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jueves, 10 de febrero de 2022

Hay que estar alerta

Estoy terminando de leer el Manual del buen ciudadano. Para comprender y resistir a la cultura de la cancelación. Está escrito por el catalán Jorge Soley Climent y publicado por la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP). Me lo ha sugerido un amigo de Málaga, seguidor de este Rincón. Este libro digital y gratuito (lo podéis descargar libremente en formato PDF desde el enlace del título) propone un auténtico manual de resistencia contra la deriva ideológica totalitaria que estamos padeciendo. Lo primero que leemos es que no hemos llegado hasta aquí por generación espontánea. Estamos entrando en un caudaloso río que se nutre de diversos afluentes como algunas ideas de la Ilustración, los totalitarismos del siglo XX (sobre todo, el comunista y el nazista), la Escuela Crítica de Frankfurt, el pensamiento de Antonio Gramsci, las utopías en torno al mayo francés, etc. 

El papa Francisco ha criticado en varias ocasiones la llamada cultura de la cancelación que lleva a renegar o reescribir la Historia, como estamos viendo en diversos lugares, de manera particular en América. El Papa afirma que muchas agendas “cada vez están más dictadas por un pensamiento que reniega los fundamentos naturales de la humanidad y las raíces culturales que constituyen la identidad de muchos pueblos”. El libro de Soley Climent combina un análisis riguroso con un estilo ágil y hasta humorístico a partir de muchos ejemplos de lo que hoy está sucediendo, desde el derribo de estatuas como las de fray Junípero Serra (en los Estados Unidos) o Ponce de León (en Puerto Rico) hasta la censura digital que se ejerce en Internet.

Hemos pasado de la cultura de los eufemismos a la de la cancelación pura y dura, pasando por el imperio de lo políticamente correcto. Tomemos como ejemplo lo sucedido con el aborto. Durante mucho tiempo se lo llamó así: aborto. Después, para hacerlo más tolerable, para quitarle su carácter de asesinato, se lo denominó “interrupción voluntaria del embarazo”. El eufemismo se ha transformado ahora en nada menos que un derecho. Se habla de “derecho reproductivo” o de “salud reproductiva”. Y algo parecido ha sucedido con las cuestiones de género (hasta llegar a esa absurda trilogía de “los”, “las” y “les”) y, en general, con la libertad de expresión. Estamos en manos de las grandes corporaciones que tienen más poder que los mismos estados. Me refiero a las llamadas Big Tech: Amazon, Apple, Facebook (ahora Meta), Google y Microsoft. Estas corporaciones “dictan” lo que se puede/debe decir y lo que se puede/debe comprar. A veces nos damos cuenta, pero, en general, se trata de una dominación blanda que va cambiando sutilmente nuestras ideas y conductas. 

No estamos lejos de lo que escribió George Orwell en 1945 con su célebre fábula Rebelión en la granja (Animal farm), que me tocó leer y traducir en cuarto de bachillerato. Y todavía más cerca de su célebre distopía 1984, publicada en 1948 (el juego numérico indica ya que el libro trata de reescribir la historia). Lo dice con claridad Winston Smith, uno de los protagonistas de esta novela: “Cada registro ha sido destruido o falsificado, cada libro reescrito, cada cuadro ha sido pintado de nuevo, cada estatua y edificio de la calle ha sido renombrado, cada fecha ha sido alterada. Y el proceso continúa día a día y minuto a minuto. La historia se ha detenido. No existe nada más que un presente interminable en el que el Partido siempre tiene razón”.

Lo que estamos viviendo es de tal envergadura que no me contento con la entrada de hoy, sino que volveré sobre este tema en otras ocasiones. La “cultura de la cancelación” y de lo “políticamente correcto” está borrando nuestra memoria personal y colectiva para que, desprovistos de ella, no sepamos de dónde venimos y quiénes somos. Una vez borrado o reescrito el pasado y manipulado el presente, se puede construir un futuro a la medida de quienes detentan el poder. La verdad es que este procedimiento no es nuevo. Se ha practicado en otras etapas de la historia. Lo que ocurre es que ahora disponemos de poderosos medios tecnológicos para hacerlo de manera global y casi indolora.

La Iglesia es una (si no la única) de las pocas instituciones que puede hacer frente a esta gigantesca operación porque tiene una memoria multisecular y está abierta a un futuro que depende de Dios. No es extraño, pues, que sea atacada por todos los flancos posibles y que se aproveche cualquier debilidad, crimen o pecado (el caso de los abusos sexuales es paradigmático) para desacreditarla moralmente y neutralizar su mensaje crítico y liberador. Como es lógico, no lo van a conseguir (el Espíritu Santo guía a la comunidad de Jesús), pero el daño está servido. Conviene que, sin dejarnos llevar por teorías conspirativas (a las que en varias ocasiones he dicho que no soy nada aficionado), abramos los ojos y no nos dejemos dar gato por liebre.

3 comentarios:

  1. Total, como dicen ahora los jóvenes. O tal cual. Tremendo y tan cierto y visible que da miedo. Sin el Espíritu Santo, estamos perdidos.
    Gracias

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  2. Es una realidad muy fuerte que está retando nuestros modos y formas de llevar la Pastoral y en definitiva la manera de ser misioneros. Hay que poner el oído en tierra y nos daremos cuenta del gran sufrimiento que está causando estas imposiciones ideológicas sobre los pobres y los pueblos pueblos pequeños como los nuestros. Los ODS son un ejemplo de estos instrumentos politicos de neocolonización y dominio sobre los vulnerables para quienes estos no cuentan. Esto es real y lo vivo en el Caribe.

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  3. El tema de hoy nos lleva a pensar y reflexionar para darnos cuenta de cómo se mueven los hilos para que caigamos en las trampas.
    He abierto el libro: CANCELADOS y me ha llamado la atención como nos cuenta el filósofo Higinio Marín que se procede muy sutilmente: “Quien altera lo que se piensa, altera lo que se siente. Y quien altera lo que se puede decir, pensar y sentir, modifica el deseo”.
    Gracias por toda esta información y por proporcionarnos canales para la información.

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