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miércoles, 30 de agosto de 2023

Perlas sin hilo


Anoche vi un trozo de la entrevista que Pablo Motos le hizo a Joaquín Sabina en El Hormiguero. En realidad, se trataba de una reposición. Destaco solo una frase del cantautor en la que afirmaba que estaba enfadado con el siglo XXI porque en los años que llevamos vividos no hay nada que le atraiga y por lo que merezca la pena entregarse. Él se identifica como un hombre del siglo XX. Su opinión es discutible, pero pone el dedo en una llaga que también yo percibo en mi relación con las personas. 

Vivimos experiencias de todo tipo. Quedamos con unos amigos para cenar, firmamos un nuevo contrato de trabajo, abrimos una cuenta en el banco, asistimos a un funeral, vemos un programa de televisión, visitamos a nuestros padres ancianos, nos hipotecamos para comprar un piso, tenemos una discusión familiar, participamos de vez en cuando en la misa dominical, cambiamos de teléfono móvil, contratamos unas vacaciones en Peñíscola, nos hacemos una analítica por prescripción facultativa… 

Son las “perlas” de nuestra vida. Algunas son placenteras, otras dolorosas y la mayoría neutras, rutinarias. Muchas personas (sobre todo, las más jóvenes) aspiran a coleccionar el mayor número posible de “perlas”, es decir, de experiencias. Les gusta viajar a lugares nuevos, hacer puénting, estrenar ropa y participar en festivales de música. Pareciera que cuantas más “perlas” acumulas, más rica y plena es la propia vida.


El problema es que a estas “perlas” les falta un hilo que las una para formar un collar o, por lo menos, una pulsera. O sea, que no sabemos cuál es el propósito que da sentido a todas estas piezas. Queremos disfrutar, acumular experiencias, pero no sabemos muy bien por qué y para qué. Somos víctimas de un cierto “consumismo experiencial” que, al no estar guiado por un propósito, deja en nosotros un permanente regusto de insatisfacción. Quizás por eso, a modo de síntoma de lo que nos está pasando, en España aumenta el número de suicidios entre los adolescentes

No es justo explicar un fenómeno tan complejo desde un solo punto de vista, pero intuyo que una de las razones más profundas que empuja a algunos adolescentes y jóvenes a quitarse la vida es precisamente que no descubren ningún sentido a sus vidas; o sea, que tienen algunas “perlas”, pero les falta el hilo que las mantenga unidas y les dé una forma. La paradoja de nuestra vida moderna es -como han señalado algunos filósofos- que tenemos abundancia de medios (perlas) y escasez de fines (hilos). Disponemos de hogar, alimentación educación, salud y entretenimiento, pero no sabemos muy bien para qué nos sirve todo eso. Huérfanos de valores e ideales, la ultramodernidad nos ha colocado en un erial en el que solo crecen los cardos del entretenimiento y del consumo.


Soy consciente de que muchos jóvenes estarán en desacuerdo con el diagnóstico anterior, de lo cual me alegro. Es más, creo que en las nuevas generaciones hay un lento despertar que no tiene los aires rupturistas y revolucionarios de los años 60 y 70 del siglo pasado (por otra parte, bastante ineficaces), sino que adopta la forma de una progresiva toma de conciencia que irá dando sus frutos. Soy de los que intuyen que en las próximas décadas asistiremos a una emergencia no solo climática, sino, sobre todo, espiritual. 

Ahítos de “perlas” materiales, perdidos en el desierto del consumismo y de la confusión, buscaremos nuevos oasis, nos haremos preguntas con más hondura, valoraremos la sabiduría del pasado que con tanta autosuficiencia hemos despreciado en el presente, entenderemos de un modo nuevo que “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre” (Hb 13,8), cultivaremos aquellas dimensiones del ser humano que no pueden ser reprimidas so pena de perder nuestra identidad, aprenderemos a vivir el Evangelio de un modo nuevo, redescubriremos el valor del sacrificio y de la entrega (no solo del placer y del disfrute), entenderemos que la sobriedad compartida es más satisfactoria que el derroche y la acumulación. Cuando uno descubre el hilo que mantiene unidas las “perlas”, estas (las experiencias normales de nuestra vida) cobran nuevo sentido.

1 comentario:

  1. Lo primero que me sugiere es que quizás, en algunos casos, no falta el hilo, falta encontrar alguien cercano que ayude a enhebrar las perlas.
    Es preocupante como aumentan los suicidios… No creo que sea fruto de la pandemia, pero sí que después de la pandemia, una vez ya se consideró superada, ha habido un cambio global, aumenta el pesimismo y la inseguridad… La cesta de la compra cada día está más difícil… Suben los precios y no suben los salarios por lo que el poder adquisitivo va disminuyendo y las ayudas económicas cada vez son menos…
    Gracias Gonzalo por ir destapando los problemas que se están viviendo, sobre todo en los jóvenes y que no somos capaces de vislumbrar y ponernos manos a la obra en lo que está a nuestro alcance.

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