Ayer por la tarde llevé a mi amigo italiano a ver la zona de las Cuatro Torres (que, en realidad, son cinco) de Madrid. Caía sobre ellas una lluvia suave, como cansada, y la niebla se enseñoreaba de los pisos más altos. El panorama era sugestivo. Mi amigo no hacía más que tomar fotos para luego componer historias en Instagram. De vez en cuando me pedía mi opinión sobre las músicas que debían acompañarlas. Viniendo de Roma, no imaginaba que Madrid tuviera también su pequeña Manhattan.
Después de pasear por esa zona tan racional y pulcramente urbanizada lo llevé al Barrio de las Letras, en pleno centro histórico. En esta zona vivieron grandes escritores como Cervantes, Lope de Vega, Góngora o Quevedo. Las calles son estrechas, abundan las tiendas, librerías y bares de todo tipo. Se respira un aire deliciosamente antiguo. Las luces navideñas realzaban la sensación de estar en un barrio popular, colorista y muy vivo. A mi amigo le recordó vagamente al Trastévere romano. Aunque subió varias historias a Instagram en el área de negocios, quedó fascinado por el ambiente literario del centro.
Hoy corremos la tentación, muy bíblica por otra parte, de sucumbir a la mera racionalidad, de creer que el ser humano será más feliz cuando deje de ser humano y se convierta en transhumano, cuando la inteligencia artificial corrija las veleidades que caracterizan a nuestra condición y todo pueda ser perfectamente programado y ejecutado. Neurólogos e informáticos trabajan codo con codo. Muchos sueñan con el advenimiento (o adviento) de un ser humano nuevo, sin pasiones, calculador, ecuánime, inteligente, resolutivo, previsible y eficaz.
El Adviento cristiano, sin embargo, nos recuerda que no es este el ser humano que existe, que somos maravillosamente imperfectos, apasionados, inestables; a veces, crueles y tiránicos, otras muchas, amorosos y compasivos. Dios podía haber creado robots programados para ejecutar fielmente sus órdenes, pero creó seres libres, capaces de amar y odiar, de crear y destruir. La fe cristiana celebra la encarnación de Dios en Jesús, un hombre como todos nosotros, no un robot.
Que maravilla que seamos seres humanos, que Jesus viene y esta con nosotros. Gracias Gonzalo.
ResponderEliminarMe encanta este comentario: maravillosamente imperfectos. Gracias
ResponderEliminarEmpezó bien y fue decresciendo el final fue un poco acelerado...
ResponderEliminarSí, muy acelerado, por falta de tiempo. Habrá que volver sobre este asunto.
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