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lunes, 30 de mayo de 2016

Pequeños gestos producen grandes cambios

¿Qué joven no quiere cambiar el mundo? Cuando salimos de la infancia y nos damos cuenta de que el mundo real no es como el que nuestros padres nos contaban, se produce un choque.  Es muy probable que pronto nos hayamos acostumbrado a las reglas de juego del mundo real. Pero también puede ser probable que sigamos soñando con un mundo diferente. Todo joven con inclinaciones políticas repetirá como un mantra que no bastan cambios cosméticos, que se requieren cambios estructurales. Con el paso del tiempo, uno se da cuenta de que pequeños gestos, hechos con convicción y regularidad, acaban produciendo cambios de gran alcance. No son puramente cosméticos sino transformadores. Pueden parecer insignificantes, pero expresan una nueva manera de relacionarnos con los demás y con el medio ambiente. He aquí un pequeño catálogo:

1. Cuidar la limpieza de los espacios públicos. Cuando uno pasea por algunos pueblos y ciudades siempre encuentra por las calles papeles y cartones, botellas de plástico, latas de cerveza, envases vacíos, excrementos de perro, chicles pegados... Los ayuntamientos suelen gastar mucho dinero en recoger la basura acumulada y limpiar todo. Casi nunca lo consiguen. ¿Qué hacer? No se trata solo de invertir más dinero sino, sobre todo, de cambiar hábitos sociales. Recuerdo que cuando era pequeño mi madre me repetía: "No es más limpio quien más limpia sino quien menos ensucia". ¿No tendríamos que acostumbrarnos desde niños a cuidar los espacios públicos (calles, plazas, parques, escuelas, hospitales, estaciones, etc.) como si fueran nuestra casa? Es triste gastar dinero en limpiar algo que podría mantenerse limpio con hábitos de urbanidad.

2. Evitar las pintadas (grafitti). Nunca he entendido qué extraño placer se encuentra ensuciando con un spray las paredes de un edificio, los monumentos o los autobuses y trenes a base de mensajes y frases reivindicativas u obscenas. Me parece una de las manifestaciones más anticívicas que se puedan imaginar. Pero es raro encontrar una ciudad en la que no haya pintadas de diverso tipo. Se salvan solo algunas artísticas en lugares escogidos. Limpiarlas exige mucho tiempo y recursos. Ese dinero podría ser destinado a financiar necesidades sociales. En muchos lugares es tal la incuria, que se produce un efecto reclamo: cuantas más hay, más se hacen.

3. Respetar las normas de los transportes públicos. En casi todos (autobuses, tranvías y trenes) suele haber asientos especiales reservados para los ancianos, discapacitados, embarazadas, etc. Hace años era práctica común ceder inmediatamente estos asientos a quienes podían necesitarlos. Hoy parece casi una excepción. La falta de sensibilidad social es notoria. Me duele ver a jóvenes ensimismados con sus móviles o auriculares y cómodamente sentados mientras al lado hay ancianos que tienen que viajar de pie porque nadie les deja un puesto. Es solo un síntoma del "sálvese quien pueda". Yo he llegado primero, tengo derecho a ocupar un puesto. El que venga detrás, que se aguante. No importa que sea una persona anciana, enferma o en condiciones de necesidad.

4. Prestar ayuda a quien la necesite. Las ciudades son espacios peligrosos para personas ciegas, sordas, con dificultades de movilidad, etc. A veces, hay continuas barreras arquitectónicas que impiden un movimiento ágil y seguro. Una sociedad civilizada es la que presta atención a quien lo necesita mediante gestos que pueden parecer pequeños (ayudar a un ciego a cruzar un paso de peatones, ayudar a subir una silla de ruedas en el autobús, etc), pero que hacen más llevadera la vida de las personas con dificultades. Siempre hay que pensar que en otras circunstancias podemos ser nosotros los que precisemos de la ayuda de los demás. "Trata a los demás como te gustaría ser tratado" es un principio universal que hace viable la vida en sociedad.

5. Depositar la basura de manera diferenciada. Cada vez son más los pueblos y ciudades que ofrecen contenedores diversos para depositar en ellos la basura según categorías. Y cada vez es más frecuente que lo hagamos en nuestras propias casas. Muchos elementos pueden ser reciclados o tratados. Quizá en esto las generaciones más jóvenes nos llevan la delantera. El problema es cuando el esfuerzo ciudadano no va acompañado por las correctas prácticas públicas. Por ejemplo: el servicio municipal que recoge los diversos contenedores colocados en mi calle vierte su contenido en el mismo camión, con lo cual no sirve de nada la raccolta differenziata que hemos hecho los ciudadanos.

6. Respetar los espacios sin humo. Desde hace años hemos avanzado mucho en este asunto. Ya no se fuma en los locales cerrados. Los jóvenes han tomado conciencia de los riesgos del tabaco. Los fumadores, antes de encender un cigarrillo o un puro, suelen preguntar a los demás si les molesta. Pero todavía hay que seguir dando pasos. Ya no es solo una cuestión de respeto a los derechos de los demás, sino también una cuestión de salud. Los estados gastan mucho dinero en intentar curar las secuelas del consumo de tabaco. Esos recursos, como en otros muchos casos, podrían destinarse a cubrir las verdaderas necesidades de los ciudadanos. Este aspecto social todavía no se tiene muy en cuenta. Se suelen ver las cosas como un mero asunto de libertad individual en el que nadie tiene que entrometerse.

La lista podría alargarse muchísimo más. Resulta descorazonador que tengan que emplearse tantos recursos públicos en corregir problemas que podrían abordarse de otro modo con prácticas ciudadanas responsables. Esos mismos recursos deberían destinarse a la mejora de la educación, la sanidad y a la atención a los más vulnerables.

3 comentarios:

  1. Efectivamente da mucha tristeza ver cómo se ensucian las ciudades y se considera por muchos que ya se limpiará que para eso pago impuestos. Y lo del tabaco, tremendo es que ahora hueles los porros y eso parece que algunas tendencias politicas lo toleran con más comprensión. Tu catalogo qué dificil es verlo en los programas de los ecologistas.

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    1. Vivir en sociedad es un arte. No venimos "programados" para esto. Tenemos que aprender hábitos.

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  2. Gonzalo, la frase que te decía tu madre, la misma, tal cual, me la decía también mi madre a mi y yo, también se la he repetido a mis hijos.
    Creo que, los puntos que has citado, son también fruto del individualismo. Mucha gente vive reclamando derechos y no siendo consciente de los deberes que tenemos como ciudadanos y/o miembros de una familia, comunidad... Es necesario recuperar el consejo de Jesús: servir... somos llamados a servir no a ser servidos.

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