Me cuesta
entender el Brexit, pero la vida está
llena de casos irracionales. Leo en los periódicos digitales de España, Italia
y Reino Unido infinidad de reacciones. Hasta parece que se han recogido ya más
de dos millones de firmas para pedir la convocatoria de un nuevo referendo, lo cual demuestra
hasta qué punto muchos votaron de manera visceral y ahora se arrepienten de las consecuencias. Actuaron en plan hooligan, aunque fueran dulces abuelitas del Cambridgeshire con una pamela en la cabeza y una taza de té en la mano. No sé qué curso tomarán los acontecimientos a partir de ahora,
pero el daño está hecho. O quizá se han disparado las alarmas. ¡Atención, luz roja! No hay mal que por
bien no venga. El Brexit va a exigir repensar
la Unión Europea.
Puede servirnos para darnos cuenta de que un cuerpo sin alma pronto se
corrompe.
De las elecciones generales en mi país prefieron no decir nada por el momento. Quizá comente algo cuando se conozcan los resultados. Estoy tan fuera de juego que no escribiría con el suficiente conocimiento de causa. Además, hoy es mi 34 aniversario de ordenación sacerdotal. Prefiero que dominen los sentimientos de gratitud sobre los de enojo o frustración. ¡Que no decaiga!
Pero volvamos al asunto de Europa porque pueden cambiar muchas cosas. La Unión Europea es un cuerpo gigantesco: 28 países y 500 millones de
personas. Tiene miles de funcionarios y emana miles de directivas comunitarias. Posee una
moneda casi común (el euro) y un
espacio donde casi circulan
libremente las personas y los bienes y servicios. Posee una bandera y un himno.
Dispone de un Parlamento y de una Comisión. Es la primera potencia económica
mundial, aunque en las listas internacionales cada país figura por separado. Pero –siempre hay un pero– este inmenso organismo parece más un robot
que un cuerpo animado. Le falta alma, aunque su inspiración fue muy clara. En
su día hubo muchas reticencias a incluir en la Constitución europea una
referencia a las raíces cristianas del continente. Quizá lo de menos es la expresión escrita. Pero, ¿hay alguna forma de entender Europa sin el cristianismo? Es conocido el dicho
del literato alemán Johann Wolfgang von Goethe: “Europa se hizo peregrinando a
Santiago de Compostela”. Hoy en Europa tenemos muchos caminos de peregrinación.
A los tradicionales (Roma, Santiago de Compostela, Czestochowa, Montserrat,
Loreto, Walsingham, etc.) se unen otros más recientes como Lourdes, Fátima o
Taizé, que congregan a miles de personas y refuerzan nuestra condición de
“pueblo en marcha”.
Para la socióloga francesa Danièle Hervieu-Léger, el
paradigma del “peregrino” –a diferencia de los paradigmas del “observante” y
del “militante”, típicos de décadas pasadas– es el que mejor caracteriza a los
creyentes europeos de hoy, e incluso a muchos hombres y mujeres que buscan un
nuevo sentido a su vida en momentos de crisis y transición. Solo cuando salimos
de nosotros mismos y nos ponemos a caminar con otros descubrimos quiénes somos
y cuál es nuestra misión. Europa necesita centralizar muchos servicios esenciales (en materia fiscal, diplomática, de defensa, etc.) y descentralizar otros que pueden ser cubiertos por
instancias más cercanas al ciudadano, según un normal principio de
subsidiaridad. Pero necesita, sobre todo, un alma, una mística común que le permita
peregrinar con sentido y, desde su
matriz cristiana, integrar otros muchos elementos, incluida la cultura laica que se ha ido gestando en los últimos siglos. Necesita creer en los valores (libertad, igualdad, fraternidad) que la han forjado a lo largo de los siglos. Necesita sentirse a gusto con lo que es, infundir esperanza. Necesita acoger e integrar a los que vienen. Necesita combinar un fuerte sentido de unidad continental con un respeto exquisito a la diversidad. Tiene que abandonar las luchas intestinas, los procedimientos interminables, la burocracia excesiva, etc. Si no reacciona a tiempo, los
populismos y extremismos conquistarán el espacio social y la fragmentación acabará
con ella. Volveremos a los egoísmos nacionales o regionales, a los deseos de
dominio. No son descartables estallidos de diverso género. ¿O es que la
historia no sirve para nada?
Hoy es el XIII Domingo del Tiempo Ordinario. Nos merecemos una pausa de descanso y celebración. Os dejo,
como siempre, con el vídeo de Fernando Armellini.
Felicidades Gonzalo. Me uno a tu acción de gracias. Que Dios Padre te conceda poder celebrarlo muchos años más, y que María te acompañe siempre en tu camino.
ResponderEliminarGracias por tu SI al sacerdocio y por todo el bien que haces...
Un abrazo
¡Felicidades, Gonzalo!
ResponderEliminarNo sabía de ese aniversario ni mucho menos la coincidencia. Ya no se me olvida. ¡Doy gracias contigo! Un abrazo
Feliz Aniversario Sacerdotal hermano. Y gracias por compartirnos tu "peregrinar".
ResponderEliminarFelicidades Gonzalo por tu aniversario,
ResponderEliminarDoy gracias a Dios por tu sacerdocio que ha sido y es de donación generosa hacia el mundo en el que habitas tú y el resto del mundo. Que Dios te siga acompañando y bendiciendo en tu andadura, con ello esperamos los que te leemos seguir sintiendo Su presencia. A seguir conversando que falta hace. Un abrazo