Medía alrededor
de 155 centímetros. No era muy agraciado físicamente. En los últimos años de su
vida la apoplejía desfiguró algo su rostro redondeado. Nació en Sallent, un
pueblo constitucional de la Cataluña
profunda en 1807. A su lengua materna –el catalán– añadió después el
castellano, el francés, el latín y el italiano. Podía hablar y escribir en
estas cinco lenguas, aunque con errores comprensibles. Se movió en tres
continentes: Europa (España, Portugal, Francia e Italia), África (Islas
Canarias) y América (Cuba). Fue obrero tejedor, estudiante, cura diocesano, misionero
popular, fundador de diversas congregaciones e instituciones, arzobispo de Santiago de Cuba y confesor de la reina
española Isabel II. Fue, además, otras muchas cosas: predicador, escritor, director
espiritual, propagandista, promotor social, traductor y hasta padre del Concilio Vaticano I. Fue,
en la primera etapa de su vida misionera, un hombre admirado, querido y
solicitado. Pero fue también –sobre todo en los
últimos diez años– un hombre calumniado, vejado y perseguido. Algunas de las
caricaturas que le hicieron nos hacen sonrojar incluso hoy: pura pornografía. No
importa que los autores fueran los celebérrimos hermanos Bécquer.
Vivió una profunda noche oscura que lo colocó al borde de la depresión. El mismo que había imitado al Jesús que predicaba yendo de pueblo en pueblo lo imitó, al final, en su oración angustiada en Getsemaní y en su sufrimiento en el Gólgota. Jesús y María fueron sus dos grandes amores. Estaba enamorado de la Palabra de Dios y de la Eucaristía. Su ideal misionero lo condensó en pocas palabras. Se puede resumir en cuatro verbos: orar, trabajar, sufrir y buscar la mayor gloria de Dios y la salvación de los seres humanos. Murió con 62 años y diez meses en una celda anónima del monasterio cisterciense de Fontfroide, en el sur de Francia. Su corta cronología fue una profunda doxología. El tiempo humano se hizo adoración de la gloria de Dios. El que se había codeado con los grandes de la tierra (trató personalmente al papa Pío IX y a la reina Isabel II) murió fuera de su patria, desterrado y enfermo. Solo unos pocos fieles se mantuvieron junto a él y lo cuidaron con cariño extremo. Desde 1897 su cuerpo reposa en Vic, el lugar donde el 16 de julio de 1849 había fundado la congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María.
Vivió una profunda noche oscura que lo colocó al borde de la depresión. El mismo que había imitado al Jesús que predicaba yendo de pueblo en pueblo lo imitó, al final, en su oración angustiada en Getsemaní y en su sufrimiento en el Gólgota. Jesús y María fueron sus dos grandes amores. Estaba enamorado de la Palabra de Dios y de la Eucaristía. Su ideal misionero lo condensó en pocas palabras. Se puede resumir en cuatro verbos: orar, trabajar, sufrir y buscar la mayor gloria de Dios y la salvación de los seres humanos. Murió con 62 años y diez meses en una celda anónima del monasterio cisterciense de Fontfroide, en el sur de Francia. Su corta cronología fue una profunda doxología. El tiempo humano se hizo adoración de la gloria de Dios. El que se había codeado con los grandes de la tierra (trató personalmente al papa Pío IX y a la reina Isabel II) murió fuera de su patria, desterrado y enfermo. Solo unos pocos fieles se mantuvieron junto a él y lo cuidaron con cariño extremo. Desde 1897 su cuerpo reposa en Vic, el lugar donde el 16 de julio de 1849 había fundado la congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María.
Como ya habéis podido
imaginar, estoy hablando del fundador de mi congregación misionera, de san Antonio
María Claret, cuya fiesta celebramos hoy, en el 146 aniversario de su
muerte. Es difícil hacer la semblanza de una persona que ha cambiado la vida del
autor de este blog. Por otra parte,
podéis encontrarla más ampliada en una página web que hoy se pone a disposición
del público. Es la página del Centro de Espiritualidad Claretiana de
Vic. Os la recomiendo a todos los que tengáis interés en conocer más sobre la
vida de este testigo de Jesucristo. En ella encontraréis sus manuscritos, su autobiografía,
sus innumerables cartas escritas (epistolario activo) y recibidas (epistolario
pasivo), muchas de sus obras espirituales y pastorales, estudios sobre su vida
y espiritualidad, fotografías, imágenes, etc. Con vuestras sugerencias, podéis
contribuir también a mejorarla.
Antes he dicho que es difícil hablar sobre la persona que ha cambiado la vida de uno. No exagero. Sin el encuentro con san Antonio María Claret, yo no sería misionero, no viviría en Roma y no habría conocido a miles de personas de todo el mundo. Tal vez sería arquitecto, que era uno de mis sueños. Todo empezó de la manera más sencilla. Yo estudiaba en el Colegio Corazón de María (ahora se llama Colegio Claret) de Aranda de Duero. Alguien me regaló un libro titulado Recuerdos del Beato P. Claret, arzobispo y fundador. Estaba firmado por un tal Juan Echevarría, claretiano. Había sido escrito antes de que Claret fuera canonizado en 1950. Yo, con poco más de 10 años, devoré aquel libro lleno de anécdotas y comencé a sentir el deseo de ser alguien como el misionero de Sallent.
Antes he dicho que es difícil hablar sobre la persona que ha cambiado la vida de uno. No exagero. Sin el encuentro con san Antonio María Claret, yo no sería misionero, no viviría en Roma y no habría conocido a miles de personas de todo el mundo. Tal vez sería arquitecto, que era uno de mis sueños. Todo empezó de la manera más sencilla. Yo estudiaba en el Colegio Corazón de María (ahora se llama Colegio Claret) de Aranda de Duero. Alguien me regaló un libro titulado Recuerdos del Beato P. Claret, arzobispo y fundador. Estaba firmado por un tal Juan Echevarría, claretiano. Había sido escrito antes de que Claret fuera canonizado en 1950. Yo, con poco más de 10 años, devoré aquel libro lleno de anécdotas y comencé a sentir el deseo de ser alguien como el misionero de Sallent.
“San Antonio María Claret fue un alma grande, nacida como para ensamblar contrastes: pudo ser humilde de origen y glorioso a los ojos del mundo. Pequeño de cuerpo, pero de espíritu gigante. De apariencia modesta, pero capacísimo de imponer respeto incluso a los grandes de la tierra. Fuerte de carácter, pero con la suave dulzura de quien conoce el freno de la austeridad y de la penitencia. Siempre en la presencia de Dios, aún en medio de su prodigiosa actividad exterior. Calumniado y admirado, festejado y perseguido. Y, entre tantas maravillas, como una luz suave que todo lo ilumina, su devoción a la Madre de Dios”.
¡Feliz fiesta de san
Antonio María Claret!
A todos mis hermanos claretianos, a los miembros de
la Familia Claretiana, a los admiradores y devotos del Santo y a quienes hoy visitéis este blog. Que san Antonio María Claret interceda por nosotros para que seamos fieles y felices en nuestra propia vocación y hagamos felices a los demás trabajando por un mundo mejor.
Feliz fiesta de nuestro P. Fundador
ResponderEliminarGracias por este mensaje, me siento y soy claretiano
ResponderEliminarGracias por esta refleccion que tambien es un bonito testkmonio de su fe y vocacion! Claret vive!
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