Desde ayer a media tarde estoy en Vic, la ciudad catalana donde nació en 1849 la congregación misionera a la que pertenezco. Hoy hemos comenzado ya un nuevo taller de liderazgo. Antes de viajar aquí quise ver en Madrid la película Libre. Duc in altum. Temía que, al regreso, la hubieran retirado ya de la cartelera. Fui a verla en un pequeño cine cercano a mi casa. Me sorprendió que la sala 1 (de las cinco que hay), con unas 90 o 100 butacas, estuviera casi llena en la sesión de las 18,10 de la tarde. No es normal que haya tanto público para ver una película-documental que trata sobre la vida monástica en España. Durante 107 minutos van desfilando por la pantalla algunos rostros de monjes y monjas. La mayoría son españoles de origen, pero hay también algunos extranjeros afincados en España.
Casi todos tienen historias singulares. Algunos han estado casados. Incluso tienen hijos y nietos. Ingresaron en la vida monástica tras divorciarse o quedar viudos. Otros descubrieron la llamada del Señor en su juventud. Las bellísimas imágenes de los entornos naturales en los que viven se mezclan con la belleza de sus monasterios y, sobre todo, de sus rostros serenos, curtidos por una larga vida de oración. Confieso que en más de un momento se me escapó alguna lagrimilla que nadie vio porque la sala estaba en completa penumbra.
Cuando salí del cine no supe poner un nombre exacto a la geografía de mis sentimientos. Sentía una mezcla de admiración, sobrecogimiento, gratitud y nostalgia. ¿Es posible que en pleno siglo XXI siga habiendo hombres y mujeres que se sienten atraídos por un estilo de vida que, con pocas variantes, lleva muchos siglos de existencia? La película dirigida por Santos Blanco, con guion de Javier Lorenzo, fotografía (por cierto sublime) de Carlos de la Rosa y música de Oscar Martin Leanizbarrutia, es un mosaico de imágenes y voces estructurado en tres partes. Cada una de ellas se corresponde con tres rasgos de Jesús que él mismo presenta en el evangelio de Juan: camino, verdad y vida.
Los monjes y monjas van hablando, siempre en clave testimonial, de la pregunta por el sentido de la vida, de la felicidad, del silencio, de la escucha, de la búsqueda de Dios, de la oración, del sufrimiento, de la enfermedad, de la ancianidad, de la muerte y de la vida eterna. Como es natural, también comparten su visión de la sociedad actual y de las prácticas de la vida monástica. Apenas hay referencias a la vida comunitaria o a la Iglesia. Paulo García Seco ha ido componiendo un hermoso y coherente mosaico con las teselas multicolores de estos hombres y mujeres que viven en doce monasterios, casi todos del norte de España.
No es fácil presentar estas cosas sin caer en el panegírico, la apología o un esteticismo barato. Creo que Santos Blanco ha evitado estos peligros poniendo toda la fuerza de la película en el testimonio de los monjes arropado por la belleza de las imágenes y la fuerza de la banda sonora. Si yo no fuera misionero, no tendría inconveniente en hacerme monje. La libertad es contagiosa. Santos Blanco ha titulado su película Libres para hacer ver que, por paradójico que resulte, el monje es más libre en la soledad habitada de su monasterio que muchos de nosotros que estamos siempre moviéndonos de un sitio para otro. Cuando uno es joven identifica la libertad con la capacidad de elección y la abundancia de propuestas. Cuando uno ha logrado un nivel suficiente de madurez, sabe que la libertad es la capacidad de amar sin las constricciones de los deseos y apegos.
Los hombres y mujeres de hoy aspiramos a una libertad omnímoda, pero continuamente nos tropezamos con los límites de la realidad porque no hemos comprendido que solo la verdad nos hace libres. A los monjes y monjas les lleva toda una vida descubrir esta perla. Cuando la encuentran, venden lo que tienen para poder disfrutarla. Por eso, su existencia, aunque sea minoritaria, es esencial. Ellos son los centinelas que nos recuerdan siempre dónde está el norte a quienes caminamos a tientas por la vida.
Si podéis, no dejéis de ver esta hermosa y sosegada película, a la que tal vez le hubiera venido bien más minutos de silencio o de canto gregoriano.
Me lo apunto, si tengo ocasión voy a verla… De momento me quedo con lo que escribes: “… solo la verdad nos hace libres.” Que tengáis unos días intensos en los que disfrutes de todo el trabajo.
ResponderEliminarA ver si me entero en quė cine la ponen y voy a verla. Gracias
ResponderEliminarQue llegue a Perú, para verla.Gracias P.Gonzalo
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