Tras la tregua
humorística de ayer, volvemos a la batalla. Y nunca mejor dicho porque el poema
que luego voy a poner utiliza esta imagen bélica. Aunque, bien pensado, voy a
empezar con una nota de humor. Cuesta entender hoy el significado del carisma
de la castidad. No hay que poner las cosas más difíciles de lo que son, pero
tampoco hay que obsesionarse por explicarlo todo y por disfrutar de plausibilidad
social. Recuerdo a este respecto una simpática anécdota vivida cuando era
estudiante de teología. Durante un verano participé con otros compañeros en los
trabajos de reparación del tejado de nuestra casa. A quince metros del suelo,
en traje de faena, uno de los albañiles jóvenes nos preguntó con picardía:
“Pero vosotros, ¿nada de nada?”. Un compañero respondió sin dudar: “Nada de
nada”. Difícilmente se puede insinuar más con menos palabras. El campo de la
sexualidad se presta como pocos a las piruetas lingüísticas. El primer “nada”
aludía a la intensidad (mucho, algo, nada). El segundo se refería a la especie
(esto, aquello, nada). A nuestro compañero albañil le resultaba imposible
entender dos “nadas” en los sumandos y una “nada” superlativa en el resultado.
El diálogo acabó en un intercambio de risas porque un tejado no daba para más
argumentos. Pero la cuestión estaba servida.
Vistas las cosas
con la perspectiva de los años, se me hace difícil explicar ese “nada de nada”
cuando los medios de información, un día sí y otro también, reportan casos de
sacerdotes y religiosos infieles a su promesa de castidad: desde los crímenes
de la pederastia hasta historias de todo tipo. ¿Alguien se va a creer que estamos
hablando de una experiencia verdadera y no de un cuento chino? Infidelidades se
dan y es mejor llamarlas por su nombre. Pero –aun siendo graves las que todo el
mundo imagina– me duelen también los que hace años llamé “los otros pecados contra la castidad”. Porque, en realidad, los religiosos no hemos sido llamados
solo a abstenernos de relaciones sexuales sino a entregar nuestra vida a Dios y
a las personas. El verdadero “pecado contra la castidad” es replegarse en uno
mismo, llevar una vida cómoda y egoísta y no servir. Si se me permite la hipérbole,
hemos sido “expropiados” para no ser más una propiedad privada sino un bien de
interés público: para ser todo para todos, sin exclusividades. Así que, en
realidad, el “nada de nada” tendría que entenderse como “todo para todos”.
Os dejo con el
poema escrito por un anciano claretiano, conocido en todo el mundo: Pedro Casaldáliga. El título del soneto resume bien su contenido, que, como veréis, es
bellísimo e incisivo.
AVISO PREVIO A UNOS MUCHACHOS
QUE ASPIRAN A SER CÉLIBES
Será una paz armada, compañeros,
será toda la vida esta batalla;
que el cráter de la carne sólo calla
cuando la muerte acalla sus braseros.
Sin lumbre en el hogar y el sueño mudo,
sin hijos las rodillas y la boca,
a veces sentiréis que el hielo os toca,
la soledad os besará a menudo.
No es que dejéis el corazón sin bodas.
Habréis de amarlo todo, todos, todas,
discípulos de Aquel que amó primero.
Perdida por el Reino y conquistada,
será una paz tan libre como armada,
será el Amor amado a cuerpo entero.
Este soneto ha sido musicado por el jesuita chileno Cristóbal Fones, bastante conocido en Latinoamérica. Aquí tenéis el vídeo:
Buenas noches. Acostumbro a escribir alguno de estos comentarios por la mañana pero hoy Gonzalo ha debido escribir más tarde. Y lo ha hecho con tanta claridad y sencillez que a los de cierta edad nos hace admirar aún más estas virtudes dialécticas (¿o carismas?) de Gonzalo. Me ha recordado algo que dice el Cardenal Sebastián que estos días me ayuda a caminar hacia y no a estar parado. Los cristianos tenemos que estar caminando hacia, no es cuestión de esperar. El aspirar a imitar a Cristo nos obliga a hacer. No solo la cita de Casáldiga (que acompañó al Cardenal en momentos inportantes de su vida) sino todo tu comentario me han recordado ese libro que tú recomendaste. Y una petición; que escribas algo de la nueva exhortación del Papa Francisco que se refiere a la familia; se lee mucho y necesitamos luz.Gracias. Un abrazo
ResponderEliminarGracias por tus palabras de ánimo. Me gustaría escribir algo sobre la exhortación "Amoris Laetitiae", pero primero tengo que leerla. Aprovecharé el viaje de regreso de Lisboa a Roma.
EliminarGonzalo, gracias por tu claridad y por tu profundidad
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