Los periódicos dedican hoy mucho espacio a recordarnos que en España se celebran las elecciones municipales y algunas autonómicas. Pero, para un cristiano, lo esencial es que hoy es la solemnidad de Pentecostés con la que se cierra la cincuentena pascual. Escribo la entrada de hoy antes de acercarme a mi colegio electoral, que está a cinco minutos de mi casa. Algunos partidos me enviaron hace días las papeletas por correo. Han estado encima de mi mesa como un recordatorio de la cita que tenemos hoy los más de 35 millones de electores. Puede haber dudas a la hora de elegir a qué partido votar, pero, en el caso de la vida cristiana, no hay duda posible: o vivimos según el Espíritu o vivimos según la “carne”. No hay término medio.
Leyendo o escuchando las noticias que pretenden informarnos de lo que sucede en el mundo, uno tendería a pensar que la “carne” gana por goleada al Espíritu de Dios. Abundan las informaciones sobre guerras, asesinatos, violaciones, robos, tramas de corrupción, hambrunas, desastres naturales, amenazas nucleares, peligros de la Inteligencia Artificial, emergencia climática, etc. A juzgar por la realidad que los medios nos presentan, estamos todos los días al borde del precipicio. Lo raro es que todavía sigamos viviendo. Los seres humanos tenemos una incurable propensión a la desesperanza.
Vistas las cosas desde Dios, la realidad es muy diferente. En medio de esta Babel contemporánea, el Espíritu derramado en Pentecostés sigue activo. Por la fe sabemos que “todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu” (1 Cor 12,12-13). Donde el diablo siembra división (al fin y al cabo, eso es lo que significa la palabra griega dya-bolos), el Espíritu tiende puentes y crea una unidad, nos articula como miembros de un solo cuerpo sin anular la gran diversidad de los miembros. Creo profundamente en esta secreta actividad del Espíritu en las personas, en los grupos y comunidades, en el mundo entero.
Mientras nosotros pretendemos construir una torre babélica para escalar el cielo y confiamos en los éxitos de nuestro progreso científico y técnico, mientras nosotros apostamos por la Inteligencia Artificial, el Espíritu de Dios hace nuevas todas las cosas, prosigue una creación nunca terminada, lleva a los seres humanos a su perfección mediante la unión con Dios. A menudo, no somos conscientes de este misterioso proceso que pasa, pero no coincide, con nuestras realizaciones. La fiesta de hoy nos ayuda a ponerlo en el primer plano. Desde esta convicción transmitida por la Palabra de Dios, podemos vivir el presente y el futuro sin la angustia de quien cree que todo depende de nuestro ingenio (en el caso de los más optimistas) o de nuestra maldad incorregible (en el caso de los pesimistas).
Pentecostés es también la fiesta de una Iglesia universal que no tiene miedo de la diversidad, que se arriesga a tomar decisiones audaces porque se sabe conducida por el Espíritu de Jesús. El exceso de prudencia y de miedo es siempre un producto de la “carne”. Donde hay Espíritu siempre hay libertad y santo atrevimiento. La Iglesia ha atravesado numerosas crisis a lo largo de la historia. En cada una de ellas muchos creían ver el final. Sin embargo, el Espíritu siempre es capaz de levantarla y empujarla hacia una nueva tierra prometida. Lo mismo sucede en la crisis actual. Estoy convencido de que en la fuerte desafección eclesial que hoy se vive en Europa se está gestando una nueva manera de ser cristianos y de ser Iglesia.
Cada vez me encuentro con más jóvenes que se enamoran de Jesucristo y que superan el aire vergonzante o timorato de quienes no se atreven a proponer el Evangelio. Como sucedió en los comienzos de la evangelización, también hoy “se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse”. Hay cristianos que hablan muy bien la lengua de las redes sociales, del cine, de la ciencia, de la economía, de la política y del arte. El Espíritu sigue colocando “lenguas de fuego” sobre todos aquellos que reciben el sacramento de la Confirmación y que están llamados a ser testigos y mensajeros del Evangelio de Jesús. Pentecostés es la fiesta del “ya sí, todavía más”, de la esperanza con los pies en la tierra, de la Iglesia plural, de la evangelización creativa, de la alegría compartida, de una cultura que se preocupa por cultivar las muchas semillas de vida que el Espíritu ha plantado en el suelo del mundo.
Emilio Acuña: Gracias padre!!!
ResponderEliminarHoy, estamos viviendo una mezcla “extraña”. Pentecostés y elecciones. No es fácil pasar de unos sentimientos a otros.
ResponderEliminarNecesitamos una mirada serena y tranquila de la vida, en general, para poder descubrir los pequeños destellos del Espíritu, que están, algunos un poco escondidos y otros que los vemos a plena luz del día. Si confiáramos plenamente en que Dios no nos abandona, en que su Espíritu está siempre presente, podríamos vivir sin angustia que es un sentimiento que predomina en nuestros tiempos.
Necesitamos el silencio, porque en él, descubriremos la acción de Dios en nuestras vidas.
Gracias Gonzalo porque nos ayudas a vivir con optimismo y a descubrir las muchas semillas de vida que el Espíritu ha plantado en el suelo del mundo.
Buenas noches! Hoy ponemos la situación de Venicius por medio del evangelio ,hay diversidad de razas pero un mismo padre, diversidad de talentos pero con un mismo espíritu,no tenemos que excluir el color de los hijos de Dios ...
ResponderEliminarTodos somos judíos griegos, exclavos y libres .Todos somos Venicius, Blancos y negros ... Amén
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