No me gustan las
despedidas. Hay algunas que son rutinarias, obligadas. No dejan jirones en el
alma. Forman parte del normal protocolo de llegadas y salidas. Pero hay otras que
parecen un anticipo de la muerte, un corte siempre abrupto en el curso de las
relaciones. Mi vida de misionero está llena de saludos y despedidas. Son
incontables las veces que he tenido que despedirme de familiares, amigos, colaboradores o
conocidos. Con un poco de humor se podría decir que me dedico, entre otras
cosas, a despedirme. Lo suelo hacer de manera breve. Detesto esas despedidas
interminables que prolongan el desgarro o los abrazos. Tengo un compañero que suele decirle a otro
con un poco de sorna: “Te despides más veces que los borrachos”. Un borracho
que se precie siempre se inventa una última copa para prolongar la situación.
Yo ahorro palabras y gestos, quizá porque pienso que si no hay una verdadera
relación, tampoco hay lugar para muchos ritos. Y si la hay, la distancia física
no es capaz de interrumpir la presencia.
Me sorprende que
hoy muchos jóvenes no usan ya la expresión adiós.
Les parece demasiado formal y definitiva. Aunque no vayan a verse durante
mucho tiempo, se despiden diciendo un hasta
luego. Me gusta esta segunda expresión porque subraya que cuando dos personas se
quieren la relación nunca se corta. Aunque pasen semanas, meses o años sin
verse, enseguida se ponen a tono. En este sentido, toda separación es solo un hasta luego. Pero me gusta también la
primera porque encomienda a Dios la vida de la persona amada. En realidad, la
expresión Adiós es un apócope de
frases más largas como: “Ve con Dios”, “A Dios te encomiendo”, etc. Decirle a
alguien adiós significa abrir la
relación a un nivel mucho más profundo que el de los sentimientos. Te dejo con
Dios significa que no estás solo y que en Dios nos encontramos siempre más allá
del espacio y del tiempo.
Escribo estas
notas horas antes de tomar mi vuelo de regreso a Roma, después de más de un mes
fuera de casa, en contacto con muchas personas que han iluminado mi vida.
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