Anoche, a las 23,52, me llegó un mensaje al móvil. Ya estaba en la cama, pero lo leí por si se trataba de algo grave. Venía de Piotr, el provincial claretiano de Polonia. Decía simplemente: “REAL!!!”. Enseguida intuí que era su manera escueta de decirme que el Real Madrid había derrotado al Manchester City en las semifinales de la Champions. Comprobé la noticia en algunos periódicos digitales. Era cierto. La prolongada igualdad entre los dos equipos (3-3 en Madrid y 1-1 en Manchester) se había decantado a favor del Real Madrid en la tanda de penaltis. Dormí tranquilo, aunque sin tomarme una cerveza para celebrar el triunfo del equipo blanco, como prometió hacer Carlo Ancelotti.
Supongo que anoche millones de personas en todo el mundo se sintieron frustradas y otros millones soñaron que es posible una 15ª copa de Europa para el Real Madrid. ¿Por qué el fútbol levanta tantas pasiones? No acabo de comprenderlo bien, pero es la versión más civilizada de la guerra. Se ve que todos llevamos un bélico dentro. Con el paso de los siglos lo hemos ido domesticando un poco, pero nunca acabamos de eliminarlo. Nos gusta luchar, competir y, si es posible, vencer al contrario. Se puede hacer con una espada o una metralleta en la mano. A falta de esos instrumentos, basta una pelota en los pies. Y muchos millones de euros en juego. ¡Que no pare la fiesta!
Hoy es el último día del cursillo que estoy dando en Polonia. Mañana viajo a Roma vía Varsovia. La temperatura ha caído en picado. Estamos a 1 o 2 grados. Dentro de esta inmensa y hermosa casa de retiros se está bien. Está preparada para el invierno. Como siempre, me pregunto por la eficacia de estas jornadas de formación permanente. ¿Cómo inciden en el día a día de todos nosotros? Llegados a cierta edad, todos nos petrificamos un poco. Nos cuesta sobremanera alterar nuestras rutinas. Consideramos que ya hemos hecho lo que teníamos que hacer. No vemos la necesidad de introducir ningún cambio en nuestra vida.
La mayoría de las personas hacen suyo el refrán: “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. No siempre coinciden con las mayores. Me sorprendo a menudo cuando veo que algunos de los jóvenes son los más conservadores. Es un fenómeno curioso de esta cultura VICA. En tiempos de volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad (VICA), tendemos a agarrarnos a un clavo ardiendo. Nos dan miedo los cambios, buscamos seguridades, algo a lo que atenernos.
Me llaman la atención las palabras de Jesús con las que cierra el evangelio de hoy: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo”. Jesús se presenta como luz, agua, camino, verdad, vida, puerta, pastor… Y como “pan vivo”, como aquel que puede alimentar nuestra hambre de verdad y sentido… para siempre. En Jesús encontramos esa estabilidad radical que nos permite afrontar los vaivenes de la vida sin sentirnos amenazados.
Cuando sabemos que él es “la vida del mundo” no necesitamos buscar otros sucedáneos. Tenemos la seguridad de estar alimentados por el único alimento que no perece, que nos da vida eterna. Por lo general, las personas que más se fían de Jesús son las más audaces a la hora de afrontar las encrucijadas de la vida. Saben que vivimos un mundo VICA, pero no se vienen abajo. No hay etapa histórica, por compleja que aparezca, que se le escape al Resucitado de las manos. Hay más motivos para la esperanza que para la desesperación.
Hay momentos de la vida que necesitamos encontrar motivos para la esperanza. Necesitamos fiarnos de Jesús, sobretodo, en momentos difíciles y que no siempre coinciden con los que con facilidad nos encontramos con el Resucitado.
ResponderEliminarGracias Gonzalo por tu animación desde “El Rincón”. Que mañana tengas un buen viaje.