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lunes, 10 de abril de 2023

El ángel de los lunes


La vuelta a Madrid me pone en contacto con nuevos problemas y cometidos. Parece que la resurrección de Cristo tampoco este año me ha librado de mis responsabilidades. Por el camino, me entero de la muerte repentina de Fernando Sánchez Dragó en Castilfrío de la Sierra, un pequeño pueblo de Soria que dista poco más de 50 kilómetros del mío. El escritor no era santo de mi devoción, pero lo cortés no quita lo valiente. Descanse en paz. Y más en este Lunes del Ángel en el que saboreamos el regusto de la Pascua que celebramos ayer con toda solemnidad y en donde la fuerza de la vida acalla la violencia de la muerte. 

Madrid me ha recibido con 26 grados, que es una temperatura excesiva para estos primeros días de abril. Todavía no tengo yo psicología de verano anticipado. Prefiero las transiciones suaves. Encuentro las plantas de mi despacho un poco mustias, no por la ausencia de mis afectos y cuidados (que, dicho sea de paso, son más bien escasos), sino por falta de agua durante casi diez días. Espero que pronto se pongan a tono. Una de las primeras cosas que he hecho ha sido regarlas con premura. Estoy seguro de que en un par de días estarán de nuevo lozanas, con cara primaveral y vestido de resurrección. 


Esto de la resurrección tiene bemoles. Unos amigos míos que acaban de ser padres por quinta vez hace un mes me decían que, de las varias metáforas que ayer usé en mi homilía de Pascua para describir la resurrección, la que más les había gustado, por razones obvias, era la del nacimiento de los seres humanos. Si no fuera porque estamos acostumbradísimos a ver que cada día nacen miles/millones de niños, no creeríamos que este “milagro” es posible. Estamos rodeados de resurrecciones por todas partes. Nos parece normal que, tras los rigores del invierno, se abra paso la primavera. Nos alegramos cuando una persona que ha descendido a los infiernos de la depresión recupera las ganas de vivir. O cuando un enfermo de cáncer recobra la salud tras pasar por un tratamiento de quimioterapia. Vibramos cuando, tras una experiencia de pecado, experimentamos en carne propia la fuerza sanadora y renovadora del perdón. 

Todas estas “resurrecciones” forman parte de nuestro campo experiencial. Aunque no acabemos de entender su esencia, se puede decir que casi podemos tocarlas con la mano. La que se nos escapa por completo -y, por eso, somos tan reacios a creer en ella- es la resurrección que acontece cuando termina nuestra vida temporal. Y, sin embargo, todas las demás no son más que parábolas, anticipaciones diminutas, de la gran resurrección que ya ha sido inaugurada por Cristo.


No podemos vivir en un permanente Viernes Santo, ni siquiera cuando el dolor y el sufrimiento parecen rodearnos. Los grandes místicos de la resurrección no experimentan que Cristo está vivo solo cuando superan los problemas y crisis, sino en medio de ellos. La resurrección no elimina de golpe el sufrimiento. Lo perfora, le da un sentido redentor, lo convierte en energía oblativa. Por eso, al comienzo de este Tiempo Pascual, la pregunta para saber si estamos resucitados no es si las celebraciones de Semana Santa han “salido” o “quedado” bien (como, a veces decimos, usando un lenguaje un poco teatral), sino si nos han devuelto a la vida cotidiana (es decir, a nuestra Galilea personal y comunitaria) con una mayor capacidad para descubrir a Cristo vivo en las contradicciones y pruebas de la vida. 

O, dicho de otra manera, si nos han estimulado a amar más y mejor después de haber participado en la gran prueba de amor que es la muerte y la resurrección de Jesús. Como un solo día no basta para comprobarlo, la liturgia de la Iglesia prevé una cincuentena en la que, acompañados por los testigos, recorremos un esplendoroso Vialucis, más largo y vivificante que el Viacrucis cuaresmal. En eso estamos. Que no decaiga.

3 comentarios:

  1. Muy correctas tus palabras. María Luisa Bartolomé Sánchez. Muchos saludos

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  2. Gracias por aclararnos sobre “el lunes del Ángel”… Y por ayudarnos a descubrir que “la resurrección no elimina de golpe el sufrimiento. LO PERFORA…” Esta expresión, me resulta profunda y provocadora.
    Y gracias por invitarnos a hacernos la pregunta sobre si “las celebraciones de estos días nos ayudan a volver a nuestra Galilea con una mayor capacidad para descubrir a Cristo vivo en las contradicciones y pruebas de la vida…” La resurrección continua interpelándonos, con ganas de recorrer el Vialucis.
    Gracias Gonzalo por ayudarnos a vivir este tiempo pascual.

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  3. Me encantan esas fotos. Pili Sánchez, Vinuesa

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