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domingo, 21 de julio de 2024

¿Compasión o programa?


Confieso que me encanta el pasaje del evangelio de Marcos que leemos en este XVI Domingo del Tiempo Ordinario. El mismo Jesús que ha enviado a sus discípulos en misión por los pueblos del entorno del lago de Genesaret, les invita ahora “a un sitio tranquilo a descansar un poco”. Esta invitación suena muy refrescante en medio de las vacaciones. Hay muchos directores de ejercicios espirituales que los comienzan citando este texto. Parece que “descansar un poco” es un derecho de todo evangelizador que se ha desgastado en la misión. Yo mismo he dedicado mi carta de julio como director en la revista Vida Religiosa a este asunto. 

Hoy somos muy sensibles a la importancia y necesidad del descanso como actividad espiritual. Algunos van más allá y colocan el “derecho a las vacaciones” por encima de cualquier otro compromiso. No es el caso de Jesús. Él, que había sido el organizador del retiro con sus discípulos, no tiene ningún inconveniente en romper el programa para atender a la gente “porque andaban como ovejas sin pastor”. El texto griego indica no solo que “sintió compasión”, sino que “se le removieron las entrañas”. En esto se distingue claramente el “pastor” Jesús de esos otros pastores “que dispersan y dejan perecer las ovejas”, como denuncia en la primera lectura el profeta Jeremías. Jesús es el verdadero pastor que “reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra”.


A la luz del mensaje de este domingo, creo que, a los cuatro principios de discernimiento que el papa Francisco nos ofrece en la exhortación apostólica Evangelii gaudium (el tiempo es superior al espacio [222-225]; la unidad prevalece sobre el conflicto [226-230]; la realidad es más importante que la idea [231-233]; el todo es superior a la parte [234-237]), habría que añadir un quinto: “la compasión va más allá del programa”. 

Aunque no aparece en el fragmento del capítulo de Marcos que leemos hoy, los discípulos no son muy partidarios de este quinto principio. Ellos quieren ser fieles al programa que les había propuesto Jesús. Quieren descansar de sus muchas tareas apostólicas. Consideran la presencia de la gente como un obstáculo; por eso, le piden al Maestro que la despida para que se vayan a las aldeas cercanas a proveerse de comida. Se comportan como pastores “modernos”, que privilegian el programa sobre la compasión, justamente lo contrario de lo que hace Jesús. No es difícil hacer algunas aplicaciones a lo que hoy vivimos en nuestras familias y comunidades.


¿Qué significa hoy “tener compasión”? ¿Qué realidades nos “remueven las entrañas”? Para algunos, la palabra compasión debería ser proscrita del diccionario porque indica una actitud de superioridad moral que casa mal con la esencial igualdad de los seres humanos. Quien se compadece parece situarse por encima de la persona compadecida. Y, sin embargo, la compasión no tiene nada que ver con eso. Expresa un “sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien” (RAE). Significa, pues, ponerse al nivel de la otra persona, sentir con ella, experimentar sus necesidades, percibir su vulnerabilidad. Ese “ponerse al lado” es seguramente lo mejor que podemos hacer. Solo desde esa actitud podemos imaginar luego otros servicios que respondan a lo que la persona necesita y requiere.

Jesús “se puso a enseñarles con calma”. En nuestro caso, la reacción dependerá de la propia realidad. Para una persona con un mínimo de sensibilidad resulta imposible no “sentir compasión” hoy de los miles de inmigrantes que llegan a nuestras costas después de haber atravesado el desierto del Sahara en condiciones infrahumanas. O de quienes no encuentran una vivienda digna porque los alquileres están por las nubes. O de quienes padecen violencia doméstica, viven solos sin desearlo, no llegan a fin de mes o no encuentran razones para levantarse cada mañana. No sé si tenemos “programas” para responder a tantas necesidades, a tantas personas que andan por la vida “como ovejas sin pastor”. Lo que sí sé es que Jesús no permanecería indiferente. También hoy se le removerían las entrañas. Sus discípulos no podemos echarnos atrás o marear la perdiz perdiéndonos en programas que no acaban de llegar al corazón de las personas y que solo sirven para engordar el monstruo burocrático y tranquilizar nuestra conciencia. 


1 comentario:

  1. La entrada de hoy, para mí, es muy profunda, en diferentes aspectos y con un fuerte final, pedirle al Señor: “ser hoy tu corazón”.
    Me lleva a la pregunta: ¿qué tengo que cambiar en mí para poder llegar a ser, para los demás, “su corazón”? ¿para que mi vida sea compasiva?
    Cuando se puede hacer experiencia vivida del Evangelio, no se olvida. Vivir la experiencia de recibir la invitación, cuando estábamos en Misiones populares, de retirarnos “a un sitio tranquilo a descansar un poco”, me recuerda esta necesidad de parar y escuchar. En el silencio, Dios nos habla y cuando compartimos con los compañeros de camino también.
    Gracias Gonzalo, por todo lo que suscitas hoy…

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