Me gustaría escribir mi entrada diaria durante los días del Triduo Pascual, pero este año he decidido no hacerlo. Siento la necesidad de desconectar. No se va a hundir el mundo porque durante cuatro días no escriba nada. La liturgia es suficientemente poderosa. No es necesario comentarla. Por otra parte, yo necesito una cura de silencio. Internet me carga. No sé cómo algunos de mis amigos internautas consiguen gestionar sus redes sociales sin morir en el intento. Los admiro. La sobreexposición puede llevarnos por caminos no deseados. He sido testigo de lo que ha sucedido con algunos influencers católicos que no han sabido dosificarse. Han acabado quemados.
Jesús fue un maestro en el arte de aparecer y desaparecer. Dio la cara cuando fue necesario, pero también supo esconderse y escabullirse. Las mejores cosas maduran en el silencio. Me separo momentáneamente de las redes para disfrutar del bosque, de la oración tranquila, del servicio discreto, de los diálogos con mis amigos de siempre y de la fuerza de la liturgia. No necesito más.
Mañana jueves presidiré la Eucaristía “in coena Domini” a las 7 de la tarde. Pensaré en todas las personas que desde hace años no se sienten convocadas a esta cena postrera con Jesús. A muchos famosos les gusta presumir de su bajo nivel de fe o incluso de su increencia. Les parece que eso es lo que se lleva ahora: una mezcla de escepticismo, desapego de la tradición, crítica a la Iglesia y búsqueda de nuevas espiritualidades. También estas personas están invitadas a la mesa.
Y, sobre todo, están invitados quienes se sienten con el agua al cuello porque quisieran hacerse presentes en las celebraciones, pero tienen niños o enfermos que cuidar, dependen de horarios laborales incompatibles con la liturgia o sencillamente viven en lugares donde por diversas razones no se celebra el Triduo Pascual. En todos esos casos, el deseo sincero de estar con Jesús suple con creces la imposibilidad de participar en la liturgia. Pensaré también en los muchos sacerdotes y laicos que hacen un esfuerzo extraordinario para atender a todas sus comunidades, casi sin tiempo para el descanso o la oración sosegada.
El Viernes Santo, tanto en el Viacrucis matutino como en la Celebración de la Pasión, recordaré de manera especial a todas las personas enfermas que me han pedido que ore por ellas. No se vive del mismo modo la enfermedad unidos a que separados de Jesús. Cuando comprendemos que su pasión se prolonga en la nuestra, entonces todo adquiere un nuevo significado. El sufrimiento adquiere un sentido redentor. Dejamos de buscar “chivos expiatorios” y aceptamos que lo que nos parece injusto y absurdo se vuelve luminoso cuando lo asociamos a la cruz de Jesús. No importa que esto sea “escándalo para los judíos y necedad para los gentiles” (1 Cor 1,23).
El Sábado Santo, como todos los años, será un día de esperanza mariana: “Esperaste cuando todos vacilaban / el triunfo de Jesús sobre la muerte. / Y nosotros esperamos que su vida / anime nuestro mundo para siempre”. Vivir este día unidos a María nos contagia su fe y su serenidad.
La Vigilia Pascual, prevista para las 9 de la noche, inundará de luz los puntos ciegos de mi vida, me ayudará a creer que Cristo ha vencido toda esclavitud y toda injusticia. Espero que no haga demasiado frío para hacer la procesión desde la iglesia parroquial hasta la ermita de La Soledad.
A todos los lectores del Rincón os deseo un Triduo Pascual sereno, centrado en la persona de Jesús, conectado con lo que hoy estamos viviendo/padeciendo, abierto a la esperanza.
Gracias Gonzalo, te deseo que puedas vivir este Triduo Pascual con toda la profundidad que deseas… Desconecta de internet, encuentra el silencio que necesitas y deseas, pero quedamos conectados en la oración… Gracias por darnos pistas para vivir estos días, compartiendo tus intenciones.
ResponderEliminarUnidos en estos días Santos.
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