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miércoles, 27 de marzo de 2024

¿Entregar o entregarse?


Judas Iscariote ocupa mucho espacio en los primeros días de la Semana Santa. Hoy Miércoles Santo aparece en el evangelio de Mateo como el discípulo que está dispuesto a “entregar” a Jesús. Una vez que se ajustó con los sumos sacerdotes en treinta monedas, “andaba buscando ocasión propicia para entregarlo”. Seis veces aparece el verbo “entregar” en el fragmento de hoy. En todas ellas el verbo “entregar” puede ser intercambiado por “traicionar”. Judas “entrega” a Jesús como si fuera una mercancía. El mismo que criticó a María de Betania por despilfarrar trescientos denarios en un perfume de nardo es capaz ahora de entregar al Maestro por treinta monedas. 

Para María de Betania, Jesús es alguien que merece ser ungido. Para Judas, Jesús es alguien que puede ser entregado/traicionado/vendido. La diferencia es clara. Me impresiona mucho la afirmación de Jesús durante la cena: “Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar”. Es obvio que la frase va dirigida a quienes estaban compartiendo con él la cena, pero la frase atraviesa la historia. Va dirigida también a quienes participamos en la Eucaristía en distintos tiempos y lugares.


La sola idea de “entregar” a Jesús, de intercambiarlo por otros bienes, me produce escalofríos. Y, sin embargo, es lo que todos nosotros hacemos cuando pecamos, cuando con nuestra tibieza o nuestra cobardía, aseguramos “no conocerlo”, como Pedro. Vivimos una fe demasiado blandengue. A menudo nos dejamos llevar por la pereza, no estamos dispuestos a batirnos por Jesús. Lo vendemos por las “treinta monedas” de la tranquilidad, la aceptación social o el bienestar personal. 

La “entrega/traición” de Judas, por estigmatizada que esté, no es sino el reflejo de nuestras traiciones miserables. No nos gusta que nos lo recuerden, pero es redentor llamar a las cosas por su nombre. Quizá una forma de fortalecer nuestra fe es no tener miedo a reconocer nuestras cobardías y traiciones sin sentirnos humillados por ello, abiertos a la gracia redentora de Jesús, que perdona y rehabilita, que abre un futuro donde nosotros nos anclamos en el pasado. 


Frente a la “entrega/traición” practicada por Judas y por todos los que nos parecemos a él más de lo que nos gustaría, está la “entrega/donación” del mismo Jesús. Esta entrega no es fruto de la traición sino del amor. Jesús se convierte libremente en hostia viva de esa Eucaristía que es ofrecimiento por toda la humanidad. Por eso, quienes lo seguimos, estamos invitados a no detenernos en la entrega/traición, a hacer de nuestra vida una entrega/donación. 

Es verdad que esta segunda entrega exige morir a nosotros mismos, pero es una muerte que produce fruto, como la del grano de trigo que se siembra en tierra buena. La entrega/traición conduce al fracaso, a la desesperación, a la pérdida de todo. La entrega/donación conduce a la plenitud de la vida, a la alegría sin fin. Este Miércoles Santo nos confronta con estas dos maneras de afrontar la vida. ¿Entregar o entregarse? Mirándonos en el espejo de Judas y de Jesús, podemos elegir libremente cómo queremos vivir nuestra vida.


1 comentario:

  1. No es fácil “entregarse” y más en momentos en que parece que en la vida todo nos tambalea…
    Pero, en cambio, cuando podemos vencer, cuando nos olvidamos de nosotros mismos y nos “entregamos”, podemos experimentar la paz que compensa el esfuerzo y la experiencia de Jesús nos da fuerza para seguir adelante.
    Cuando conseguimos esta “entrega” que abarca todo nuestro ser, el Señor se hace presente en nuestras vidas y todo cambia de color.
    Gracias Gonzalo por tu ayuda en esta reflexión.

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