Son las 6 de la mañana. Entro en el Blogger de Google, veo cómo le ha ido al post del día anterior y cuelgo el del día en curso en “El rincón de
Gundisalvus”. Es mi primer encuentro diario con Mr.
Google, un potentísimo motor de búsqueda que lo mismo me sirve para saber
quién fue madame Curie que para descargar un vídeo en su herramienta You Tube o buscar una dirección en Google Maps. Así que una de las primeras
cosas que hago al comenzar el día es guglear.
Este verbo no está recogido por la RAE, pero en inglés hace tiempo que se
usa to google. Wikipedia lo presenta así: “Como resultado de la
creciente popularidad y predominio del motor de búsqueda de Google, el uso del
verbo transitivo to google ha crecido por todas partes. El neologismo se
refiere comúnmente a la búsqueda de información en internet, sin importar qué
motor de búsqueda se utiliza”. No tardaremos en incorporar este neologismo
al español. ¿Quién de nosotros, asiduos internautas, no ha buscado información
a través de Google?
Son las 9 de la mañana. Entro en mi despacho. Reviso el correo del
día y, por lo general, también mi cuenta de Facebook.
Echo un vistazo a todas las cosas que se les han ocurrido a mis amigos de
la red social. Compruebo que llevan razón los que acusan a Facebook de ser un escaparate para exhibicionistas. Pero se trata de
exhibiciones simpáticas y amigables. Naturalmente, yo formo parte de este grupo
elástico. En realidad, estoy feisbuqueando.
No tengo conciencia de que se use un verbo semejante en inglés; por
supuesto, que no existe en español y menos de la manera groseramente fonética
como yo lo he escrito. Pero todos los usuarios de esta red lo entienden. Feisbuquear significaría curiosear lo que
han colgado en Facebook nuestros
amigos, colocar algunos Me gusta aquí
y allá y, si la ocasión se tercia, colgar algo en el propio muro o en el de
aquellos amigos que ingenuamente lo han dejado abierto.
Son las 10 de la mañana. Tengo una vídeoconferencia con claretianos
de diversas partes del mundo. Conecto Skype
y comenzamos la conversación. En algunos momentos comparto la pantalla para
explicar gráficamente algún asunto. Si alguno de los intervinientes está en
un lugar con mala conexión, a veces se queda descolgado o no nos llega bien
su señal. De todos modos, la fibra óptica se va difundiendo cada vez más. A
través de Skype mantenemos una reunión
de trabajo sin necesidad de tener que desplazarnos a otro lugar. Estamos eskaipeando. No sé lo que los académicos
van a pensar de mí si cae en sus manos este post.
Por supuesto, que el término no existe en español y ni siquiera en inglés. Me lo
invento (con la e inicial que facilita la pronunciación española) para describir una actividad que cada vez es más común; sobre todo,
entre aquellos que viven alejados y necesitan comunicarse gratuitamente.
O sea, que en el
arco de cuatro o cinco horas he conjugado tres verbos que no existen (guglear, feisbuquear y eskaipear) y me
he quedado tan tranquilo. Como yo, muchos millones de personas han hecho lo
mismo. A esta lista, se podrían añadir más verbos como tuitear (este sí es admitido por la RAE), instagramear, guasapear o yutubear.
Nuestra vida se ha hecho más fácil –y, al mismo tiempo, más complicada–
debido al uso de estos verbos y de las herramientas de comunicación que los
facilitan. La técnica ha producido hábitos y los hábitos han creado palabras.
Como las palabras y los hábitos no son inocuos, nuestra manera de
pensar y sentir está cambiando también sin que advirtamos cómo y en qué dirección.
En este campo se multiplican los estudios, pero yo me atengo de momento a la simple observación. Y lo que veo es que todos estos medios favorecen un tipo de comunicación rápida, a menudo visual, que facilita el intercambio de mensajes. Pero, a cambio, percibo que éstos se han despersonalizado. Juegan con la ironía, el impacto, el ingenio… pero dejan fuera las emociones que solo se logran en el encuentro interpersonal. Por otra parte, generan una ansiedad que nos pasará factura con el paso del tiempo. Queremos respuestas rápidas a nuestros mensajes (que, por otra parte, multiplicamos sin ton ni son), examinamos su eco social, nos exponemos demasiado al juicio ajeno… Iremos aprendiendo a ser usuarios y no adictos, creadores y no solo consumidores.
En este campo se multiplican los estudios, pero yo me atengo de momento a la simple observación. Y lo que veo es que todos estos medios favorecen un tipo de comunicación rápida, a menudo visual, que facilita el intercambio de mensajes. Pero, a cambio, percibo que éstos se han despersonalizado. Juegan con la ironía, el impacto, el ingenio… pero dejan fuera las emociones que solo se logran en el encuentro interpersonal. Por otra parte, generan una ansiedad que nos pasará factura con el paso del tiempo. Queremos respuestas rápidas a nuestros mensajes (que, por otra parte, multiplicamos sin ton ni son), examinamos su eco social, nos exponemos demasiado al juicio ajeno… Iremos aprendiendo a ser usuarios y no adictos, creadores y no solo consumidores.
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