Iglesia está en movimiento, es dinámica, abierta, con perspectivas de desarrollo, que no está congelada en esquemas; ocurre siempre algo sorprendente, posee una dinámica intrínseca capaz de renovarla constantemente”.

Confieso que lo he leído con curiosidad y respeto. La figura de Benedicto XVI se agiganta a medida que pasa el tiempo. Lo que más me ha impresionado es el diagnóstico que hace sobre la evolución de la fe en Europa. Él cree que el proceso de secularización seguirá avanzando y que probablemente la Iglesia constituirá una minoría que tendrá que repensar a fondo su identidad y misión. Acostumbrado a estudiar la historia, me da la impresión de que él ve estos ciclos con mirada larga, como momentos evolutivos de un tiempo que le pertenece a Dios. Leyendo sus respuestas precisas, he tenido la impresión de que el casi nonagenario Ratzinger (en la primavera del próximo año cumplirá 90 años) se da la mano con el niño y adolescente de fe profunda. Como si hubiera necesitado toda una vida –con múltiples experiencias y estudios– para aprender a creer como cuando era niño en su Baviera natal. Algo parecido a lo que dijo Picasso con respecto a la pintura.

Otro aspecto que aborda con serenidad es su actitud ante las múltiples críticas recibidas por parte de sectores progresistas y conservadores dentro de la Iglesia católica, de muchos musulmanes y de bastantes medios de comunicación. Como buen intelectual, trata de aprender a través de ellas. Como buen creyente, las encaja con humildad y, en ocasiones, reconoce sus propios límites y errores, pero situándolos en una perspectiva amplia en la que los aspectos luminosos dominan sobre los oscuros. El periodista no renuncia a preguntarle por ninguno de los temas más controvertidos (los casos de pederastia, el Vatileaks, el caso Williamson, sus relaciones con Bertone, Sodano o Hans Küng). La verdad es que se agradece conocer la versión que el protagonista da de muchos hechos que yo solo conocía a través de los medios. A menudo, la información es coincidente, pero en bastantes casos hay claras discrepancias. Otorgo más credibilidad al papa emérito que a lo que algunos libros y artículos han publicado.  El anciano papa se siente muy satisfecho de su obra Introducción al cristianismo (obra de juventud) y de los tres volúmenes sobre Jesús de Nazaret (obra de madurez): 


El tiempo dará valor a cada una de estas obras. Para Joseph Ratzinger, nada de lo que ha vivido tendría sentido sin su fe en Jesús de Nazaret, el Cristo.

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