Un lector del blog me ha escrito diciendo que le gustaría saber mi opinión sobre el genocidio (sic) que está ocurriendo actualmente con los palestinos. La verdad es que mi opinión no tiene ninguna importancia. Más que opinar, sufro. La situación es tan dura que, cuando desde la redacción de Vida Religiosa hemos querido entrar en contacto con algunos religiosos que viven y trabajan en la zona, nos han respondido que prefieren no contestar. En su lugar, los medios de comunicación multiplican los análisis de todos los colores. No podemos quejarnos de falta de opiniones.
El ataque de Hamás fue tan brutal e inhumano que ha despertado la brutalidad e inhumanidad del ejército israelí. La espiral de violencia no va a cesar fácilmente, por más que haya muchas instancias internacionales que pidan mesura, proporcionalidad en la respuesta, protección de los civiles y garantías de suministros a la población de Gaza. No hay nada más peligroso que el orgullo herido. Sucede en las relaciones interpersonales y en las internacionales. No me siento capacitado para ir más lejos. No tengo fuentes de información distintas a las de los lectores de este Rincón. Solo algún testimonio aislado.
Lo que me da vueltas en la cabeza es por qué hemos llegado a esta situación. Releo la constitución conciliar Gaudium et spes y descubro que los análisis hechos hace casi 60 años siguen conservando su vigencia. Escojo un párrafo del número 4:
“Jamás el género humano tuvo a su disposición tantas riquezas, tantas posibilidades, tanto poder económico. Y, sin embargo, una gran parte de la humanidad sufre hambre y miseria y son muchedumbre los que no saben leer ni escribir. Nunca ha tenido el hombre un sentido tan agudo de su libertad, y entretanto surgen nuevas formas de esclavitud social y psicológica. Mientras el mundo siente con tanta viveza su propia unidad y la mutua interdependencia en ineludible solidaridad, se ve, sin embargo, gravísimamente dividido por la presencia de fuerzas contrapuestas. Persisten, en efecto, todavía agudas tensiones políticas, sociales, económicas, raciales e ideológicas, y ni siquiera falta el peligro de una guerra que amenaza con destruirlo todo. Se aumenta la comunicación de las ideas; sin embargo, aun las palabras definidoras de los conceptos más fundamentales revisten sentidos harto diversos en las distintas ideologías. Por último, se busca con insistencia un orden temporal más perfecto, sin que avance paralelamente el mejoramiento de los espíritus”.
La última frase sigue siendo un aldabonazo en las conciencias: “Se busca con insistencia un orden temporal más perfecto, sin que avance paralelamente el mejoramiento de los espíritus”. Hoy disponemos de muchos más medios que cuando se celebró el Concilio Vaticano II (1962-1965). Hemos sido testigos de la llegada del hombre a la luna, de la caída del muro de Berlín, de la omnipresencia de internet y de la irrupción de la Inteligencia Artificial. Ha habido inventos en los últimos años que nos han cambiado la vida. Y, sin embargo, no percibimos con claridad “un mejoramiento de los espíritus”, lo cual demuestra que la ciencia y la técnica no son suficientes por sí solas para lograr este objetivo. Nos ofrecen medios -lo que no es poco- pero necesitamos fines que den sentido y proyección a esos medios. Necesitamos, en definitiva, un nuevo humanismo para el siglo XXI, antes de que el transhumanismo nos sumerja en una noche oscura.
La fe cristiana tiene mucho que aportar. Los creyentes creemos en Jesús como el Hombre por antonomasia, el único ser que ha llevado a su plenitud la condición humana. Creemos, por tanto, que, siguiéndolo a Él, encontramos el verdadero camino para nuestra realización personal y social. Esto también vale para iluminar lo que está pasando en su martirizada tierra. Cuando un amigo de Jesús quiso defenderlo con la espada, recibió una advertencia que es válida para todos los conflictos: “Envaina la espada: que todos los que empuñan espada, a espada morirán” (Mt 26,52).
Toda la tarde me iba resonando las frases “necesitamos fines que den sentido y proyección a esos medios” “… se busca con insistencia un orden temporal más perfecto, sin que avance paralelamente el mejoramiento de los espíritus”.
ResponderEliminarCreo que somos incapaces de asimilar todos los cambios que van a una gran velocidad… Se nos escapa el tren y esto produce angustia, depresión y me imagino que solo falta que alguien prenda el fuego…
Es incomprensible como el odio deja a las personas cegadas y se contagia a una escala ascendente… También a mi me cuesta dar crédito a lo que está sucediendo en Oriente Medio.
Gracias Gonzalo por llevarnos, en medio de tanta confusión, a Jesús diciéndonos que “siguiéndole a Él, encontramos el verdadero camino para nuestra realización personal y social.