Ayer fue el
segundo día de nuestro encuentro de Sri Lanka. Evocamos dos acontecimientos de
signo contrario: los atentados del 11-S (acaecidos hace 15 años) y nuestro
encuentro con el papa Francisco (acaecido hace un año). El primero nos recuerda
la violencia que sacude nuestro mundo; el segundo nos invita a mirar al futuro
conjugando tres verbos de esperanza: adorar,
caminar y acompañar. Por la tarde tuvimos una interesante conferencia a
cargo de un renombrado teólogo srilankés, el redentorista Vimal Tirimanna.
Comenzó poniendo sobre la mesa una pregunta retórica que le formulan muchos católicos
europeos y americanos: ¿Tiene futuro la
Iglesia en Asia? Con ironía, nos ayudó a ver que esta pregunta procede de
un contexto un poco triunfalista y que, en el fondo, esconde una gran
ingenuidad. El cristianismo nació en Asia. Hay antiguas comunidades cristianas
de diversos ritos esparcidas por varias regiones: maronitas (Líbano), siro-malabares
y siro-malankeses (India), etc. Luego lanzó el dardo más provocativo: Jesús fue asiático. Aunque Palestina es
el lugar de encuentro (y, a menudo, desencuentro) de tres continentes (África,
Asia y Europa), Jesús fue, sobre todo, un hombre de cultura oriental. Y aquí
está la paradoja. Pasados los siglos, los misioneros europeos volvieron al continente,
casi siempre de la mano de los colonizadores, para anunciar a Jesús. Solo que
esta segunda vez el Jesús asiático venía revestido con ropajes demasiado europeos. El Evangelio sonaba demasiado a catálogo de dogmas y normas. Era
un Jesús grecolatino que los asiáticos ya no reconocían como uno de los suyos.
Para que la evangelización en Asia pueda dar fruto se requiere lo que él denominó un “doble bautismo”: el bautismo del Jordán (es decir, el diálogo con las grandes tradiciones religiosas surgidas en el continente) y el bautismo del Calvario (es decir, el compromiso con los millones de pobres que viven en el continente más poblado de la tierra). Sin pasar por estos dos bautismos, todo intento de presentar a Jesús está llamado al fracaso, será considerado un producto de importación.
Para que la evangelización en Asia pueda dar fruto se requiere lo que él denominó un “doble bautismo”: el bautismo del Jordán (es decir, el diálogo con las grandes tradiciones religiosas surgidas en el continente) y el bautismo del Calvario (es decir, el compromiso con los millones de pobres que viven en el continente más poblado de la tierra). Sin pasar por estos dos bautismos, todo intento de presentar a Jesús está llamado al fracaso, será considerado un producto de importación.
Añadió todavía
algo que resulta desafiante para los europeos y americanos. “Ustedes –vino a
decirnos con un aire un poco autosuficiente– son dualistas. Han hecho del principio
de contradicción la base de su pensamiento. Todo lo plantean dilemáticamente: o
Dios o el hombre; o religión o política; o espiritualidad o compromiso social…”.
Por el contrario, los asiáticos son personas que han crecido en el ideal de la
armonía, en la síntesis de contrarios. Todo lo que es verdadero, bueno y bello –venga
de donde venga– puede armonizarse. Por eso, uno encuentra en la India o en Sri
Lanka eminentes científicos que son profundamente religiosos y aun místicos;
poetas que se interesan por las matemáticas; monjes que abren orfanatos; políticos
que oran en público; hindúes y budistas que rezan ante la estatua de san Antonio
de Padua, etc.
A medida que
hablaba, se despertó mi espíritu crítico. En esto soy incurablemente europeo. Eché
de menos en la conferencia del profesor Vimal Tirimanna una sana autocrítica, pero eso no me impidió abrirme a los retos que nos lanzaba a nosotros, misioneros. En particular, sentí una
llamada grande a desnudar a Jesús de su ropaje europeo (el “se viste de Zara”
del título de este post es una forma humorística
de aludir a esto) y a redescubrirlo como un hombre asiático, habitante de este
inmenso continente que hoy reúne casi a dos tercios de la humanidad. Un Jesús
menos grecolatino (es decir, menos racionalista y normativo) y más palestino (es
decir, más sapiencial y contemplativo) seguramente conectaría con el alma religiosa
de los orientales, sería aceptado como un enviado
de Dios que nos muestra el camino hacia él. En fin, demasiadas sugerencias para
una tranquila tarde de domingo en este monasterio de Montefano donde transcurre
nuestro encuentro.
Gracias por compartirlo. Me ayuda a tener una visión más amplia y a crear nuevas inquietudes.
ResponderEliminarGracias.
Gracias, Gonzalo, por llevarnos hasta allá tan lejos y meternos con tu novedoso relato en esa importante y esperanzadora asamblea de la Congregación.
ResponderEliminarTe comparto el mensaje que les envié por diversos canales, por si no les ha llegado:
"Queridos Hermanos del Encuentro de Sri Lanka,
los acompaño de corazón y me atrevo a hacerles una invitación cordial: retomen sin miedo y con audacia profética los proyectos del anterior sexenio que el capítulo desconoció:
- el talante peculiar y las prioridades de la Misión claretiana en cada continente.
- el proyecto "Solidaridad y Misión" que articula JPIC, Procuras y Proclades.
- el equipo internacional de animación bíblica.
- el plan de nuevas tecnologías al servicio de la misión"
José Fernando Tobón