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domingo, 12 de febrero de 2023

¿Fuego o agua?


Hay que elegir entre el fuego y el agua. En este VI Domingo del Tiempo Ordinario la Palabra nos invita a tomar una postura ante nosotros mismos, ante la vida y, en definitiva, ante Dios. No podemos pasar el tiempo poniendo una vela al diablo y otra al Creador. Una de las experiencias que más nos desgasta es precisamente la indefinición con la que a menudo vivimos. Queremos una cosa y su contraria. Nos gusta creer, pero disfrutamos las mieles de una vida concebida de tejas abajo. Apreciamos los valores del Evangelio, pero no le hacemos asco a las ganancias del mundo. El resultado es un corazón dividido que nunca tiene la sensación de estar a lo que está, que no se siente en casa, que no acaba de experimentar a Dios como el tesoro de la vida.


Escribo a toda prisa estas líneas porque dentro de unos minutos salimos en autobús hacia una zona montañosa con cascadas de agua. Hoy domingo es nuestro día libre. En realidad, lo comenzamos ayer por la tarde con una preciosa velada en el colegio St. Xavier que llevamos los claretianos. Nos dimos cita a las 6. Durante más de una hora, alumnos y profesores fueron trenzando un programa a base de danzas tradicionales y modernas (“made in Bollywood”) y algunos cantos y mensajes por nuestra parte. 

Felicité a los chicos y chicas porque actuaron como profesionales, con una pasión y una alegría que contagiaron a todo el público. Hacía tiempo que no veía a un grupo tan entregado a su tarea. Rematamos la jornada con una cena en el mismo auditorio en el que tuvimos la velada. Regresé a casa cansado, pero contento de haber vivido un momento distinto dentro del programa intenso que estamos siguiendo estos días.


No sé cómo agradecer todas las posibilidades que la vida misionera me ha dado de entrar en contacto con gentes diversas de todo el mundo.
Estoy convencido de que no sería el mismo sin estos encuentros. Muchas de mis convicciones acerca de la fe cristiana y de la vida en general son fruto de esta mezcla saludable. He puesto en crisis algunas creencias que, en realidad, eran fruto de mi formación infantil. He dilatado el horizonte. He comprendido que los seres humanos, aunque a primera vista somos muy diversos, padecemos los mismos desequilibrios y nos entusiasmamos por las mismas cosas. 

Y, sobre todo, he comprobado que la fe en Dios trasciende fronteras y culturas. Cuanto más nos acercamos a Él, más cerca nos encontramos de todos los seres humanos. Cuanto más nos alejamos del centro, más se encienden las luces rojas de la xenofobia, la incomprensión, el desprecio y hasta la violencia.

1 comentario:

  1. Sí, algunos vivimos esta experiencia de un corazón dividido... Podemos sentirnos identificados en lo que expresas: “… el resultado es un corazón dividido que nunca tiene la sensación de estar a lo que está, que no se siente en casa, que no acaba de experimentar a Dios como el tesoro de la vida.”
    Nos dices: “... y, sobre todo, he comprobado que la fe en Dios trasciende fronteras y culturas. Cuanto más nos acercamos a Él, más cerca nos encontramos de todos los seres humanos…” Gracias por compartirlo.
    Gracias Gonzalo, porque tus experiencias, contadas a través del Blog, también nos ayudan a todos a ampliar horizontes. Buen domingo, disfrutad del día…

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