La incomunicación
nos va matando lentamente. Cuando alguien no nos habla o cuando nosotros
dejamos de hablarle a alguien vivimos una especie de asesinato. Sin las
palabras de los demás no sabemos quiénes somos. Por eso, es tan importante
practicar el arte de la comunicación a todos los niveles. Esto es
particularmente necesario en las familias y en las comunidades porque son
ámbitos en los que compartimos la vida, no solo el trabajo o la diversión. Es
verdad que en la comunicación humana hay varios niveles. A menudo, nos movemos en el de la cortesía. Con muchas
personas apenas pasamos de ahí: “Buenos
días, buenas tardes, ¿cómo estás?”. En el ámbito académico o laboral
compartimos, además, muchas informaciones de diverso tipo: desde los resultados
de un partido de fútbol hasta asuntos relacionados con el estudio o la
profesión. Si hay suficiente confianza y
libertad de expresión nos atrevemos también a dar nuestra opinión sobre los más
diversos temas relacionados con la política, la economía, el sexo, la religión, el deporte, etc.
Pero solo en el ámbito de la amistad solemos compartir los
sentimientos; es decir, ese fondo emocional que acusa el impacto que nos han
producido las diversas experiencias de la vida. No resulta fácil decir: “Me siento solo, me siento derrotado, me siento feliz, me siento incomprendido, me siento expectante”. Los varones, en particular, no hemos sido muy educados para este tipo de comunicación.
Los
sentimientos revelan mucho de nosotros, son una puerta de acceso a la
intimidad. Por otra parte, tememos que sean tratados como simples opiniones; es
decir, que sean argüidos o rechazados por los demás. Por eso no abundan las personas
dispuestas a comunicarse a este nivel. Y, sin embargo, es el que más nos libera
y enriquece.
En la comunicación de sentimientos funciona una regla de oro que, bien administrada, se convierte
en una poderosa palanca de crecimiento personal. La regla es sencilla, conocida y practicable: “Cuando comparto mis sentimientos negativos
(tristeza, agresividad, pereza, celos, envidia, etc.), éstos pierden
gran parte de su fuerza destructora. Por el contrario, cuando comparto mis sentimientos
positivos (alegría, satisfacción, esperanza, ilusión, etc.), éstos se refuerzan”. Las
personas que encuentran ámbitos en los que es posible practicar este tipo de
comunicación exorcizan de esta manera sus demonios y refuerzan sus ángeles; es decir, comunicándonos a este nivel podemos superar la negatividad que a menudo nos bloquea y desarrollar todas las fuerzas positivas que llevamos dentro. ¿No es así como
vamos creciendo en libertad y felicidad?
Os dejo con un
vídeo de Nacho Lozano, un tipo que me parece simpático y creativo. Que tengáis
un buen día. Hoy puede ser una buena oportunidad para comunicarnos a un nivel más profundo con algunas de las personas que tenemos cerca.
Querido Gonzalo,
ResponderEliminarMe alegra mucho poder reafirmar con tus reflexiones aquello que siempre he sentido, el comunicar los sentimientos aporta mucho más de lo que creemos que nos pueda quitar, es más, nos potencia. Gracias por tu compartir con este ansioso foro de escucha. Voy tarde en la lectura de posts. Un abrazo y feliz día.