
Ayer acompañé a unos amigos en la celebración de sus bodas de plata matrimoniales. Celebramos juntos la eucaristía con algunos miembros de sus respectivas familias y compartimos una cena pasada por agua. Quizá con los matrimonios sucede algo parecido a lo que se dice que les pasa a los profesores. Cuando son noveles, enseñan más de lo que saben porque necesitan exhibir músculo intelectual y hacerse valer. Hay una clara desproporción entre lo que parece que saben y lo que realmente saben. Cuando llegan a la madurez, enseñan lo que saben. Hay un equilibrio entre lo que tienen y lo que dan. Por último, en sus años finales de magisterio, enseñan mucho menos de lo que saben. Van a lo esencial con sabiduría. No necesitan exhibir nada ni competir con nadie.
¿Sucede algo parecido con los matrimonios? Creo que sí. Al principio, parece que se quieren mucho más de lo que realmente se quieren. Al cabo de los años -pongamos la cifra simbólica de 25- han aprendido a expresar un amor curtido en el realismo de la vida. Finalmente, en las etapas finales, si perseveran, se aman mucho más de lo que a simple vista parece.

La primera etapa y la tercera son más previsibles. La etapa crítica es la segunda. En torno a las “bodas de plata” pueden suceder tres cosas: que el matrimonio se rompa porque uno o los dos cónyuges quieren experimentar las mieles de la primera etapa con otras personas; que se enfile la senda de una vida rutinaria y sin aliciente, aunque externamente fiel; o que, a la luz de la experiencia vivida, se afronte el futuro desde una renovada actitud de amor, menos romántica que en la primera etapa, pero mucho más profunda y duradera.
Naturalmente, lo que yo les deseé a mis amigos fue la tercera posibilidad. Sé que a algunos de los participantes en la celebración les gustó también el símil de la cerveza, que usé en un momento de la homilía. La primera etapa se parece a una caña en la que predomina más la espuma blanca que la cerveza rubia; en la segunda ambos elementos se equilibran; en la tercera hay más cerveza con un discreto recubrimiento de espuma.

No son muchos los matrimonios modernos que alcanzan las bodas de plata. A lo largo de 25 años hay tiempo para rupturas, otras relaciones, nuevas rupturas, etc. El estilo de vida imperante y la idea de que los sentimientos son el verdadero indicador de la solidez de una pareja hacen difícil escribir una historia de amor de larga duración. Probablemente muchos jóvenes ni siquiera la desean. Creen que es más excitante -y hasta puede parecerles más auténtico- vivir sucesivas relaciones “mientras la cosa funcione”.
El amor se entiende como la batería de un coche que, tras unos centenares de kilómetros, se descarga. Algunos optan por recargarla, mientras otros prefieren cambiar de vehículo. No es fácil -pero es maravilloso- celebrar que las cosas no tienen por qué ser así. El sacramento del matrimonio proporciona la gracia suficiente para recargar el amor a medida que se expande. Pero no todos pueden con esto. Es demasiado nuevo, hermoso y exigente.
Qué estupenda explicación!
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo...Lo mismo con la enseñanza... que con la cerveza....esas etapas necesitan recarga diaria...una recarga espiritual y una visión de futuro...que los jóvenes apenas la tienen....todo lo quieren " ahora".
El éste tiempo...pululan por redes sociales " lobos con piel de aveja" con falta de formación, educación o conocimiento y tienen millones de seguidores...
Cómo discernir?
Pero "Spes non confundit" también hay mucho bueno aunque se hable menos...así que hay que sembrar para recoger!!!