Soy un lector empedernido y, desde hace unos pocos meses, también un editor de bajo perfil, que es una forma fina de decir un editor de medio pelo. Ayer, 23 de abril, se celebró el Día Internacional del Libro. Como todos los años, leí y escuché loas al arte de leer, al carácter “sacrosanto” de los libros y a no sé cuántas otras cosas. Este lunes voy a ser un verso suelto. Prometo redimirme más adelante. Que me perdonen los auténticos lectores. Mi impresión es que hoy se escribe regular, se publica demasiado y se lee más bien poco. Creo que muchos libros sobran. No se hundiría el mundo si desaparecieran. Son solo eslabones de la cadena productiva, imprescindible para que las editoriales puedan seguir tirando.
Tengo la impresión -¡ojalá me equivoque!- de que la mayor parte de los libros que tenemos en nuestras bibliotecas personales, familiares y comunitarias no han sido leídos y, a veces, ni siquiera hojeados o consultados. Salvo casos excepcionales -que, sin duda, los hay- en el asunto de la lectura se da también mucho postureo. Los teléfonos móviles han sustituido en muchos casos a los libros. Los textos breves y los vídeos cortísimos han reemplazado a las obras impresas. ¿Cuántas personas se hacen hoy con un libro de 800 páginas?
En el poco tiempo que llevo como editor me han llegado varios originales de personas que están empeñadas en publicarlos. No es fácil emitir un juicio. Para quien escribe algo, su obra tiene mucho valor. Para quien debe leerla, las cosas no están tan claras. A menudo se trata de refritos de escritos anteriores. O de reflexiones muy personales que difícilmente conectan con los posibles lectores. Es difícil adivinar cuándo un libro va a tener éxito. Hay fórmulas comerciales para producir superventas, pero eso no significa que los libros más vendidos sean los mejores. Aparece uno entre cien o entre mil.
Como nuestro tiempo es muy limitado, debemos escoger bien los libros que leemos. Podemos guiarnos por los consejos de los entendidos, de nuestros amigos lectores o simplemente por nuestra intuición. Si un libro no nos atrapa en las primeras páginas, siempre podemos dejarlo y sustituirlo por otro. Nadie nos obliga a terminar algo que no nos gusta. Ni siquiera el Ulises de Joyce. Por otra parte, lo que para una persona puede ser un objeto de culto, para otra no pasa de ser un libro pedante, críptico o simplemente aburrido.
¿Exagero si digo que hay más escritores (redactores) que auténticos lectores? Sí, exagero, pero es una forma hiperbólica de poner de relieve que aquella vieja invitación a “tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol” nos ha hecho mucho daño. No me meto con la primera por razones obvias, pero las dos últimas han generado más escritores y ecologistas de los que razonablemente podemos soportar. Así que, como fruto de este Día Internacional del Libro, invito a mis amigos y me invito a mí mismo a escribir un poco menos y leer un poco más. Creo que nos iría mejor en la vida.
Parece contradictorio que lo diga yo, que todos los días escribo en este blog, además de escribir otras muchas cosas exigidas por mi trabajo. Creo que la mayoría son prescindibles, pero esta es la rueda en la que nos hemos metido. Me dicen mis amigos del campo de la educación que una buena parte del tiempo se les va también en tareas burocráticas: redacción de informes, protocolos de diverso tipo, etc. Habría que vivir más y escribir menos. Me lo aplico. Bueno, otro día haré una loa de los buenos libros para que no se enfaden mis amigos que son lectores de verdad.
No te equivocas ni en un pelo
ResponderEliminarGracias Gonzalo por llevarnos a reflexionar sobre la lectura. Si elegimos buenos libros nos ayudan a abrir horizontes nuevos. Es bueno dejarnos aconsejar y por ello considero muy positivo cuando de vez en cuando nos mencionas algún título, a través del Blog.
ResponderEliminarCoincido plenamente. Gracias.
ResponderEliminar