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jueves, 23 de junio de 2016

Celebrar es un arte

No sé en qué terminará el referéndum británico de hoy. Aquí, en Kenia, no he podido seguir los debates. Yo soy partidario de que el Reino Unido se quede en la Unión Europea sin poner demasiadas condiciones. Diferentes somos todos, no solo los británicos. Lo que importa es saber renunciar a algunas peculiaridades para reforzar el conjunto. Me parece claro que a los Estados Unidos les interesa una Europa unida y fuerte mientras que China prefiere una Europa fragmentada y débil. Que cada cual saque las consecuencias. ¿O es que Europa aspira a ser dominada por el gigante asiático? África parece cada vez más una sucursal de la poderosa China. Ayer me enteré de que entre las numerosas obras que los chinos están llevando a cabo en este continente, sobre todo en el área subsahariana, se encuentra una nueva línea ferroviaria que unirá Nairobi con Mombasa. ¿Hace falta mucho ingenio para adivinar por qué a los chinos les interesa conectar por ferrocarril el principal puerto de Kenia con la capital del país? No, no es para facilitar la movilidad de los kenianos y contribuir a la articulación y desarrollo del país. Bueno, no sé por qué he empezado con este tono político porque, en realidad, hoy quiero hablar de lo vivido ayer. El famoso Brexit me ha extraviado.




Ayer nos dimos cita en la parroquia “Sagrado Corazón” de Shanzu todos los claretianos que trabajan en Kenia, Uganda y Tanzania. El motivo era celebrar juntos los 25 años de la llegada de los primeros claretianos a estas tierras de África oriental y reforzar el sentido de pertenencia a la Delegación de San Carlos Lwanga creada hace apenas dos años. Tanto la comunidad que regenta la parroquia como los feligreses se volcaron en la organización con una destreza y entrega que me emocionaron. Empezamos con una misa de acción de gracias en swahili que duró algo menos de tres horas. La verdad es que solo la homilía del delegado episcopal se comió 40 minutos. ¡Menos mal que esta fue en inglés, aunque confieso que eché más de una cabezadita! El tono monótono y el calor no estimulan la atención. 

Los cantos y las danzas pusieron ritmo y colorido. Con todo, los católicos de África oriental no son tan expresivos como los de Congo, Nigeria o Camerún. Aquí todo es un poco más comedido. Tras la misa y las fotos de rigor, tuvimos una sesión de actuaciones escolares y de discursos. El mío fue demasiado formal, pero, por lo menos fue breve. La comida fue espectacular, comenzando por el rito del lavado de manos. Puestos en rigurosa fila, una mujer nos rociaba las manos con jabón líquido, otra vertía agua con una jofaina y una tercera nos ofrecía un trozo de papel para secarlas. Así purificados, podíamos desfilar con nuestro plato y cuchara ante las viandas expuestas en varias mesas multicolores. No hace falta decir que la mayoría de los voluntarios vestía camisetas estampadas para la ocasión y que la música sonaba a todo volumen. Situados bajo unas carpas blancas, con nuestro plato haciendo malabarismos, pudimos seguir las actuaciones de un grupo de jóvenes que dramatizaban una historia vocacional (I want to be a priest, gritaba un muchacho que se oponía a los deseos de sus padres) y la de otro que bailaba como solo los africanos saben hacer. Todo acabó con la bendición y corte de la inmensa tarta conmemorativa de los 25 años. Ni que decir tiene que a lo largo de la fiesta casi todo el mundo estaba pendiente de su teléfono móvil haciendo llamadas, fotos, enviando mensajes, etc. La comunicacionitis es ya una epidemia universal para la que no hay cura. África no es una excepción sino, más bien, su manifestación extrema.

¿Por qué os cuento estos detalles? Por una sola razón: mostrar que los africanos disfrutan con la fiesta sin la sofisticación que se da en otros lugares. Disfrutan con la misa larga, con los cantos y danzas, con la comedia, con los desfiles, con los discursos, con la comida…Yo me descubro a mí mismo con el freno de mano echado; es decir, contento, pero con ganas de que todo termine cuanto antes para estar tranquilo y dedicarme a mis cosas. Esta diferencia entre disfrutar en grupo y estar en mis cosas caracteriza bastante bien la diferencia entre el talante africano y el europeo. No hay más remedio que aprender otra lección. ¿Cuántas van ya?

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