He estrenado en mi despacho de trabajo ventanas aislantes: una da al norte (por donde suele soplar en estos meses de invierno un viento frío) y la otra al oeste (por donde me entra el sol templado de la tarde). Desde que las han instalado, la calefacción ya no calienta el patio (como sucedía antes cuando el calor se escapaba por las viejas y desajustadas ventanas de hierro), sino que se queda dentro. Ahora da gusto trabajar en este espacio bien iluminado, insonorizado y climatizado. Aquí me concentro para recibir a personas, responder correos, atender llamadas y escribir artículos. Mis colaboradoras lo llaman irónicamente el confesionario.
Pero si mi vida se redujera a este silencioso y confortable habitáculo por las mañanas y a mi cuarto comunitario por las tardes, correría el riesgo de aislarme de la vida real. O de verla solo a través de esas otras ventanas (Windows) de internet. La soledad creativa y gestora tiene sentido si se alimenta regularmente con el pulso de la calle, con la fuerza de los encuentros interpersonales, con la experiencia de realidades que hoy nos afectan a todos. Me da miedo una espiritualidad de despacho, demasiado aséptica y ordenada. Este es el riesgo de algunos sacerdotes y laicos que realizan una especie de “teología ficción” desde su torre digital. No basta leer y escribir. Hay que salir, caminar, tocar, escuchar, hablar, comer, sufrir; en definitiva, hay que vivir para que la reflexión sea siempre una palabra segunda que busca comprender la palabra primera que es la vida.
El camino cuaresmal nos pone siempre en contacto con la vida concreta. Nos lanza a los escenarios en los que las personas sufren porque les han diagnosticado un cáncer o no les alcanza el sueldo para pagar las facturas mensuales. Lo más importante no es que nosotros “veamos” estas realidades y procuremos reaccionar. Nuestro análisis de realidad suele ser a menudo muy distorsionado, lleno de puntos ciegos, prejuicios e intereses.
Lo que importa es que Dios “vea” la situación de las personas (como “vio” el sufrimiento del pueblo hebreo en Egipto) y nos envíe a hacer algo “en su nombre”. Cuando somos nosotros los que tomamos la iniciativa, por bienintencionada que sea, solemos fracasar. Cuando nos adherimos a la iniciativa de Dios, entonces se producen frutos de conversión y solidaridad. Por eso, la pregunta cuaresmal es: ¿Cómo está viendo Dios nuestro mundo? ¿Cómo está viendo nuestra Iglesia? ¿Cómo ve nuestras comunidades familiares, parroquiales y religiosas?
Estamos viviendo un momento muy delicado: ¿Ve Dios que nos aproximamos sin remedio a una tercera guerra mundial? ¿Ve que la Iglesia, lejos de avanzar hacia la unidad, corre el riesgo de fragmentarse todavía más? ¿Ve nuestras comunidades desalentadas e ineficaces? Son las preguntas que me vienen a la cabeza mientras examino los muchos indicadores de crisis que percibo. Cuando Macron habla ya de la posibilidad de enviar tropas francesas a Ucrania o cuando Suecia (un país tradicionalmente neutral) pide su ingreso en la OTAN, ¿no nos están diciendo que temen una invasión de Europa por el flanco este (es decir, desde Rusia)? O cuando el Vaticano pide examinar las conclusiones del camino sinodal alemán o toma otras medidas, ¿no nos advierte del peligro de cisma? Hay muchas personas que me hacen comentarios en este sentido.
Pero quizás Dios ve otros aspectos de la realidad que nos pasan desapercibidos. Quizás se fija más en el sufrimiento de quienes trabajan cuanto pueden y apenas consiguen lo necesario para subsistir, en las personas que son abandonadas o descartadas (incluidos muchos ancianos en las sociedades desarrolladas), en los jóvenes que, ahítos de casi todo, no encuentran sentido a la vida y se abandonan a la depresión o a las adicciones. Es bueno que la Palabra de Dios (no solo nuestros análisis sociológicos o teológicos) nos ayude a descubrir el “punto de vista” de Dios y, en consecuencia, lo que nosotros podemos hacer enviados por Él.
Es verdad, nos faltan los ojos de Dios, hoy he estado en extranjería...cuanto gente va y viene buscando una estabilidad y cuanto frio y calamidades hasta que se consigue
ResponderEliminarFelicidades por la renovación de tu espacio… En un espacio acogedor y al abrigo de las inclemencias del tiempo se trabaja mejor y más en tu tarea…
ResponderEliminarCuando analizamos la realidad que vivimos, de un cambio de sociedad que, no sé donde nos va a llevar, se hace difícil saber descubrir “el punto de vista de Dios”. Tendremos que aprender a sumergirnos, profundamente, en la Palabra de Dios para poder llegar a ello.
Escribes algo que me ha gustado y que creo que es una buena pista: se lee fácil y resulta más difícil llevarlo a cabo: “No basta leer y escribir. Hay que salir, caminar, tocar, escuchar, hablar, comer, sufrir; en definitiva, hay que vivir para que la reflexión sea siempre una palabra segunda que busca comprender la palabra primera que es la vida.”
Gracias por todos los mensajes que nos das, con fuerza, para que nos puedan interpelar y ponernos a “trabajar”…