Mi vuelo para Abu Dhabi sale dentro de un par de horas. Tengo tiempo suficiente para teclear la entrada de hoy en la terminal T4-S del aeropuerto de Madrid. No veo aglomeraciones. Todo fluye con rapidez, incluidos los procedimientos de seguridad, que siempre son engorrosos. Si todo va bien, llegaré a Bangalore (India) hacia la medianoche (hora de España). Hoy celebramos la fiesta de la conversión de san Pablo y el final del octavario de oración por la unidad de los cristianos. ¿Es posible que un adulto se convierta? Después de 30, 40 o 50 años viviendo de espaldas a Dios, ¿es posible encontrarse con él y dar un giro a la propia vida como le sucedió al judío Saulo?
A primera vista, pareciera que las conversiones son cosas del pasado. Sin embargo, están sucediendo cada día, también en la secularizada Europa. A veces, se trata del redescubrimiento de las raíces cristianas tras años de trashumancia espiritual. Otras veces todo sucede cuando uno no acaba de encontrar su lugar en el mundo y todo lo experimentado le parece provisional, efímero, insuficiente. Hay conversiones que están mediadas por personas que saben escuchar e indicar el camino, pero otras advienen de manera sorpresiva, como si de repente Dios irrumpiera en la propia vida sin pedir permiso.
Detrás de todas estas historias hay una fuerte convicción antropológica que cada día me parece más clara. El ser humano ha sido hecho “capax Dei” (capaz de Dios). Por eso, ninguna realidad de este mundo puede llenarlo. A veces, nos engolosinamos con el sexo, el dinero, las relaciones, la ciencia, la diversión, los viajes, etc., pero todo eso acaba revelándose demasiado pequeño para las aspiraciones del corazón humano.
Hay personas que se resignan a estas experiencias diminutas, pero otras no quieren vivir como gallinas cuando se saben águilas llamadas a un vuelo majestuoso. El encuentro con Dios no quita nada de lo verdaderamente humano, sino que lo purifica y lo lleva a plenitud. La Iglesia no tendría que cansarse de acompañar estos procesos. Por desgracia, muy a menudo se pierde en cuestiones muy secundarias; por eso, acaba convirtiéndose en una comunidad insignificante.
Poco a poco se van llenando las butacas en torno a la puerta S-27. Veo que los pasajeros somos muy variopintos. Abundan los de apariencia árabe, pero hay también asiáticos y europeos. Más allá de nuestras diferencias, todos compartimos nuestra común condición de humanos. Todos somos hijos del mismo Dios y lo buscamos a tientas por caminos diversos. ¿Llegará un día en que toda la familia humana adorará al único Dios y vivirá la fraternidad universal sin cortapisas? Hoy por hoy, se trata de un sueño parecido a los que dibuja el profeta Isaías en relación con los tiempos mesiánicos, pero solo los sueños nos ayudan a caminar en la dirección correcta.
También en este terreno cabe una conversión desde el etnocentrismo hacia la apertura universal, desde la búsqueda de nuestros intereses estrechos a la lucha por los derechos de todos. Pienso todo esto mientras me dispongo a viajar a la India creo que por sexta o séptima vez en los últimos veinte años. Sumando todas las veces, he pasado en ese subcontinente en torno a medio año. Confieso que sigue atrayéndome como el primer día. Espero descubrir algo nuevo esta vez. No olvido el eslogan que me llamo la atención que fui a ese país en septiembre de 2006: “For tourism, incredible India; for business, credible India” . Pues eso.
Creo que siempre hay la posibilidad de una conversión, no son cosa del pasado… Requiere que estemos abiertos a las sorpresas de Dios, saber descubrirle en la vida de cada día y si es posible hacer camino acompañados de personas cualificadas para ello.
ResponderEliminarQuizás tenemos el problema de pensar que, como Pablo, siempre hay que haber una sacudida fuerte… Me acuerdo del profeta Elías que después de estar esperando, en el silencio, el paso de Dios, se dio cuenta de que «el Señor no estaba en el huracán, en el terremoto o en el fuego, sino que estaba en aquel susurro de brisa suave: en la paz».
Que tengas un feliz viaje y disfrutes de estar con “tu gente”.
Gracias Gonzalo, a través del Blog, nos vas acompañando y dando “pistas” para que podamos ir descubriendo el “paso de Dios” en nuestra vida y dar respuesta a ello.
Feliz viaje a la Incredible India. Marisa
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