La explotación comercial del espacio está aquí. Ya hay tres empresas que han comenzado a explorar el mercado de los viajes fuera de la Tierra: Blue Origin, de Jeff Bezos, el creador de Amazon; Virgin Galactic, de Richard Branson, y Space X, de Elon Musk. Confieso que me gustaría una aventura de ese tipo, pero ya tenemos suficientes desafíos en nuestro planeta como para buscar otros en el espacio.
Uno de ellos es, sin duda, el respeto a la diversidad. Si algo me llama la atención de la India, por ejemplo, es la variedad casi infinita de tipos humanos, lenguas, culturas, expresiones religiosas, etc. Es verdad que a veces los políticos atizan las ascuas y se producen estallidos de violencia, pero, en general, la gente está enseñada a respetar y celebrar la diversidad.
Cuando contemplo el bosque en mis paseos matutinos caigo en la cuenta de que la naturaleza es un tapiz polícromo en el que hay seres diminutos y grandes animales o plantas. Se mezclan los colores, texturas y sonidos.
Las sociedades contemporáneas son cada vez más plurales. Paseando hace días por el centro de Madrid, caí en la cuenta, una vez más, de que la gran ciudad es un mosaico de etnias, creencias y estilos de vida. Tienen derecho a caminar por Gran Vía una afroamericana obesa enfundada en unos pantalones cortos ajustadísimos y un escuálido muchacho marroquí que vende bisutería en un puesto ambulante. Hay sitio para el ejecutivo con traje y corbata y para el mendigo que se asienta en un revoltijo de mantas sucias. La calle es del cura ensotanado y del joven con trenzas y sandalias.
Dios nos ha querido diversos. La vida es diversidad. No somos piezas extraídas de un único molde o seres humanos clonados. Cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles. Entre los miles de millones de hombres y mujeres que han existido a lo largo de la historia no ha habido ninguno como yo. Dios me ha querido distinto y me ha confiado una misión única. Nadie puede ser por mí. Es como para estremecerse.
Cuando tomamos conciencia de un hecho que parece obvio, pero que a menudo olvidamos, entonces la vida adquiere una gran intensidad. Nos animamos a construir una historia inédita y aprendemos a respetar la singularidad de los demás. No obligamos a nadie a que sea como nosotros, sino que promovemos su peculiaridad. Los padres no se empeñan en que sus hijos sean fotocopias suyas. Los profesores promueven la creatividad de sus alumnos. Los responsables de las comunidades cristianas valoran la variedad carismática con que el Espíritu enriquece a la Iglesia. Los políticos respetan a las minorías y no tratan de imponer un pensamiento único.
Donde hay Espíritu hay siempre unidad en la diversidad. Por el contrario, donde no hay Espíritu, campan a sus anchan los totalitarismos de todo signo o el caos destructor. Creo que en las últimas décadas hemos avanzado muchísimo en el respeto de las diferencias. Hemos aprendido a integrar lo diverso. Pero sigue habiendo muchos tics que denotan nuestra tendencia a la identidad monolítica, a confundir verdad con doctrina, fidelidad con rigorismo, radicalidad con rigidez. Necesitamos que de vez en cuando el Espíritu nos dé una sacudida para alegrarnos de la belleza de la diversidad y aprender a sacar partido de ella.
... al mismo tiempo que por un lado está esa enriquecedora DIVERSIDAD, está por el otro, el reto y el aprendizaje de la difícil tarea artesanal de ARMONIZAR LO DIVERSO, contando con el inherente conflicto en el intento. Es en esa tarea donde necesitamos abrirnos a la acción del ESPÍRITU SANTO.
ResponderEliminarEl tema se quedó un poco incompleto... El título es sugerente y hoy muy polémico, pero su pluma es excelente. Saludos.
ResponderEliminarLa diversidad es mucha, pero no es tan fácil convivir con ella. Tenemos la tendencia a ver al otro o superior o inferior, cuando se trata de personas.
ResponderEliminarGracias por hacernos caer en la cuenta de que “Dios me ha querido distinto y me ha confiado una misión única. Nadie puede ser por mí. Es como para estremecerse.” Y por recordarnos también que: “Donde hay Espíritu hay siempre unidad en la diversidad”.
En familias numerosas se vive muy de cerca esta diversidad y sobre todo cuando empieza a ampliarse. Se aprende a respetar al otro que es diferente de “yo”. Se comparten problemas, se aprende la tolerancia… para mantener esta unidad en la pluralidad.