La historia de
hoy tiene que ver con este blog. Hace unos meses escribí una entrada titulada Las campanas de la iglesia de mi pueblo.
Fue un pequeño desahogo poético provocado por la hermosa foto que un fotógrafo
local hizo con su potente teleobjetivo. Ahora me sorprendo de que el ayuntamiento
de mi pueblo natal haya decidido incluir un fragmento del texto en el programa de las fiestas
patronales de este año. Ha sido una agradable sorpresa. Uno nunca saber adónde
van a parar los textos que escribe. Nunca imaginé que una entrada de este
humilde blog acabara junto al horario
de misas, procesiones, bailes públicos y demás festejos propios de una fiesta
popular. Pero este hecho simple me hace pensar en el destino de lo que cada uno
de nosotros decimos o escribimos. Las
palabras se las lleva el viento solemos repetir para indicar que lo que
importa en la vida son los hechos. Pero hace más de medio siglo que Bob Dylan
nos enseñó a descubrir que The answer, my
friend, is blowing in the wind (La respuesta, amigo mío, está flotando en
el viento). Ese viento hace que nuestras palabras, cual semillas volanderas,
acaben germinando en los terrenos más insospechados. Por eso importante saber qué
decimos y por qué lo decimos.
Durante el mes de
agosto se celebran en España innumerables fiestas patronales. En torno a la Virgen de agosto, muchos pueblos y
ciudades se dan cita para celebrar la fuerza de la vida. Los seres humanos
necesitamos interrumpir el negocio
para dar cabida al ocio. Es una
necesidad personal y también social. Necesitamos tomar la medida de lo que
somos. Durante el año, encerrados en nuestras casas, ocupados en nuestros
trabajos, no sabemos bien a quién pertenecemos, qué lazos nos unen a nuestros
vecinos, por qué vivimos en comunidad y no simplemente como piezas de un
mecanismo anónimo. Las fiestas patronales ponen de relieve nuestras comunes señas
de identidad, celebran valores compartidos, refuerzan los vínculos de unión.
Este proceso es mucho más visible en los pueblos que en las ciudades. Con mucha
frecuencia, en el centro de estas fiestas está la figura de la Virgen María. Es
probable que en el subconsciente de muchas personas, ella sea como un sustituto
del tótem tribal, pero para la mayoría
representa la Madre de la comunidad. No hay experiencia de fraternidad sin la
existencia de un padre y una madre. Cuando el pueblo grita ¡Viva la Virgen del Pino! (o de la Paloma, o del Camino, o del
Rocío) está ensalzando a la Madre de Jesús –es obvio– pero está también
cantando la alegría de pertenecer a la misma familia. Donde hay una Madre común, todos somos hermanos. Gustavo Bueno, el polemista
filósofo ateo que acaba de morir, solía ser muy crítico con los derechos humanos
que se autofundamentan. ¿En virtud de qué voy a reconocer a otro ser humano
como hermano mío –la famosa fraternidad universal, tan cacareada y tan
vulnerada– si llevamos siglos negando la existencia de un Padre común? No imaginaba que un sencillo texto insertado en un programa de fiestas patronales pudiera llevarnos hasta el problema filosófico de la fundamentación ontológica de los derechos humanos. Pero el discurso es como un cesto de cerezas. Si tiras de una, las demás vienen en ristre.
Felicidades Gonzalo, me imagino como se han sentido tus compatriotas de Vinuesa al leer el escrito, ellos que conocen el campanario, el tañido de las campanas…
ResponderEliminarTus textos, realmente, no sabemos donde van a parar… A mi me ayudó a darme cuenta de ello cuando tuve la sorpresa de ver uno de tus artículos, que yo había compartido, a las personas que llegó y que también ellas compartieron y expresaron que les gustó…
Es importante saber qué decimos y por qué lo decimos y también saber que tendrá un eco diferente, según la persona que lo lea…
La devoción a María, en sus diferentes advocaciones, está muy extendida, pero nos falta sentir y experimentar este sentimiento de hermandad…
Muchas gracias, Gonzalo.