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miércoles, 23 de marzo de 2022

Siempre salimos perdiendo


Hace mucho tiempo que no abordo en este Rincón asuntos políticos. Salí escaldado tras algunas entradas sobre el famoso procés catalán en otoño de 2017. No es fácil expresarse con libertad cuando tu opinión no coincide con la de algunos lectores o disgusta a quienes defienden “dogmas” (no precisamente religiosos) inamovibles. Sin embargo, hoy quiero lanzarme al ruedo porque estamos viviendo una situación que me parece insostenible. A diferencia de lo que viví en Italia y he visto en otros países europeos, en España se ha impuesto culturalmente (aunque no socialmente) la ideología progresista. Esta ideología impregna el mundo del cine y la televisión y ha llegado también a la política. Estamos viendo sus consecuencias cada vez con más claridad. La reacción social no se ha hecho esperar. Los ciudadanos no somos borregos, aunque a veces lo parezca

Si alguien propugna una sociedad regida por la justicia social, pero no lo hace desde los postulados de la izquierda o simplemente cuestiona algunos de ellos, enseguida es tachado de retrógrado, aunque los calificativos más habituales suelen ser “facha”, “fascista” o “franquista”. Me ahorro el trabajo de desmontar estos mitos porque lo hace con más ingenio que yo un youtuber que, para enfado de la progresía, no se ajusta al icono del derechista de pelo engominado, zapatos castellanos y “fachaleco”. Es un youtuber joven que se presenta a sí mismo como republicano, no creyente y gay, rasgos todos ellos que suele reivindicar como propios el progresismo de izquierda. Además, lleva pendientes y viste camisetas provocativas y vaqueros rotos. O sea, que rompe moldes. Os dejo con un vídeo musical suyo, algo antiguo ya (2019), pero todavía actual y polémico:


En una sociedad abierta y democrática, uno puede defender aquellos ideales que le parezcan más adecuados para lograr el bien común. La realidad se encargará de ponerlos a prueba y los ciudadanos podrán decidir si apoyarlos o no a través de elecciones libres y de otros mecanismos de participación social y control. Así se separa el oro de la democracia de la paja de la demagogia.


Lo malo es cuando se quiere imponer a toda costa un pensamiento único que convierte en “dogmas” los propios puntos de vista (por ejemplo, el supuesto derecho al aborto o a elegir el género) y sataniza o ridiculiza los de quienes no los comparten. Lo que cuenta no son los argumentos, sino los estereotipos. 

En el siguiente vídeo, el youtuber Isaac Parejo (a quien, por cierto, Twitter le ha cerrado su cuenta) se encarga de enumerar nueve de esos “dogmas” que vigen en la izquierda española, pero que, en buena medida, son extrapolables a otros países (sobre todo, latinoamericanos). Lo hace presentando las 9 reglas para ser un progre. Si uno las sigue, tiene garantizado el aplauso social de la izquierda. No hace falta que piense por sí mismo. Basta que se deje llevar. 


Confieso que, desde mis tiempos de estudiante de teología, he hecho un gran esfuerzo por comprender y entrar en diálogo con las ideologías que criticaban el cristianismo o que lo usaban solo como herramienta útil (despojándolo, eso sí, de su dimensión religiosa) para los procesos de transformación social. Hasta podría decir que en algún momento me cautivaron algunos de sus análisis porque me parecían en línea con el Evangelio y representaban una bocanada de aire crítico y fresco en una sociedad todavía marcada por la rigidez franquista. Nunca tuve posters del Che Guevara en mi cuarto, pero me subí al tren de lo que entonces se llevaba entre los jóvenes.

Creo que con el paso del tiempo he ido comprendiendo que el marxismo y el comunismo, tras su aureola de ideologías que desenmascaran las contradicciones de la sociedad burguesa y buscan la liberación de los pobres, esconden una lógica perversa que, una y otra vez, reaparece con nuevas versiones. Me refiero, en particular, a la lucha de clases y sus innumerables variantes. Si el esquema “capitalistas-proletarios” deja de seducir a los obreros, y a la población en general, tras la caída del comunismo soviético, entonces hay que inventar nuevas luchas (en realidad, etiquetas) que mantengan a la sociedad en un permanente estado de confrontación, porque así es como avanza la historia: heteropatriarcalismo-feminismo, masculinidad tóxica-diversidad sexual, explotadores-ecologistas, cazadores-animalistas, colonizadores-pueblos originarios, blancos-afros, gringos-latinos, centralistas-periféricos… La izquierda radical entiende el progreso como la conversión de las diferencias y polaridades en dilemas excluyentes. Sobre esto no admite crítica alguna.

Creo que muchos cristianos de buena voluntad han caído en la trampa de esta dialéctica porque la música suena muy evangélica, a pesar de que la clave inicial del pentagrama contradice de raíz lo básico del Evangelio. Me he encontrado con sacerdotes, religiosos y laicos que se dejan cautivar por el lenguaje liberacionista de la izquierda radical sin percibir su componente idolátrico. Algunos son militantes y una pizca agresivos, pero la mayoría siguen con docilidad lo que se lleva en el ambiente en el que viven sin atreverse a cuestionarlo. 

