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domingo, 29 de mayo de 2016

Nociones de matemática cristiana

En muchos países del mundo hoy se celebra la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo. En el Vaticano, como en algunos otros países, se celebró ya el pasado jueves. Para muchos, esta celebración litúrgica está asociada a las procesiones más o menos vistosas que se organizan en numerosos lugares; algunas son de fama mundial por su belleza y participación popular.

Cada año, cuando llega esta fiesta, se suelen repetir las mismas ideas: que la expresión “cuerpo de Cristo” se aplicó a la Iglesia antes que al pan eucarístico; que no se puede separar la adoración al Cristo presente en la Eucaristía del compromiso liberador con el Cristo presente en el pobre; que la Iglesia hace la Eucaristía y la Eucaristía hace la Iglesia; que la caridad es la mejor expresión de espiritualidad eucarística, etc. Todas nos ayudan a enfocar lo que celebramos para no perdernos en aspectos secundarios. Pero quizá lo mejor es ir directamente a la Palabra de Dios. Este año se nos propone como Evangelio un fragmento del capítulo 9 de Lucas, que transcribo en su versión litúrgica:
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban.
Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.»
Él les contestó: «Dadles vosotros de comer.»
Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.» Porque eran unos cinco mil hombres.
Jesús dijo a sus discípulos: «Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta
Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.
Como todos los domingos, os sugiero que escuchéis el comentario del biblista italiano Fernando Armellini. Él nos no ofrece las claves de cada una de las tres lecturas en el texto escrito y del Evangelio en el vídeo.


Por mi parte, quiero subrayar solo un aspecto que puede parecer secundario a primera vista. He puesto en negrita las veces que el texto de Lucas se refiere a números: 12 (los apóstoles), 5 (los panes), 2 (los peces), 5.000 (los hombres reunidos); 50 (el número de miembros de cada grupo) y 12 (los cestos con las sobras). 

Aparte de otros significados simbólicos, esta abundancia de números en un fragmento breve parece indicar una mentalidad calculadora. Ante las necesidades de la gente, los apóstoles se comportan como nos comportamos hoy nosotros. Ellos dijeron: "Que vayan a las aldeas próximas a buscar alojamiento y comida”. Nosotros decimos: “Que provean los gobiernos, que es su responsabilidad; que trabajen las ONGs; que se haga una buena planificación…”. Son los argumentos razonables de quienes creemos que los problemas solo se resuelven a base de ciencia y técnica; de política y economía; de previsión y planificación. Jesús les pide que no echen balones fuera, que les den ellos de comer. Entonces, cuando apela a su responsabilidad, se sienten en apuros: apenas tienen provisiones. 

Jesús transforma el encuentro con la gente en una eucaristía: parte de la realidad (tomó lo que había)confía en la acción de Dios (lo bendice) y entrega el resultado (lo parte y distribuye). 

Hace años algunos exégetas siempre explicaban el milagro desde la teología del compartir tan en boga en los años 70-80 del siglo pasado. Según ella, Jesús se limitó a provocar la solidaridad de todos. Los cinco panes y los tres peces no son sino el símbolo de las pequeñas provisiones que cada uno tenía. Puestas en común, multiplican su eficacia. Sin desdeñar esta perspectiva, me parece que lo que está en juego es algo más profundo. Ante las necesidades humanas, ¿nos fiamos solo de nuestras previsiones, cálculos y recursos o confiamos en la sobreabundancia de Dios? Esta es la cuestión decisiva. La solemnidad del Corpus Christi nos confronta con la fe en el poder multiplicador de Jesús, "pan de vida para el mundo". Los hombres y mujeres de hoy somos un poco reticentes a creer en un poder que no sea fruto de nuestro ingenio o, a lo más, de nuestra solidaridad.

Un día como hoy merece la pena escuchar una buena versión del Panis angelicus, con letra de santo Tomás de Aquino y música de César Franck. Os pongo el vídeo con la interpretación del tenor Andrea Bocelli y luego el texto en latín con su traducción al español.



Latín
Castellano
Panis angelicus
fit panis hominum;
Dat panis coelicus
figuris terminum:
O res mirabilis!
manducat Dominum
Pauper, servus, et humilis.
Te trina Deitas
unaque poscimus:
Sic nos tu visita,
sicut te colimus;
Per tuas semitas
duc nos quo tendimus,
Ad lucem quam inhabitas.
Amen.
El pan angelical
se convierte en pan de los hombres;
El pan del cielo
acaba con las antiguas figuras:
¡Oh, cosa admirable!
se alimentan del Señor
los pobres, los siervos y los humildes.
Te rogamos,
Dios, uno en tres,
que así vengas a nosotros,
como a ti te damos culto.
Por tus caminos
guíanos adonde anhelamos,
A la luz en la que moras.
Amén.

4 comentarios:

  1. Gracias por tu párrafo: Jesús transforma el encuentro con la gente en una eucaristía: parte de la realidad (tomó lo que había), confía en la acción de Dios (lo bendice) y entrega el resultado (lo parte y distribuye).
    Me ayuda a salir de la rutina de la interpretación de siempre.
    Y gracias por la traducción del Panis angelicus

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    1. El "complejo vitamínico" que Jesús nos dejó para saciar el hambre del mundo es la Eucaristía, con todo lo que esto implica. La Eucaristía sacramental se prolonga siempre en la Eucaristía existencial.

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  2. Qué cierto es lo poco que confiamos en la acción de Dios, en la Divina Providencia y en su omnipotencia.

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    1. Es una de las cuestiones que más cuesta afrontar en nuestro contexto secularizado. En general, se suele reducir a Providencia de Dios al desarrollo de nuestras capacidades humanas para afrontar las situaciones de la vida. No queda espacio para "otro tipo" de intervención divina.

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