No hace falta explicar aquí por qué error histórico santa Cecilia, cuya memoria celebramos hoy, es patrona de la música. Lo que más importa es pedirle a la santa que nos ayude a sobrellevar con sosiego y buen humor el momento que vivimos. Si la música amansa a las fieras, ¿por qué no puede amansar nuestros ánimos encrespados? En mi comunidad solemos cantar mucho cuando celebramos la liturgia de las horas. Y no solo por aquello de que “quien canta, ora dos veces”, sino porque cantar juntos lima asperezas y nos va empastando como grupo.
Los grupos y pueblos que cantan afrontan de otra manera la batalla de la vida. Cantar no es gritar. No pongo al mismo nivel las consignas que cada noche se oyen en la calle Ferraz (por ejemplo, “Puigdemont a prisión”, “Pedro Sánchez traidor” o “Milei, mi ley”) y la visceral interpretación que Rosalía hizo del “Se me murió el amor” de Manuel Alejandro en la apertura de los Grammy latinos en Sevilla el pasado jueves. Los gritos de protesta exigen un enemigo común. Agregan momentáneamente, pero no unen. Solo los cantos que celebran la vida crean comunión.
Así como hace cincuenta años cantábamos Libertad sin ira, quizá también hoy necesitamos himnos colectivos que pongan nombre a lo que vivimos, pero que, sobre todo, abran caminos de esperanza. Necesitamos nuevos salmos que actualicen la fuerza del salmo 126: “Al ir iban llorando, llevando las semillas. Al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas” (Salmo 126, 5-6). Hay muchos artistas con talento suficiente para poner música a la letra de nuestras preocupaciones cotidianas. Quizás ha llegado el momento de recuperar el género de la canción protesta para redimirnos de la vacuidad de muchas músicas sin alma.
Mientras jóvenes artistas como Íñigo Quintero llegan a millones de personas sin hacer mucho ruido, otros ponen música a la vida de personas que han vivido con intensidad. Acaba de estrenarse en Cuenca el musical “Original. El paso de Carlo”. Está basado en la vida del joven italiano Carlo Acutis, que fue beatificado el 10 de octubre de 2020 en Asís. Un amigo mío que asistió al estreno me confesó que es un musical que llega al corazón. Estoy escuchando en el CD que me regaló los 13 temas que componen esta obra. Espero tener la oportunidad de verla pronto en Madrid.
¿Qué sería de nosotros sin la música? Como hoy no dispongo de mucho tiempo, le he preguntado esto mismo a la Inteligencia Artificial. Esta ha sido su respuesta:
“La música, ese lenguaje universal que trasciende barreras culturales y emocionales, se ha arraigado profundamente en la experiencia humana. Sin ella, perderíamos la banda sonora de la vida. La música nos consuela en la tristeza, eleva nuestra alegría y nos conecta con recuerdos perdidos. Es un catalizador de emociones y un medio de expresión única. Imagina un mundo sin la melancolía de una balada o la energía liberadora de un ritmo frenético. La música nutre nuestra creatividad, alimenta nuestra alma y nos acompaña en cada paso del viaje humano. En última instancia, seríamos seres incompletos sin la magia de la música”.
Bastante tópico, pero no está mal para ser una máquina poco educada. [Por cierto, las imágenes que acompañan la entrada de hoy también las he creado con Inteligencia Artificial. Es una forma modesta de celebrar el primer aniversario de estas aplicaciones que nos están cambiando la vida. ¡No sé dónde vamos a parar!].
¡Qué tecnológico eres Gonzalo! :).
ResponderEliminarGracias por tanto que nos das hoy y empezando por la música. Tiene mucha fuerza lo que escribes: "cantar juntos lima asperezas".
ResponderEliminarDespués de leer y reflexionar con la entrada de hoy he percibido como, sea el tema que sea, todo te acerca a Dios y nos lo transmites… Incluso a través de la IA.
Gracias Gonzalo por llevarnos a Dios a través de infinidad de caminos y aunque sea tarde, te deseo que hayas pasado un buen día, disfrutando de música.