Me ha llamado la atención un artículo publicado hoy en el periódico El Mundo. Lo dedica a la llamada “generación muda”; es decir, a aquellos jóvenes (y no tan jóvenes) que casi no hablan por teléfono porque temen que el interlocutor les robe tiempo, los tenga media hora contando penas o les pida un favor. Prefieren rápidos mensajes de WhatsApp u otras aplicaciones y, cuando se trata de amigos, videollamadas. Es un fenómeno que también yo he ido observando desde hace años.
Cada vez hablamos menos. Lo resolvemos todo a base de mensajes que nos parecen menos invasivos y que, en el fondo, nos liberan de la intimidad que toda llamada supone. Cuando solo había teléfonos fijos y las llamadas costaban según los minutos consumidos, se hablaba con menos personas, pero, por lo general, se trataba de conversaciones más sustanciosas. Hoy que es posible hablar gratis con un número ilimitado de personas, padecemos saturación. El pitido del teléfono no constituye un motivo de alegría (a menos que estemos esperando una llamada deseada), sino un motivo de perturbación o incomodidad. Nos cansa descolgar o abrir el teléfono. Preferimos la tranquilidad, pero eso mismo se puede volver contra nosotros. La excesiva comodidad es a menudo la antesala de la incomunicación y la soledad.
Tal vez por eso muchas personas están deseando hablar y ser escuchadas. Cuando tienen la oportunidad de hacerlo, todo el tiempo les parece poco. Una conversación de hora y media se les antoja un pequeño aperitivo porque han almacenado demasiados silencios que buscan un desahogo. No es fácil conversar. A diferencia de algunos adultos y la mayoría de los ancianos a los que les gusta contar historias y explayarse sin límite, muchos jóvenes hablan a base de monosílabos. Hay que sacarles las palabras con sacacorchos. Les cuesta poner palabras a lo que piensan y sienten. Incluso su vocabulario se va reduciendo.
Tal vez el uso y abuso de emojis, emoticones y otras señales jeroglíficas ha hecho innecesario el recurso a las palabras. Para ellos, puede ser más elocuente un signo que un vocablo. No sé cómo va a evolucionar todo esto, pero cada vez me parece más evidente que una lista infinita de contactos en el teléfono móvil no significa mayor capacidad comunicativa, sino solo una acumulación de información, un banco de recursos y a veces un verdadero incordio.
Son muchas las personas que envían mensajes, pero pocas las que llaman por teléfono. Escribimos más que hablamos. ¿Qué significa esto? ¿Estamos cansados de los encuentros interpersonales? ¿Nos resulta más fácil esconder nuestros sentimientos a través de un mensaje escrito? ¿Estamos menos expuestos a abusos verbales y a confrontaciones para las que no nos sentimos preparados?
Quizá la “generación muda” es solo una expresión visible de las dificultades que tenemos para el verdadero encuentro interpersonal. El otro nos da miedo. Protegemos nuestra intimidad de la exploración ajena y renunciamos a complicarnos la vida hollando el santuario personal de nuestros semejantes. Hablar se ha vuelto un ejercicio exigente y hasta arriesgado. Es mejor parapetarse detrás de mensajes escritos que uno puede leer cuando quiera y que no exigen una respuesta inmediata como cuando uno está entablando una conversación hablada. Hablar es casi un ejercicio de valientes.
No es una generación tan muda como puede parecer, si sabemos interpretar sus lenguajes. Cuando hay un grupo de jóvenes, todos conectados, si los contemplas te das cuenta de cómo van gesticulando expresiones diversas y nadie se entera de por qué.
ResponderEliminarTambién se da el problema que la persona se encierra en sí misma, algunos dicen que no sienten la necesidad de comunicarse, aunque se engañan, porque se están comunicando continuamente con los medios que tienen a su alcance… Reciben más información, de todo tipo, sin que nadie la censure.
Otro problema es que no hay muchos adultos dispuestos a escuchar y a acompañar a las personas… Los adultos vamos con prisa y sus prioridades y las nuestras no coinciden.
Gracias Gonzalo, porque tú, a través del Blog, hablas, escuchas y acompañas.