Denunciar esto con respeto, valentía y ¡ay! argumentos no significa dejarse caer en brazos de un neoliberalismo salvaje en el que la lógica del capital prevalece sobre las personas y pueblos o pertenecer a la derechona cavernícola, casposa, mediática y franquista (es imprescindible usar este adjetivo para anatematizar al adversario). Esta es precisamente la trampa que nos tiende siempre la ideología progre. Si no estás con ellos, entonces, por pura exclusión, eres retrógrado, defensor del sistema imperante, abonado a una imposible neutralidad, tonto útil.

Es muy peligroso interiorizar esta crítica injusta porque entonces uno queda anestesiado y ya no se atreve a decir ni pío. No importa que la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) vaya más allá de muchos postulados progres en la construcción de una sociedad verdaderamente justa y fraterna. Lo que cuenta es tu fidelidad a la ideología, aunque en la práctica seas más capitalista que Jeff Bezos y compres tus cosas en Amazon, después de haber hecho una videollamada con tu IPhone.

La verdad es que el Evangelio no acaba de encajar con ninguna ideología vigente. La gran novedad de Jesús, su gran revolución (si queremos utilizar un término muy querido por las gentes de la izquierda radical), consistió en superar la dialéctica babélica de la confrontación (la “lucha de clases”) por la lógica pentecostal de la unidad en la diversidad. El amor suscitado por el Espíritu supera las divisiones sin anular las diferencias. Por eso, los cristianos siempre somos una piedra en el zapato de cualquier partido político, tanto de izquierda como de derecha o de centro. No estamos llamados a ser masa, sino fermento. Esto no es fácil. Lo normal, pues, es que siempre salgamos perdiendo… a corto plazo.


4 comentarios:

  1. No lo has podido expresar mejor Gonzalo.
    Poco a poco han ido haciendo suyos los medios de comunicación para silenciar verdades, apesebrando multitudes con "piendo ajeno" haciéndolas marionetas de su teatro, contentando económicamente a toda clase de asociaciones, comunidades... Jugando un juego sucio que desgraciadamente nos salpica a todos. Gente que queremos simplemente vivir libres sin hacer daño a nadie, trabajar para los nuestros ó los que queramos, no para mantener éste circo ni subencionar este lavado de cerebros a base de impuestos.
    Parece que la gente que no han podido adoctrinar, se están cansando. A ver cómo acaba todo ésto Gonzalo.
    Espero que bien y todos de la mano.

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  2. Tuve la experiencia, cuando estudiaba cuarto de bachillerato, que en el primer trimestre tuvimos un profesor de historia y en lo que quedaba de curso, otro.
    En aquellos momentos me planteé que si dos profesores nos podían explicar una historia totalmente diferente, era porque tenían percepciones diferentes… Y esto fue motivo para que no me implicara mucho en la política, por lo que intento estar un poco al día pero sin dejarme influir por un solo partido porque percibo que todos tienen algo que me atrae y algo que rehúso y que no coincide con otras personas de mi entorno.
    Me gusta y me lleva a la reflexión el último párrafo que escribes, pues la lectura de toda la entrada, me iba llevando a esta conclusión que me la he resumido en:
    “La verdad es que el Evangelio no acaba de encajar con ninguna ideología vigente…”
    “… superar la dialéctica babélica de la confrontación (la “lucha de clases”) por la lógica pentecostal de la unidad en la diversidad.”
    “El amor suscitado por el Espíritu supera las divisiones sin anular las diferencias.”
    “No estamos llamados a ser masa, sino fermento.”
    Gracias Gonzalo por toda la reflexión que nos has compartido, nos ayuda a ir aclarando un poco todo el panorama que hay.

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  3. De acuerdo contigo. Pero además, habría que añadir un factor no menos influyente en la ecuación cultural: la agenda globalista uniformista que está lascerando a pasos agigantados la soberanía de los Estados-Nación y la fe en el sistema democratico para que la gente sea quien decida su destino. Las elites transnacionales están imponiendo la idea del "Gobierno Mundial", término que ya no pertenece a la desprestigiada frase "teoría de conspiración", para convertirse en realidad cada vez más evidente y comprobada. La estrategia es clara: la desintegración cultural de los "derechos individuales", la familia natural, la identidad del individuo, la Iglesia (obviamente esa que no reviste el Evangelio de seudónimos, ecologismos, inlclusionismos, y que no cree en imponer a sus bautizados la vacuna en nombre de una idea unilateral de "Bien Común"), y el respeto a la verdad científica. La cultura del "descarte" no es solo contra los pobres inmigrantes, sino contra todo el que no avale los "dogmas del progresismo". El Evangelio no se indentifica con 1zquieras ni derechas, ni con conservadores ni progresistas. Y los Evangelizadores debemos intentar no caer en su trampa. Aunque reconozco que no sea siempre fácil lograrlo.

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  4. Gonzalo. Efectivamente no hay partido perfecto, pero la supremacía moral de la izquierda radical y los "progesistas" me resulta asombrosa. La situación no puede ser más preocupante, pero ojalá sirva para que despertemos. Muchas gracias.

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