Hoy, hace 40 años, hice mi
primera profesión como misionero claretiano en Castro Urdiales, Cantabria. Estaba a punto de acabar el verano
de 1976. Franco había muerto casi un año antes. Se respiraba aire de cambio,
pero con amenazas de diverso signo. Un grupo de seis jóvenes, entre 18 y 20
años, emitimos nuestros votos de pobreza, castidad y obediencia. ¿Se trataba de
un acto inconsciente? No, en absoluto. Era una entrega plenamente consciente,
pero con la (in)madurez propia de la edad. Lo que he aprendido a lo largo de
este tiempo es que Jesús no llama a gente perfecta para coronar una carrera de
éxito. Llama a quien quiere para invitarlo “a estar con él y evangelizar”. Se
trata de empezar un camino de aprendizaje que dura toda la vida. Así que 40
años no es más que una parte del camino. Por lo general, solemos celebrar los
25 (plata) y los 50 (oro), como si fueran aniversarios de relieve. A mí personalmente
me gusta el número 40 por sus resonancias bíblicas. Israel peregrinó 40 años en
el desierto. Jesús ayunó durante 40 días. En mi particular peregrinación he
aprendido algunas lecciones:
Todo lo que somos lo hemos recibido. Frente a quienes defienden la teoría del “hombre hecho a sí mismo”, yo he experimentado
lo contrario: lo mejor de mi vida (comenzando por mi familia, mi entorno y mis oportunidades)
lo he recibido como un regalo inmerecido. En palabras de la Escritura, todo es
gracia, incluso algunas experiencias que, a primera vista, parecían negativas y
desagradables. Como es de bien nacidos ser agradecidos, hoy le digo a Dios con
las palabras de María: “Proclama mi alma
la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”.
La vida es un tapiz multicolor. Contemplado
por el reverso, uno solo ve hilos de diversos colores que se entrecruzan, una especie
de laberinto inexplicable. En 40 años ha habido tiempo para casi todo: éxitos,
fracasos, sueños, frustraciones, tentaciones, búsquedas… Solo cuando uno
contempla el tapiz por el anverso observa que Alguien –una mano invisible llena
de amor– ha ido tejiendo una figura hermosa con la multitud de hilos. Quien da
sentido último a la vida no es uno mismo (siempre frágil e inconstante) sino el
Dios que nos llama y nos sostiene. Vivimos de pura misericordia. Somos carne de
perdón.
El amor y la alegría prevalecen sobre el odio y la tristeza. Si uno se dedica a hurgar en las heridas propias y ajenas
siempre encuentra motivos para el rencor y la tristeza. Somos tan limitados que
no necesitamos bucear mucho para percibir que nunca estamos a la altura de lo
que prometemos. Pero esta visión nace del orgullo. Miradas las cosas con
humildad, uno percibe que Dios ha ido escribiendo su historia con el barro
frágil de nuestra vida. Más allá de las experiencias
placenteras o desagradables, lo único que permanece es la certeza de que somos
amados por nosotros mismos y que, por tanto, podemos también amar a los demás. Esta
convicción, probada en el banco de la adversidad, llena el corazón de una
alegría profunda y duradera.
En fin, no quiero cansaros con demasiadas
reflexiones. Si se me concediera la posibilidad de volver a empezar, ¿lo haría?
Sí, sin duda. Con más consciencia que hace 40 años y también con mucha más humildad. He tenido tiempo suficiente para comprobar que “los dioses y
señores de la tierra no me satisfacen” (por atractivos que sean) y que solo Él,
el Señor, es “el lote de mi heredad” (Sal 15). Cuando uno es joven siente una atracción especial por cosas hermosas que, con el paso del tiempo, se demuestran efímeras. Hoy amo estas cosas más que ayer, pero me siento menos atrapado por ellas. Cuando Dios comienza a conquistar nuestro corazón, nada es comparable a esta seducción. Gracias, Padre, por esta
aventura de amor. Seguimos caminando. Nunca en solitario. Siempre acompañado por la multitud de personas que has ido poniendo en el camino de mi vida.
Felicidades Gonzalo, gracias a Dios por el don que nos legara el Padre Claret. Una grande obra sin duda, y tu una bendición para muchos que contamos con tu amistad tu sabiduría fruto de tu inmadurez de la juventud, un abrazo fraterno y de nuevo felicidades
ResponderEliminarFelicidades!!! Comparto y te
ResponderEliminaracompaño en esta accion de gracias por estos 40 años de fidelidad y entrega al Señor. Gracias por compartir-lo
Muchas felicidades para ti y para todos los que tenemos la suerte de conocerte de verdad y poder aprender de tu vida y de tus palabras. Si creo que la llamada es obra de Dios pero solo algunos responden y se atreven a seguir la llamada. Y es fruto de humildad reconocer que todo viene de Dios y no creernos autores de nuestra vida pero supongo que podrás con tus palabras también sacarnos de la idea de que todo está dicho y que el ser humano poco aporta a lo que ya está establecido. Y que hay que esforzarse por luchar contra el hombre malo que también explica San Pablo. Un abrazo
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