El tiempo romano
ha durado poco. Regresé de África hace apenas una semana. Escribo de nuevo desde el continente negro. Llegué ayer a Libreville, la
capital de Gabón, cuando el sol se estaba ya poniendo
por el horizonte del océano Atlántico. Los atardeceres tropicales son muy
cortos. Es como si la noche cayera en picado. El día comenzó a las 4 de la
mañana en Roma. Luego, escala de tres horas en París y rumbo a África. Cada vez que
sobrevuelo el inmenso desierto del Sahara
me acuerdo de dos personajes que han influido en mi espiritualidad: Charles de Foucauld
y Carlo Carretto. Los
dos son hombres del desierto. En las inmensidades del Sahara se enfrentaron al Absoluto y acabaron seducidos. Dios los llevó al desierto para hablarles al corazón. Y ellos supieron responder con generosidad.
Las lecturas
del 15 Domingo del Tiempo Ordinario –y especialmente el evangelio– son
tan jugosas que necesitaríamos todo el domingo para hacerlas nuestras. En el
vídeo que pongo al final, Fernando Armellini nos ayudará a entender el
trasfondo de la parábola del “buen samaritano”. Yo me limito, como suelo hacer
cada domingo, a poner el foco en un solo punto.
Del relato de Jesús me sorprenden los verbos. En el caso del sacerdote y del levita, todo se reduce a dos: dar un rodeo y pasar de largo. Son nuestros verbos cotidianos. Cada vez que percibimos una necesidad y no estamos dispuestos a atenderla hacemos lo mismo: damos un rodeo y pasamos de largo. Gastamos la existencia conjugando estos dos verbos que denotan insensibilidad, indiferencia, comodidad, cobardía, prisa, egoísmo… No afrontamos las cosas, no queremos complicarnos la vida, nos refugiamos en nuestra agenda. Alguien hará algo.
Del relato de Jesús me sorprenden los verbos. En el caso del sacerdote y del levita, todo se reduce a dos: dar un rodeo y pasar de largo. Son nuestros verbos cotidianos. Cada vez que percibimos una necesidad y no estamos dispuestos a atenderla hacemos lo mismo: damos un rodeo y pasamos de largo. Gastamos la existencia conjugando estos dos verbos que denotan insensibilidad, indiferencia, comodidad, cobardía, prisa, egoísmo… No afrontamos las cosas, no queremos complicarnos la vida, nos refugiamos en nuestra agenda. Alguien hará algo.
El samaritano, por el contrario, tiene una gramática
más rica. Jesús no ahorra
detalles para describir su actitud. Emplea un mínimo de ocho verbos: lo vio (1), sintió lástima (2), se acercó
(3), le curó las heridas con aceite y
vino (4), se las vendó (5), lo montó en su cabalgadura (6), lo llevó a una posada (7) y lo cuidó (8). Aún podríamos añadir uno
más: pagó la cuenta al posadero.
Jesús está describiendo un amor que se despliega en los mil detalles de la vida
concreta. Algo parecido hace san Pablo cuando habla de los rasgos del amor en
su primera carta a los Corintios. El papa Francisco ha hecho un comentario detallado
de este himno en la exhortación Amoris
Laetitia. Lo aplica a los esposos, pero vale para todos: Nuestro amor cotidiano. Os invito a leerlo con calma.
Necesitamos
personas que sepan conjugar estos verbos. Ver las necesidades de los demás, sentir
compasión desde las entrañas, acercarse (no tener miedo al contagio), curar con
el aceite del cariño y el vino de la alegría, vendar con ternura, acompañar,
cuidar… ¿Es necesario hacer algún curso en alguna universidad para aprender a
conjugar estos verbos? Los mejores hombres y mujeres los traen de serie y los van afinando con la
práctica cotidiana. Los un poco ilustrados siempre corremos la tentación de
practicar más el par de verbos levítico-sacerdotal: dar un rodeo y pasar de largo. Pero nunca
es tarde para detenerse. Este domingo la palabra de Jesús es una invitación
clara y delicada.
No me olvido del vídeo de nuestro amigo Fernando Armellini. Algunos acabaréis aprendiendo italiano con sus explicaciones dominicales. O, por lo menos, un poco de exégesis, que nunca viene mal para enriquecer nuestra formación bíblica.
Quizá este vídeo sin palabras ilustre con un ejemplo de hoy qué significa "ser humanos".
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