Al principio me gustó pasar del frío de Madrid a la temperatura primaveral de Bangalore, pero a medida que he descendido hacia el sur, la cosa se ha complicado. Los 35 grados por el día y los 22 por la noche en Karukutty empiezan a pasarme factura. El excesivo calor me quita fuerza. Es verdad que en la sala de trabajo disponemos de aire acondicionado, pero hay otras zonas de la casa expuestas a la temperatura ambiental. Empiezo a echar de menos el invierno europeo. Pero, con calor o sin él, la vida sigue su curso. Hay que hacerse siempre al lugar donde uno está, no solo con respecto al clima, sino también a las comidas, la lengua, etc. Ahora estamos en la India. Toca hacerse un poco indio (que no es lo mismo que hacer el indio).
Aquí usamos el inglés para todo porque es la lengua en la que podemos entendernos indios (la mayoría), indonesios, coreanos, filipinos, esrilanqueses y el único español del grupo, que soy yo. La comida es la típica de la India, pero con menos picante del habitual. A la capilla entramos descalzos, como se estila en Oriente. El baño lo hacemos con el típico cubo y su correspondiente jarrita de plástico. Con estas temperaturas tropicales no apetece mucho el agua caliente, pero disponemos de ella en cada habitación. Las placas solares del tejado se encargan de subirla a más de 40 grados.
Después de seis días en la República Democrática del Congo y en Sudán del Sur, el papa Francisco ha regresado ya a Roma. Sin la urgencia de la actualidad, es el momento de leer algunos de sus discursos y homilías para poner nuestro reloj en hora africana. A los cristianos europeos y americanos nos hace bien saber que el futuro de la Iglesia pasa por África. Todavía allí la fe es fuente de alegría, de comunidad y de lucha solidaria. Es verdad que hay muchos y graves problemas, pero la fuerza de la vida es imparable.
Muchos de estos problemas están ligados a la idiosincrasia africana y a la corrupción que se ha ido gestando durante décadas, pero otros -los más graves- son herencia del colonialismo pasado y presente, de la explotación inmisericorde de sus recursos naturales y de los intereses geoestratégicos de los grandes. El Papa lo ha dicho sin pelos en la lengua, aunque hubiera sonado con más fuerza si hubiera pronunciado sus palabras en francés (Congo) o en inglés (Sudán del Sur) y no a través de traducciones consecutivas.
Empezamos una nueva semana bajo el patrocinio de san Pablo Miki y compañeros mártires, cuya memoria celebramos hoy. Es una oportunidad para dirigir nuestros ojos a Japón y orar por la pequeña comunidad cristiana que vive en el país del Sol naciente. Se trata de una minoría que actúa como fermento en la masa de un país que combina un fuerte arraigo en la tradición con una gran innovación tecnológica. En Occidente nos cuesta comprender un poco algo que en Oriente es normal: el aprecio de las raíces culturales y la apertura a la modernidad.
Yo me preparo para la segunda semana de nuestro taller sobre liderazgo tras el día de descanso de ayer. El ambiente es óptimo. Todavía no ha hecho mella el cansancio o el nerviosismo en personas que están acostumbradas a una actividad intensa y que durante dos semanas se detienen para regresar a la escuela. En realidad, todos enseñamos y todos aprendemos. Eso es lo propio de un taller en el que no podemos permanecer pasivos. Learning by doing.
Gracias por facilitarnos, para que podamos leer, documentos del Papa en relación a su visita a África. Nos enriquecen y nos ayudan a salir de “nuestros pequeños círculos”, para ir descubriendo a Dios presente en la diversidad.
ResponderEliminarIr conociendo la Iglesia, en diferentes países, nos ayuda a una visión más amplia y a poder aprovechar vivencias diferentes “de las nuestras”.
Tú estás a temperaturas de verano y nosotros estamos amenazados de frío y nieve.
Como dice el título de hoy: “manos a la obra”… sí, y cada cual desde su lugar.
Gracias Gonzalo, por toda la información tan diversa.